La tortuga boba busca piso en el Mediterráneo y a España le toca ser casera
¿A quién no le gustaría pasar un rato apacible en una playa a la espera de ver cómo decenas de pequeñas tortugas salen de la arena para correr a la orilla y zambullirse en el mar? Un espectáculo propio de noches casi tropicales que se está haciendo más habitual en las costas españolas.
De hecho, el Mediterráneo occidental se ha convertido en punto de anidación cada vez más frecuente de tortugas bobas (las Caretta caretta). “Tenemos muchísimos indicios, en todo el mundo, acerca de que el calentamiento global hace que las tortugas desoven en lugares antes inéditos”, certifica el investigador de la Estación Biológica de Doñana, Adolfo Marco Llorente.
En realidad, este realojo de carettas puede ser “casi la única solución” que estén hallando las tortugas para combatir el “éxodo climático” al que les está obligando el calentamiento global de la Tierra, puntualiza Marco Llorente. “Esta dispersión hacia zonas más frías es esencial ante la amenaza que supone el aumento de temperaturas porque sus lugares habituales de anidación se están volviendo demasiado calientes”, explica el biólogo.
Que las tortugas colonicen playas desconocidas, al tiempo que puede ser su tabla de salvación, “plantea nuevos retos de conservación como es la falta de experiencia que tiene España a la hora de proteger nidos”, avisa el investigador de la EBD. El Ministerio de Transición Ecológica acaba de iniciar los trámites para poner en marcha un Plan de conservación de la tortuga común.
La Caretta caretta “es frecuente en las aguas españolas”, pero “sus poblaciones se encuentran en un estado de conservación desfavorable”, describen en el Ministerio. ¿Qué la ataca? Diferentes amenazas “múltiples y variadas”: la pesca accidental, –especialmente intensa en el Mediterráneo y el golfo de Cádiz–, la degradación de los hábitats marinos y costeros, las basuras marinas, las colisiones con barcos o el ruido submarino.
La especie está catalogada como en estado vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). También es una variedad de interés comunitario para la Unión Europea. En España, el Catálogo de Especies Amenazadas la considera vulnerable lo que obliga legalmente a redactar un plan de conservación.
Esta dispersión hacia zonas más frías es esencial ante la amenaza que supone el aumento de temperaturas. Es casi la única solución
Lo que ha ocurrido es que, además, si antes las tortugas visitaban las aguas españolas, ahora está llegando para perpetuar la especie. “Aunque la anidación en playas del litoral español se consideraba anecdótica hasta hace pocos años, las decenas de eventos de anidación ocurridos a partir de 2001 en la costa mediterránea española sugieren que podría tratarse de un proceso de colonización, motivado por el aumento de la temperatura superficial del mar y en las playas”, describe la justificación ministerial para iniciar el plan de protección.
El biólogo Adolfo Marco lo explica: “en el Mediterráneo anidaba casi exclusivamente en Grecia y Turquía. Ahora buscan una escapatoria hacia el oeste con todos los riesgos que eso implica... por eso es importante proteger esta colonización”.
Dicho de otro modo, la tortuga boba es una alerta, un chivato, de que el planeta se está recalentando como consecuencia de la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera lanzados, principalmente, por las actividades humanas. “Es un indicador extraordinario del calentamiento global en las zonas costeras”, indica el investigador.
Desde que, en 2001, se detectara un nido en la costa de Almería, la diáspora ha puntuado todo el litoral mediterráneo de la península ibérica: desde Catalunya, la Comunitat Valenciana, la Región de Murcia y Andalucía han tenido sus episodios de cría. En 2020 se registró el nido más occidental detectado en la playa de los Boliches (en Fuengirola). Era la primera vez que usaban las aguas del mar de Alborán para criar.
Esta colonización “puede ser un mecanismo para superar las limitaciones de la filopatría y aumentar la capacidad de adaptación a ambientes cambiantes. Puede verse como potenciales nuevas poblaciones en un escenario de temperaturas al alza”, describía este trabajo de 2018 de varias universidades entre las que estaban las de Barcelona y Valencia.
Rompe la fidelidad natal
La filopatría es “la fidelidad natal” explica Adolfo Marco. Es un mecanismo por el que las tortugas recuerdan en qué playa nacieron y regresan allí para colocar sus propios huevos. “Tiene muchas ventajas evolutivas porque favorece grandes concentraciones de crías que es una estrategia exitosa para proteger contra los depredadores”. Pero esa concentración “dificulta la dispersión” que es lo que ahora parecen necesitar las tortugas bobas: poder romper esa fidelidad a sus lugares de nacimiento porque se están volviendo demasiado calientes para sus huevos. Y anidar en nuevas playas, desconocidas, pero más adecuadas.
“Por eso es importante que se elabore un plan e incrementar la protección, porque la dispersión es rara y puede fracasar. E igual es su única defensa contra la extinción”, insiste Marco. Además, “estas tortugas son muy poco exigentes, solo necesitan tres metros cuadrados de arena. No van a suponer cerrar ninguna playa ni van a menoscabar el turismo. Todo lo contrario: si España se vuelve punto de anidación de tortugas, eso va a generar un atractivo extraordinario”.
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