¿Cómo pueden terminar completamente engullidos por las llamas dos edificios de viviendas de 14 y 10 plantas? ¿Por qué la expansión del fuego fue tan rápida y violenta? Son preguntas que sobrevuelan a la tragedia del barrio de Campanar, en València, donde han perdido la vida diez personas. A la espera de que el inmueble se enfríe y se pueda llevar a cabo un peritaje, arquitectos e ingenieros coinciden en que se ha dado la “tormenta perfecta”: condiciones de viento adversas en una infraestructura construida bajo las normas de edificación de hace 20 años, “mucho más laxas” que las actuales. También en lo relacionado con la resistencia al fuego.
“Hoy no se podría levantar un edificio de esta manera”, sostiene Roger Sauquet, profesor en la Escuela Superior Técnica de Arquitectura del Vallès (Universidad Politécnica de Catalunya) y miembro del Grupo de Estructuras Colapsadas (GREC) de los Bombers de la Generalitat.
La normativa, explica Sauquet, se ha endurecido en los últimos años para que los elementos sean “lo menos combustibles posible” y para que, además, existan cortafuegos eficaces y una resistencia a las llamas que proporcione tiempo, al menos, para la evacuación.
Con mucho calor el aluminio se puede reventar, el fuego entra dentro y el producto entre las dos placas podría hacer ese efecto. Al final, parece que el fuego ha pasado de un sitio a otro a través de esas placas que revisten
La construcción de este inmueble, terminado entre 2008 y 2009, está al filo de esa nueva normativa. El inicio de las obras data de febrero de 2006, según los datos proporcionados por el Colegio Oficial de Arquitectura Técnica de València. En ese momento no se había aprobado todavía –apenas faltaría un mes– el Código Técnico de la Edificación (CTE), el conjunto de normativas que regulan la construcción de edificios en España. “A día de hoy, los edificios de València no se podrían hacer así, pero entonces la normativa lo permitía, no es algo inmóvil”, afirma Vicent Pons, de la Oficina Técnica de Ingeniería Forense, una empresa dedicada a la investigación y simulación de incendios y explosiones.
El corpus legislativo fue reformado en 2019 tras el dramático suceso de la Torre de Grenfell, en Londres, que recuerda mucho a lo que ha pasado en València. Ocurrió en 2017. El fuego devoró una torre de viviendas de la capital de Reino Unido a la que se estaba dando un lavado de cara. El revestimiento del edificio era también de aluminio y contenía dentro –como en un sandwich– un aislante efectivo pero muy combustible. Entre esta 'piel' del inmueble y la parte sólida estructural había, como en València, una cámara de aire que facilitó la propagación de las llamas por el “efecto chimenea” (el espacio permite que fluya oxígeno y este alimenta el fuego).
¿Qué se les requeriría hoy? "Que las cámaras ventiladas, por ejemplo, queden segmentadas y no sean continuas" para que el fuego se encuentre con obstáculos en su expansión, dice el Colegio de Arquitectos de la Comunitat Valenciana
“Con mucho calor el aluminio se puede reventar, el fuego entra dentro y el producto entre las dos placas podría hacer ese efecto. Al final, parece que el fuego ha pasado de un sitio a otro a través de esas placas que revisten”, interpreta Luis Sendra, decano del Colegio de Arquitectos de la Comunitat Valenciana, que advierte de la suma de más factores que no ayudaron, como los toldos de las terrazas o el viento.
Tras este episodio en Reino Unido, España endureció las exigencias “respecto a los materiales y a las fachadas ventiladas como estas”, recuerda el Colegio Oficial de Arquitectura Técnica de València en un comunicado hecho público en la tarde del viernes en el que advierte, además, de que la rigidez se incrementa con la altura. Los edificios siniestrados tenían 14 y 10 plantas.
¿Qué se les requeriría hoy? “Que las cámaras ventiladas, por ejemplo, queden segmentadas y no sean continuas” para que el fuego se encuentre con obstáculos en su expansión, dice el Colegio. Es decir, que las plantas se sectoricen para que, si existen llamas, no salten de una a otra, traduce Sendra. La norma de 1996 –NBE-CPI-96, en sus siglas técnicas–, por la que según las fechas se rigieron los constructores, solo exige compartimentar cuando la superficie supera los 500 metros cuadrados.
En el nivel de altura que estaba estos edificios solo se admiten ahora lanas minerales y como mucho morteros hechos con base de cemento pero enriquecidos con partículas aislantes, como el corcho, por ejemplo
Por otro lado están los materiales. “En el nivel de altura que estaba estos edificios solo se admiten ahora para aislar las lanas minerales y como mucho morteros hechos con base de cemento pero enriquecidos con partículas aislantes, como el corcho, por ejemplo”, describe Sauquet.
