José María Galán es guía en el Parque Nacional de Doñana, “pero ahora estoy cedido al Plan contra el Tráfico Ilegal Tifies”, como dice él mismo. Este técnico se dedica a colaborar con los países africanos sobre el terreno para tratar de frenar la matanza masiva de animales salvajes. La mayoría dedicada a alimentar el mercado negro de, por ejemplo, marfil de elefante o cuerno de rinoceronte. Un negocio de 85.000 millones de euros, según cálculos de la ONU.
El ansia humana por estos productos está llevando a la desaparición acelerada de especies. Una extinción rauda y masiva que han denominado defaunación. Un expolio de recursos que desencadena, según cuenta, una batería de consecuencias: el silencio en los bosques sin vida, las migraciones o la financiación de grupos armados.
Ustedes aplican el concepto de defaunación. ¿Qué es?
Es el concepto que tenemos de deforestación, pero aplicado a la fauna. Deforestación es arrasar bosques, arrancar los árboles y arrasar toda la vida en forma vegetal. Defaunación es lo mismo con la fauna. Y eso es lo que se está practicando, sobre todo, con el tráfico ilegal de especies: aves, mamíferos, reptiles, anfibios… que está arrasando la vida animal.
¿Cómo impacta ese tráfico en los países de origen, sobre todo en África?
Se trata de una extracción masiva a gran escala de poblaciones locales de animales en diferentes continentes para usos que suelen estar relacionados con el consumo, la medicina o el tráfico ilegal. Tiene muchísimas vertientes.
Vertientes sociales, de aceleración de conflictos y comercial. Dentro del cambio global es más conocido el cambio climático, pero en el cambio que afecta a la biodiversidad, uno de los conceptos que destacan es la defaunación. La extracción masiva de fauna. Eso hace que entres en un bosque y no escuches nada. Ni las aves ni nada. Es un silencio que te ahoga el alma.
¿Aunque el aspecto vegetal exterior sea bueno?
Si tú te adentras en un bosque en condiciones óptimas, notas el sonido de las aves, el movimiento, la vida...por todos los sentidos. Pero pasa que, como este es un proceso que está siendo muy rápido, hasta ahora no hemos visto las consecuencias que tiene.
¿Cómo cuáles?
El valor de los animales. Al extraerlos, no se está sacando únicamente el animal sino todas las relaciones que existen entre ellos. Sucede que, con el tiempo, al cabo de los 10, 15 ó 20 años hay plantas que ya no van a reproducirse, hay otros árboles que mueren, hay plagas que entran y finalmente el bosque empobrece. Es una conexión completa entre el bosque y los animales.
Usted explica que el tráfico de animales acelera los conflictos sociales.
En las zonas defaunadas aumenta el riesgo de enfermedades. De pandemias. Si se transforma la región a la ganadería hay un conflicto por el agua. Empuja a los humanos y genera movimientos. Y llegan hasta grupos armados que les reciben, pero a cambio de empuñar un arma, a su vez, para defaunar. Muchos de estos grupos se financian con el dinero del mercado negro de especies. Una etnia tiene que marcharse y llega a otro territorio donde domina otra etnia que puede decir: muy bien. Entra. Pero coge un arma.
Es decir, está relacionado con la seguridad.
Sin duda. Esa es una constante en el siglo XXI. En África uno aprende a compartir. Ellos lo dan todo sin tener nada. Escuchar, oír a la gente. Hablar y dialogar. Consensuar. Es un valor muy africano que nos hace falta. Al llegar a ese punto, tu percepción cambia. Tu sensibilidad aumenta. Necesitamos ser más humanos para afrontar este conflicto.
La perspectiva de negocio está atrayendo fondos oscuros al comercio animal.
Son picos que van saliendo. Las especulaciones en nuestro planeta están asociadas al modelo de extracción masiva de recursos. Si el recurso no está, el valor de mercado aumenta. Con esto ocurre lo mismo. Acaparación del recurso para incrementar su valor: es lo que sucede con marfil, es lo que sucede con el cuerno del rinoceronte y otras sustancias no perecederas.
¿España, Europa, ha actuado de lavadora del tráfico ilegal?
Sí.
¿Cómo?
Hay muchos procesos. Son complejos, pero se basa en que Europa es un marchamo de calidad. Todo lo que sale de Europa se supone que es correcto, las fronteras están muy controladas y lo que hay aquí está bien trazado. Se han dado falsificaciones de documentos. Empresas que de alguna manera han empezado a mover dinero que no se sabía de dónde y se ha detectado que procedía de madera ilegal… todo eso.
Decía que hay una profunda vertiente social en este fenómeno...
La previsión es que en 2050 vivan 2.500 millones de personas en África. Parece mucho, pero es que hay que tener en cuenta que en África cabe toda Europa, China, EEUU sin Alaska, Japón y toda la India. Lo que sucede es que, para entonces, el 50% de los jóvenes del mundo serán africanos. Y con una perspectiva de vida complicada. Si además de extraerles los recursos no tienen opciones estamos generando un conflicto de futuro.
