Un traje de torero, un trombón y miles de euros entre los objetos perdidos en Madrid en la pandemia

Andrea Atanes

2 de septiembre de 2021 22:37 h

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En la parte de atrás de lo que parece una pequeña oficina junto a la Plaza de Legazpi, se acumulan torres de objetos esperando por sus dueños. Pasillos y más pasillos de estanterías sin precios que recuerdan a unos grandes almacenes repletos de cajas con los enseres más inesperados: maletas, mochilas, gafas o cualquier otra cosa que las personas que pasan por la capital dejan tras de sí. De suelo a techo, las baldas rotuladas con el día de recogida hacen acopio de todo aquello que se olvida (voluntaria o involuntariamente) en los transportes de la ciudad o en la vía pública y que algún hallador –persona que encuentra y entrega el objeto– ha tenido a bien devolver.

Hay jornadas que parecen más fructíferas que otras. El cubículo destinado al 13 de julio desborda entre maletas, baúles de correos o incluso una televisión, mientras otros días del calendario quedan vacíos sin mayor explicación. Así se han llegado a almacenar 15.833 objetos desde enero, así como 55.000 euros en efectivo –en 2019 y 2020 se ingresaron más de 100.000 euros–. Si retrocedemos al inicio de la pandemia la cifra alcanza los 50.590, dato que dista mucho de los 70.000 que registra la oficina de media cada año.

Actualmente, este organismo custodia 88.585 pertenencias, cerca del 50% procedente del aeropuerto de barajas –entregado por AENA–, mientras que la otra mitad se divide en un 20% desde Metro Madrid, un 10% de la EMT, otro 10 de Correos, y el resto entre cercanías, taxis y vía pública.

Para tratar de sacar beneficio municipal a esta montaña de cosas, el Ayuntamiento ha decidido sacar a subasta más de 2.000 piezas de joyería y bisutería que nadie ha reclamado durante más de dos años. La puja de alrededor de 200 lotes comenzó el 30 de agosto a través de internet hasta el 15 de septiembre, fecha en la que se cerrará la web habilitada gestionada por la empresa Surus Inversa, que tendrá que hacerse cargo de aquellos conjuntos que no hayan sido adquiridos. Engracia Hidalgo, delegada de Hacienda y Personal del Ayuntamiento ha explicado en un acto en la propia oficina a donde iría a parar lo recaudado en este proceso: “Ese dinero se ingresa en las arcas municipales para financiar los servicios públicos de todos los madrileños”.

Un traje de luces, un trombón o 3.000 euros en un sobre han pasado por estas dependencias, situadas en Paseo del Molino 7, según explica Lola Andrés, subdirectora de la oficina, recuerda que el atuendo taurino fue subastado y la devolución del efectivo destinado en su origen a una congregación religiosa que extravió a un ciudadano italiano en el aeropuerto.

Dentro de una sala cerrada con llave, un armario también sellado custodia torres de dispositivos Apple entre los que se cuentan decenas de iPhones, iPads u ordenadores Mac. Aun así, el descenso en los enseres que llegan cada día es notable, ya que antes se devolvían una media de 200 al día. Andrés achaca la bajada de “más o menos la mitad” de artículos recogidos durante la pandemia a la falta de movimiento: “Al no haber turismo, eso se nota. Hay que tener en cuenta que la mayoría de objetos vienen de AENA o Renfe”.

El viaje de los olvidados

Una mochila abandonada en la línea 1 de metro viaja sola hasta el final del trayecto. A las 2 de la mañana, el último operario de una estación ya vacía la rescata para depositarla en una sala, junto a otros objetos extraviados en los vagones de la capital. Al cabo de unos días, tras no ser reclamada por su propietario, Metro Madrid la transporta a un pequeño almacén cerca de Matadero. En la Oficina de Objetos Perdidos, donde tras ser registrada, será custodiada durante los próximos dos años, a la espera de que su dueño la recuerde.

De ser así, el ciudadano que la olvidó debería informar de todas las particularidades que recuerde: donde y cuando la perdió, forma, tamaño y color, contenido… Incluso mostrar una foto si la tuviese. Todo ello con el fin de que los trabajadores de la oficina puedan verificar su propiedad y evitar la picaresca. De haber algo identificativo en el objeto –una dirección, un mail, un teléfono–, son los propios operarios municipales quienes tratan de contactar a la persona.

Transcurridos 24 meses sin que nadie pregunte por ella, la mochila pasará a ser propiedad del Ayuntamiento de Madrid, que dependiendo de su contenido, tiene múltiples formas de hacer uso de él, gracias a los diferentes convenios firmados con ONG u otras entidades. Mientras que el propio objeto podría ser utilizado por la policía para entrenar a sus perros, en el caso de portar ropa, esta se entregaría a organizaciones humanitarias, algo que también se haría con gafas de sol o graduadas, que volarían destino Zimbabwe. El otro camino es formar parte de los lotes de subasta para repercutir en las arcas públicas. Aquí nada se tira, todo se guarda.