Tóxicos en los tampones: qué sabemos hasta ahora y qué implica la presencia de metales en estos productos
Existe un desinterés generalizado en el mundo de la ciencia por la regla. El ginecólogo y profesor de la Universidad de Stanford Paul Blumenthal midió el volumen de esta indiferencia histórica en un editorial de la revista científica BMJ Sexual & Reproductive Health: al buscar “sangre menstrual” en PubMed –la base de datos biomédica por excelencia en todo el mundo– solo aparecen 400 publicaciones científicas registradas en las últimas décadas, un número muy inferior, por ejemplo, a los 10.000 resultados si se pone “disfunción eréctil”. Si hablamos de productos de higiene femenina, usados por millones de personas todos los meses, el volumen todavía se reduce más. En 2023 se publicó la primera investigación científica que evaluaba la absorción de diferentes marcas con sangre humana, aunque no menstrual. Todavía.
Ahora, investigadoras de las universidades americanas de Columbia, de California en Berkeley y de la Estatal de Michigan han analizado por primera vez la presencia de metales en los tampones en un estudio publicado en la revista Environmental International. En ellos se detectaron 16 tipos –entre ellos varios tóxicos como el cadmio, el arsénico o el plomo–, según los resultados obtenidos tras diseccionar 60 muestras de 14 marcas del mercado estadounidense, inglés y europeo que no se especifican. El estudio ha despertado la preocupación de las mujeres que los usan. Entre el 52 y el 86% de las personas que menstrúan utilizan estos productos en Estados Unidos.
Aunque los resultados puedan asustar, el estudio no demuestra si estos metales –y metaloides– pueden ser absorbidos por el cuerpo. “Se necesitan investigaciones futuras para determinar si los metales pueden filtrarse desde los tampones y atravesar el epitelio vaginal hasta la circulación sistémica (torrente sanguíneo)”, apuntan las autoras.
elDiario.es ha consultado a varias fuentes para dimensionar la trascendencia de las averiguaciones. Todas coinciden en que no se debe alarmar, aunque tampoco hay que ignorar los resultados ni negarlos.
“Llevamos toda la vida analizando los alimentos y conocemos cuánto de lo que hay en ellos se absorbe, pero desconocemos qué pasa con esos metales dentro del tampón, que está en contacto con las mucosas de las mujeres durante unas horas todos los meses”, responde Carmen Rubio Armendáriz, catedrática de Toxicología de la Universidad de La Laguna. Para la experta en análisis de riesgos, “el estudio invita a la comunidad científica a plantearse nuevas matrices, abre una vía de investigación innovadora y alerta de la calidad de estos productos”, aunque de momento se base en pocas muestras.
Aunque el estudio es serio, todavía son pocas muestras. Ahora bien, si ese algodón contiene algún producto que pueda ser liberado y absorbido debe ser analizado
Los metales tóxicos están en todas partes, asegura como punto de partida la coautora de la investigación, Kathrin Schilling, profesora de la Universidad de Columbia, en declaraciones a la agencia SINC. “Son ubicuos y estamos expuestos a niveles bajos en cualquier momento, pero nuestro estudio muestra claramente que los metales también están presentes en los productos menstruales, y que las mujeres podrían estar en mayor riesgo de exposición al usar estos productos”.
Efectivamente, el plomo, el cadmio o el arsénico los comemos y los inhalamos en diferentes concentraciones, confirma Rubio Armendáriz. La principal vía es la dieta, es decir, la digestiva; y después la inhalatoria, pero que entre a través de las mucosas es mucho más tóxico, confirma la catedrática. La capacidad de absorción de la vagina, concretamente, es alta.
“Siempre ha habido el runrún de que los tampones podían contener productos tóxicos pero se hizo mucho hincapié en que se desarrollara el síndrome de shock tóxico y no de que los productos estuvieran contaminados. No se le prestó especial atención al proceso de fabricación y es ahora cuando se está revisando el tratamiento del algodón y la celulosa”, contextualiza la ginecóloga Enriqueta Barranco, que fue parte del Instituto Universitario de Investigación de Estudios de las Mujeres y de Género de la Universidad de Granada y ahora está jubilada.
Los metales son ubicuos y estamos expuestos a niveles bajos en cualquier momento, pero nuestro estudio muestra claramente que los metales también están presentes en los productos menstruales, y que las mujeres podrían estar en mayor riesgo de exposición al usarlos
Su equipo lideró un estudio publicado en 2017 que analizó muestras de sangre menstrual donadas por 25 mujeres. Todas, concluyeron, contenían contaminantes orgánicos, como parabenos y benzofenomas, usados frecuentemente en productos cosméticos, artículos para el hogar y fármacos. En este caso, explica al otro lado del teléfono, las participantes del estudio eran usuarias de la copa menstrual y se comprobó la calidad de estos productos para descartar que los contaminantes vinieran de ellos.
¿Los niveles son altos?
¿Los niveles detectados son altos o bajos? La concentración media de plomo fue de 120 nanogramos por cada gramo; la de cadmio de 6,74; y de arsénico 2,56, aunque los resultados son diferentes en función de las marcas, la región de compra y de si eran orgánicos o no. En los primeros se vio más arsénico y en los segundos, más plomo, según las conclusiones. La investigación también disecciona las cantidades de bario, calcio, cobalto, cromo, cobre, hierro, manganeso, mercurio, selenio, estroncio, vanadio y zinc. Muchos de estos compuestos –como el calcio, el sodio, el zinc o el manganeso– los consumimos a diario porque son necesarios para funcionar, aunque en exceso también son perjudiciales.
