El sector más precarizado de la educación preuniversitaria ya ha vuelto al tajo. La apertura esta semana de las escuelas de educación infantil da inicio de manera oficiosa al curso escolar, que arranca en el sector en relativa calma tras un cierre del pasado ejercicio algo convulso. Aunque no está claro que la calma vaya a durar: “Habrá un otoño caliente”, vaticinan desde CCOO. Y es que las condiciones de las educadoras del ciclo de 0 a 3 años de educación infantil que trabajan en las escuelas privadas siguen casi estancadas. Estas cerca de 70.000 trabajadoras cobran 930 euros al mes por jornadas de siete horas al cargo de bebés.
En mayo, la negociación y firma del nuevo convenio colectivo para las trabajadoras del sector privado (las del público funcionan bajo condiciones diferentes) partió a los sindicatos en dos y llevó a una convocatoria de paros que tuvo pocos efectos prácticos: el nuevo convenio salió adelante con el apoyo de UGT, FSIE y USO, mientras CC OO se opuso por considerar que implicaba “la perpetuación de la precariedad en el sector”. El nuevo convenio, que contempla subidas salariales de hasta el 18% en tres años después de ocho años de congelaciones, afecta a unas 70.000 personas, que serían algo más de la mitad del total de educadoras de la etapa, aunque las cifras son aproximadas porque no existe estadística oficial que sume todas las trabajadoras.
Las condiciones
En cifras, las personas (mujeres en un 95%) que cuidan de los pequeños de entre cero y tres años en centros privados ganarán con el nuevo acuerdo 930 euros al mes en 14 pagas (13.020 euros anuales) a cambio de siete horas largas de trabajo diarias (38 semanales a las que siempre se añaden extras, denuncian las educadoras) y con la responsabilidad de educar a bebés. Esto, tras ocho años de salarios congelados.
En el sector público la situación es algo mejor, con grandes diferencias regionales. CCOO calcula que, según la comunidad autónoma -las competencias están transferidas y cada Gobierno puede incluir complementos a voluntad-, las diferencias salariales pueden llegar hasta el 40% por el mismo trabajo.
“La gente está asumiendo un nivel de responsabilidad bestial con sueldos de miseria”, valora Lourdes Quero, presidenta de la Junta de Portavoces 0-6 y profesora en esta etapa educativa. “No hay que olvidar que trabajamos con lo más valioso de la sociedad”, añade. Como le gusta recordar a Ricardo Morón, profesor de Derecho del Trabajo de la Universidad Autónoma de Madrid, “se retribuye mejor a quien cuida de mi coche (que suelen ser hombres) que a quien cuida y educa a mis hijos (que suelen ser mujeres)”. Un convenio tipo de talleres de reparación de vehículos contempla salarios de 1.300 euros al mes frente a los 930 de las educadoras.
Pero no todo es salario. Las condiciones de las trabajadoras en las escuelas infantiles también incluyen ratios (número de niños que tiene que atender cada profesional) que hasta duplican las recomendaciones de la Comisión Europea, recuerda Alicia Alonso, de la Plataforma Estatal de Educación Infantil 0-6.
Bruselas cree que cuatro bebés por cada persona adulta es la cifra óptima cuando tienen un año o menos. En el conjunto del estado español la estadística ronda los ocho. Ocho niños absolutamente dependientes a cargo de una persona. Entre uno y dos años la recomendación es de seis: España está entre 12 y 14. En la banda de dos-tres años, la cifra ideal es ocho, la real oscila entre 16 y 20.
Esta situación de precariedad, comentan las portavoces, se acaba traduciendo en un alto abandono de la profesión y por tanto una gran rotación en las plantillas, que le hacen un flaco favor al centro. “Es un trabajo estresante, de gran responsabilidad y con salarios de miseria. La gente se va a otra cosa en cuanto pueden y así es muy difícil hacer proyectos educativos innovadores y adecuados a los niños”, lamenta Quero.
Sin mínimos comunes
El problema de fondo que subyace, en opinión de Alonso, es que este tramo educativo, clave para el futuro desempeño académico e incluso social de los más pequeños, según ha demostrado amplia literatura científica, fue delegado a las comunidades autónomas en 2006 por la LOE. Esto implica que “no existe una regulación paraguas en todo el Estado”, de manera que cada territorio hace lo que le parece mejor con la etapa: ratios más altas, más bajas, mejores o peores salarios, más exigencias de calidad educativa o menos. Y siempre al albur del gobierno de turno, subraya. Esto aplica a los salarios de los profesores, pero también a las ratios o a las condiciones mínimas que debe tener un centro para ser considerado escuela infantil.
Por otro lado, para dar clase en la etapa 3-6 hace falta ser maestro infantil; para ejercer en el 0-3 también sirven los grados superiores de Formación Profesional. Este detalle implica, recuerda Alonso, “que nunca se les va a reconocer como docentes [porque formalmente no lo son] y por tanto no podrán formar parte del cuerpo docente ni progresar en la carrera”.
¿Cómo afecta la situación de las educadoras al servicio que se ofrece y por el que los padres pagan, en ocasiones, no poco dinero (en Madrid la mensualidad puede alcanzar los 500 euros al mes, en función de la titularidad del centro y la renta familiar)? Lo explica Alonso: “Por mucha falacia que se diga de que no es una etapa educativa, se educa en todas las edades. La educación es el resultado del crecimiento y el aprendizaje. Que el aprendizaje se favorezca o no depende del entorno. Se puede aprender bien o mal, pero siempre se aprende. Si te tratan mal, aprenderás también. Mal, pero aprenderás”.
Un debate público sin las trabajadoras
Las trabajadoras del sector se sienten invisibles. A nivel social, existe debate público sobre la etapa de infantil. El último ejemplo es de este mismo martes, cuando Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, anunció entre sus medidas para un hipotético gobierno la gratuidad de las guarderías. No es la primera vez, a Sánchez le gusta anunciar esta medida siempre que hay ocasión. Incluso llegó a pactarlo con Podemos sin efecto alguno.
También es habitual el debate público sobre el profesorado. “Hay que hacer un MIR educativo para atraer y formar a los mejores”, se lanza como idea. “Hace falta un libro blanco, un estatuto del docente y cambiar el sistema de oposiciones”, piden otros.
Pero nunca se habla de la conjunción de ambas cosas, de las trabajadoras de infantil. “Las profesionales están olvidadas”, lamenta Alonso. “En cualquier país europeo, las educadoras de infantil son muy cualificadas y bien vistas socialmente; aquí es la chica que cuida a los niños”, coincide Quero. Y de esa percepción social salen sus condiciones de trabajo.
“Profesionales mal pagadas, falta de cualificación, falta de formación continua, muchos niños en las aulas, rotación en las plantillas... nos admiramos a veces de los cestos maravillosos que hacemos con los mimbres que tenemos”, concluye esta profesora.