Más allá del ruido y la controversia en torno a leyes sobre la tauromaquia como la catalana o la balear, el tirón de los toros en España cae. Concretamente, ha descendido un 15% en los últimos cuatro años, en los que la asistencia a espectáculos taurinos ha bajado en 554.000 personas, según la última encuesta de hábitos y prácticas culturales del Ministerio de Cultura. En los últimos 12 meses acudieron a uno de estos festejos 3,1 millones de espectadores frente a los casi 3,7 de la temporada 2014-2015.
Con estas cifras, el porcentaje de población que ha ido al menos a un espectáculo con toros –desde una corrida al bombero torero pasando por encierros, toros embolados o correbous– fue del 8%, el más bajo desde que se publica la encuesta –en el curso 2006-2007–. Hace 13 años fue un 9,8% y hace cuatro el 9,5% sobre la población de más de 15 años.
La asistencia a eventos específicos es difícil de rastrear. Los empresarios encargados de gestionar cosos taurinos no siempre publican los números (además de la cantidad de corridas que se celebran en plazas de segunda o tercera categoría).
Así, por ejemplo, en la plaza de la Ventas de Madrid, el concesionario ha informado de que en esta edición de la feria de San Isidro (34 días) hubo 21.850 espectadores más que en 2018 (3,5% más) para sumar un total de 641.429. Por el otro lado, en Valencia (ocho días), a falta de datos oficiales los cronistas sitúan la ocupación en el 50%. Solo una corrida con no hay billetes. En ese misma línea, el empresario a cargo de la Malagueta (Málaga) ha explicado que la feria (ocho días) tuvo una asistencia media del 48% del aforo. “No es rentable”, confesaba al Diario el Sur .
En la encuesta queda constatado que la afición taurina está bastante masculinizada ya que, aunque a la baja también, el porcentaje de hombres que han acudido a los toros en el último curso fue de 10,2% mientras que las mujeres se quedaron en el 5,8% –en 2007 el porcentaje era del 8,2%. También se refleja el índice de interés que suscita la tauromaquia en el conjunto de la población: la gran mayoría (el 65%) dice tener un interés entre 0 y 2 (siendo 10 el máximo). Con más de cinco de interés hay un 28,5%. Lo más interesados (un nivel de 9 y 10) son el 5,9%.
A pesar del blindaje legal que le confirió el Gobierno del Partido Popular de Mariano Rajoy al declararla por ley patrimonio cultural en 2013, la tauromaquia adolece de una progresiva languidez según reflejan los datos oficiales sobre su práctica y seguimiento. La realidad es que las corridas de toros han pasado de 810 anuales a 369 en una década. Los espectáculos taurinos en plazas también se han desplomado de los 3.295 a 1.521, según las estadísticas de asuntos taurino del Ejecutivo. Los festejos populares, que crecieron cuatro años consecutivos, frenaron su ascenso en 2018 para registrar cierto descenso.
Ejecutivo, Constitucional y Supremo, al corte
El blindaje legal ha funcionado como cortafuegos ante casi cualquier iniciativa contraria a la tauromaquia en España. El Tribunal Constitucional tumbó en diciembre de 2018 la ley de las Islas Baleares que impedía dar muerte a la res, tras el recurso presentado por el Ejecutivo de Mariano Rajoy contra la norma insular de bienestar animal. El recurso enarbolaba ese carácter de patrimonio cultural cuya protección y promoción corresponde al Estado. Los magistrados consideraron que el animal debe morir para conservar el carácter cultural de la tauromaquia.
En esa misma línea, el Tribunal Supremo reforzó el muro legal alrededor de los toros al rechazar entre febrero y marzo de este año sendos recursos de los municipios de San Sebastián (Gipuzkoa) y Ciempozuelos (Madrid) contra la decisión del Gobierno de impedir unas consultas populares acerca de la celebración de corridas de toros. Querían saber si el Ayuntamiento debía destinar fondos públicos a esos festejos o utilizar instalaciones municipales para ello. El Supremo convino que “la Ley no da libertad a las Administraciones Públicas para promover o no la conservación de la tauromaquia”. Y que preguntar no es “inocuo”.
Lejos de decisiones políticas y fallos judiciales, las cifras de asistencia dibujan hoy este panorama: cada vez menos gente asiste a los toros.