Yo soy afroptimista. Sé que mis amigos de allí quieren lo mejor para sus hijos, como cualquiera. Pero, ante la desesperación, si llega un grupo y dices: '¿Qué hay que hacer? ¿Entrar allí y sacar todo el marfil que podamos? Y lo que se ponga por delante nos lo llevamos. E igual con minerales o cualquier otro recurso.
¿La caza es un instrumento de conservación?
Es parte de la dimensión social. Siendo objetivos, consideramos que la alianza entre cazadores por la conservación con los objetivos de parar la fauna es importante. El enemigo es común: los furtivos industriales, estructurados como una mafia y organizados. Los que van a sacar todo lo que puedan.
Hay sitios como en Botswana donde recientemente se abatieron 95 elefantes en un par de horas en una zona después de que se prohibiera la caza. Después del episodio del rey emérito y del león Cecil, muchos cazadores presionados por las emociones decidieron no ir a cazar.
¿Son entonces un recurso económico que ayuda?
El 70% de los cazadores de trofeos son de EEUU. Un 15-18% españoles, un 7% alemanes. Cuando estos grupos deciden no ir a una zona, ahí se cierra el servicio. El concesionario de caza no es el dueño de la tierra. Los dueños son las comunidades locales que no tienen acceso a la agricultura, no hay riegos. No hay grandes pozos. No hay comunicaciones. Las comunidades locales no recurren a la agricultura. Recurrirían a la ganadería. Y la ganadería es una competencia por el agua por los pastos, por el alimento. Y a cambio introducen patologías como la lengua azul o la brucelosis. Y llegan grupos mafiosos y dicen: ¿Qué quieres, dinero? Yo te doy dinero. Pero a cambio quiero leones. Quiero pangolín. Quiero madera. Con el taco de billetes por delante. Es una forma de neocolonialismo que busca beneficios inmediatos.
Estamos en una situación como una hemorragia. Y ante una hemorragia lo que hay que poner es un torniquete. Para nosotros el torniquete es la caza. La caza por la conservación.
Suena todo a una situación mucho más compleja.
Te digo que desde que he entrado en el plan de acción necesito más tiempo para respirar, limpiar la mente… tiene muchísimas aristas. Porque de lo que se trata es de nosotros. No de los africanos, de los chinos o los europeos. Sino nosotros como especie o como planeta.
En España también hemos padecido una defaunación, ¿no?
Aquí hemos tenido nuestros momentos. Después de la guerra civil, las décadas de transformación de grandes bosques en otras cosas. La perspectiva que tenemos de lo que pasó en España hace 70 años tenemos que transferirla. Nosotros estamos trabajando en África en zonas que tienen el nivel de desarrollo es el que había en España hace siete décadas. Cometiendo los mismos errores que cometieron nuestros abuelos.
La idea que predomina es que sin un millonario caprichoso no habría este problema.
Estoy de acuerdo, pero no hay que verlo como algo solo de un millonario en Wisconsin. Palo santo [una madera con múltiples usos que se ha puesto de moda y se vende incluso por correo en saquitos muy baratos]. Se compran en cualquier sitio. Cuando a todo el mundo le da por el palo santo, se convierte en lo más reventado del planeta. Llegará un momento en el que habrá que regular el palo santo y luego prohibirlo. Otro ejemplo: la coquina. Sí, comemos coquina. Y, en tiempos de mi abuela, la coquina medía cinco centímetros. Hoy la talla legal es 2,5 centímetros. La talla ha ido bajando de 5 a 4,5 a 4 a 3,5. A través del mercado nos adaptamos a la extinción y eso es lo que hay que romper.
¿Qué es lo último que ha visto en África?
Veneno. Cianuro. Meten cianuro en los campos de melones. Los campos agrícolas avanzan en un terreno que no es reserva. La agricultura mínima avanza. El elefante necesita seguir comiendo y bebiendo. Cercan una zona para melones y los elefantes comen. Así que le ponen cianuro a un melón a ver si cae un elefante. Cae y lo descuartizan. Los más listos se llevan los colmillos y el resto intenta comerse la carne.
Otra manera es la lucha por el agua. No es una cuestión estricta con los humanos sino con el ganado. Los masais crean una zona de protección alrededor de un abrevadero que se llama womba. Lo rodean con ramas, troncos, púas de acacia. Con muros de cuatro metros y todo el perímetro. Así ni gacelas, ni ñues ni impalas ni nada entra allí. Pero controlan una entrada para que las vacas y las cabras entren a beber. Esa es otra forma de defaunar. Les estás retirando el agua.
Ha dicho que es usted optimista. ¿Cómo?
Educación, que parece un tópico. Pero no hay otra. Conciencia. Mentalización y acto. Es lo que se olvida. No es cuestión de buenas intenciones sino de ser crítico con tu forma de vida y contrariedades. Un europeo paga 2.000 euros y tienen el safari de su vida. Muchos africanos pagan 6.000 euros para venir a España en los bajos de un camión.