El poliuretano, que en horas inmediatamente posteriores se señaló como el material responsable de la propagación aunque después la hipótesis ha perdido peso, solo puede utilizarse actualmente en edificios menores de 10 metros de altura y nunca en la planta baja, pone como ejemplo el miembro del GREC de los Bombers.
El Colegio de Arquitectura Técnica asegura que el certificado final de obra indica que uno de los aislantes usados en la fachada –no dentro del aluminio sino pegada a la parte estructural– era mineral de lana de roca, no poliuretano, según la documentación que obra en su poder. Pero pide “cautela” en la determinación de las causas hasta que se lleve a cabo la investigación técnica: “La extraordinaria velocidad de propagación y la observación del comportamiento del fuego parecen indicar a priori que han influido las características de la fachada junto al viento imperante”.
La respuesta al fuego: de la A a la F
La respuesta de los materiales al fuego se mide en una escala de la A a la F con varios parámetros: si combustiona, si genera humo denso y si hace gotas al derretirse. El poliuretano y el polietileno –que podría estar en el interior de las placas de aluminio del revestimiento– pasan a estado líquido con las llamas y, por lo tanto, son muy favorables a su propagación. En la A y la B se encuentran materiales minerales, cerámicos y hormigones. A partir de la C aparecen los polímeros, aseguran los expertos consultados.
Ningún material de los que dicen están prohibidos. Está prohibido que la suma de los componentes que tu pongas en la fachada no cumpla con el mínimo de resistencia al fuego
Los fabricantes también se han tenido que poner al día con los cambios legales. Alucobond, la marca de placas de aluminio que los promotores del edificio de València mencionan en su vídeo promocional como referencia–si bien la compañía dice que el material no es suyo–, “ha rectificado su producto porque era un panel que daba problemas en incendios en el exterior, por las resinas que soportan el aluminio, y pasaron a ser no inflamables”, desgrana Sauquet.
“No hay materiales prohibidos, sino una exigencia de ciertas características técnicas, es decir, que lo que usas responda a eventualidades concretas”, subraya Rafael Sarasola, miembro de la junta directiva de la Asociación Española de Sociedades de Protección contra Incendios (Tecnifuego). Coincide el arquitecto David Calvo, exdiputado socialista en les Corts Valencianes: “Ningún material de los que dicen están prohibidos. Está prohibido que la suma de los componentes que tu pongas en la fachada no cumpla con el mínimo de resistencia al fuego”.
Calvo resume así los cambios normativos: “Se trata de aumentar la resistencia al fuego de los materiales (hay una escala RF que informa sobre el número de minutos que debe resistir), de los elementos que compartimentan y de las zonas de protección, como los ascensores, la escalera o la separación de edificios), además de la distancia entre elementos.
Lo más efectivo sería obligar a usar materiales que no arden, pero en España no existe una cultura contra los incendios. Nunca pasa nada hasta que pasa
Por ejemplo, las ventanas de viviendas diferentes deben ahora mantener una mayor distancia entre sí que antes para evitar, en caso de incendio, que las llamas pasen de una casa a otra; o el actual código obliga a que las paredes de las escaleras estén hechas de materiales con gran resistencia al fuego para preservar una columna libre de llamas por la que evacuar a la gente. “Aquí siempre hay un choque entre la creatividad del arquitecto y la rigurosidad en el cumplimiento de la normativa”, señala Calvo.
El uso de revestimientos de este tipo, de acabado plateado, se puso de moda a principios de los años 2000, asegura el arquitecto. “Viene de la corriente High Tech, traída del Reino Unido, pero ya ha pasado a mejor vida. Actualmente no se hace con una placa de composite de plástico y aluminio sino cerámico. Digamos que se pone un preservativo a la vivienda forrándola con un aislante compacto”, desarrolla.
Ninguno de los expertos consultados considera, con los elementos de análisis que existen 24 horas después del suceso, que la construcción se saltara las normas que estaban en vigor entonces. Las reglas posteriormente aprobadas para mejorar la seguridad no pueden aplicarse retroactivamente a edificios construidos antes, salvo reforma integral o salvo que el material, como las placas de fibrocemento (amianto), hayan sido señaladas como tóxicas por nuevas normativas. “Si no –dice Sauquet– estaríamos todo el tiempo derribando edificios”. “Lo más efectivo sería obligar a usar materiales que no arden, pero en España no existe una cultura contra los incendios. Nunca pasa nada hasta que pasa”, concluye Sarasola.
Con información de Lucas Marco.