Para los alimentos existen unos niveles de exposición regulados por la Unión Europea, concretamente la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés). Por ejemplo, para el cadmio, “teniendo en cuenta sus efectos tóxicos en los riñones”, se estableció “una ingesta semanal tolerable de 2,5 miligramos por cada kilo de peso corporal”, según recoge la trasposición que hizo España del reglamento aprobado por la Comisión Europea. El umbral había estado más alto en el pasado.
Rubio Armendáriz sostiene que “no se puede comparar con las cantidades presentes en los alimentos porque la ruta de exposición es diferente” y “no es de utilidad”. Y añade: “A día de hoy es imposible que nuestra población tenga intoxicación por alguno de estos tres metales, pido cautela para no alarmar con eso, pero queremos que los productos que contactan con el ser humano sean de calidad, que la industria se ponga las pilas y que, en este caso concreto, por ejemplo, compre un algodón de alta calidad”.
“Aunque sean cantidades pequeñas, pueden ser absorbidas mes a mes. Una mujer tiene de media unas 300 menstruaciones a lo largo de su vida. Eso condiciona que el cuerpo acumule cantidades de tóxicos, teniendo en cuenta que vienen de muchos puntos que pueden pasar inadvertidos”, considera Barranco, que insiste en que “no son cosas que carezcan de importancia”.
El New York Times, en un artículo sobre el tema, cita dos investigaciones previas–se pueden consultar aquí una y otra–, una de ellas realizada por las mismas investigadoras, que no hallaron niveles más altos de estos metales en la sangre de las mujeres que usan tampones en comparación con quienes no los usan.
La Comisión Europea amplió en octubre de 2023 la lista de sustancias químicas prohibidas en las compresas, los tampones o los pañales para recibir la etiqueta ECO. Están prohibidos los agentes antibacterianos, folmaldehído, parabenos, disruptores endocrinos o ftalatos. También fragancias y lociones que puedan provocar alergias. Los nuevos criterios quieren garantizar un impacto medioambiental reducido en el aire, el agua o el suelo.
Otra incógnita es cómo llegaron los elementos tóxicos a los rollos de algodón. Si los absorbieron del agua, del aire o del suelo por estar cerca de un área contaminante; o se incorporaron después en el proceso de fabricación. “Hemos revisado patentes que sugieren que algunos metales pueden añadirse intencionalmente como agentes antimicrobianos o para el control de olores”, apunta Shearston. La catedrática en Toxicología sugiere la hipótesis de que el uso de reactivos químicos para el blanqueamiento del algodón deje residuos de metales.
Siempre ha habido el runrún de que los tampones podían contener productos tóxicos pero se hizo mucho hincapié en que se desarrollara el síndrome de shock tóxico y no de que los productos estuvieran contaminados
La asociación de fabricantes europeos, a la que remite la empresa responsable de Ausonia, Tampax o Evax (Procter & Gamble España), ha emitido un posicionamiento conjunto con sus homólogas estadounidense y británica que asegura que toman “nota del estudio” y admiten que les preocupa “que pueda suscitar inquietudes innecesarias sobre la seguridad de los tampones, ya que el ámbito del estudio no se extendía a la evaluación del riesgo que supone para las consumidoras el uso de tampones”.
El comunicado asegura que “las trazas de sustancias químicas, como los metales pesados, no se añaden intencionadamente a los tampones y no forman parte de los productos de higiene absorbentes modernos”. “Sin embargo –continúa– a veces se pueden encontrar en productos como residuos del proceso de fabricación y/o porque están presentes en el medio ambiente, pero no suponen un riesgo para la salud humana”. Los fabricantes, no obstante, ponen en duda el método usado para hacer las mediciones –romper el tampón y disolverlo en ácido nítrico, explican– porque “no representa el uso realista” de los productos.
No hay muchos precedentes en el estudio de los productos menstruales en la literatura científica. La revista BJOG An Internation Journal of Obstetrics & Gynaecology recogió el año pasado una revisión de 15 trabajos publicados entre 2003 y 2023 en Estados Unidos, Japón y Corea del Sur sobre productos menstruales realizado por la Universidad George Mason (Estados Unidos).
“Todos los estudios que analizaron las sustancias químicas de los productos menstruales las encontraron. Se utilizan durante aproximadamente cinco años de exposición acumulada y están en contacto con tejidos especialmente absorbentes. Por tanto, es imperativo que se conozcan mejor las sustancias químicas”, se reclamaba en las conclusiones, que sugerían que los productos menstruales podían tener “implicaciones ginecológicas y reproductivas” al ser la vagina un canal de entrada muy “permeable”. Desde la primera regla hasta la menopausia, las mujeres usan de media 11.000 tampones o compresas, advierte la revisión.
Laura Medina Perucha, que lidera la investigación en Equidad y Salud Menstrual en el Institut de Recerca en Atenció Primària Jordi Gol i Gurina (IDIAPJGol), es consciente de que los resultados de los estudios “pueden preocupar y generar sensación de vulnerabilidad”.
“Nos empuja a hacernos preguntas sobre cómo se hacen estos productos y para quiénes son seguros. Cuando leí el estudio pensé que estábamos avanzando. Esto es una semilla para el siguiente porque son procesos lentos y hay que seguir investigando para tener evidencia suficiente porque todo lo menstrual ha estado y sigue estando, aunque cada vez menos, relegado al espacio de lo privado”, afirma la experta en psicología de la salud en conversación con elDiario.es.
“Aunque el estudio es serio, todavía son pocas muestras. Ahora bien, si ese algodón contiene algún producto que pueda ser liberado y absorbido, debe ser analizado”, zanja la catedrática Rubio Armendáriz.
7