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Uno de cada tres adultos tiene importantes carencias en lectura o matemáticas en España

España, entre los países con mayor tasa de adultos que tienen "carencias relevantes" en competencia lectora y matemática.

Daniel Sánchez Caballero

10 de diciembre de 2024 10:59 h

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Uno de cada tres adultos en España (un 31%) tiene “carencias relevantes” en matemáticas, lengua o resolución de problemas (APS, en inglés), según la prueba internacional PIAAC de la OCDE (Programa Internacional para la Evaluación de las Competencias de la Población Adulta, en sus siglas en inglés). Además, uno de cada cinco (un 21%) tiene esas lagunas formativas simultáneamente en dos o las tres áreas evaluadas.

Con carácter general, la población española de entre 16 y 65 años aparece por debajo de las medias OCDE y UE en los tres apartados: 247 puntos frente a 260 en lectura; 250 por los 263 en matemáticas; y 241 frente a 251 en la resolución adaptativa de problemas. España está básicamente igual que en 2011-12, cuando se realizó la anterior edición de PIAAC. Baja tres puntos en lectura y sube seis en matemáticas.



El Ministerio de Educación sostiene que el rendimiento de los adultos en esta prueba es “medio” en lectura y matemáticas y significativamente inferior en APS. Sin embargo, en el comentario que acompaña a los resultados que distribuye la OCDE, la responsable de PIAAC encuadra a España en el grupo de los que tienen “diferencias significativas” respecto a las medias.

Los países que más arriba aparecen en las tres categorías son Finlandia, Japón y Suecia, con puntuaciones que rozan los 300 puntos en matemáticas y lengua y los 275 en resolución de problemas. Por abajo, destacan Chile, Polonia y Lituania. España está encuadrada en un grupo de países formado por Corea, Hungría, Estados Unidos o Italia.

En el tercio inferior

Con carácter general, España aparece en el tercio inferior de la clasificación que ofrece la OCDE en las tres pruebas, aunque los analistas expertos suelen explicar que en este tipo de informes suele ser más relevante la evolución de un país entre ediciones –estancamiento para los adultos españoles– que la comparación con otros, o incluso el escrutinio fino de los datos internos.

Por ejemplo, en España destaca la equidad en los resultados. En esa clasificación aparece entre los mejores: la diferencia entre los que más rinden y los que menos es más pequeña que en la mayoría de los países (en torno a los 130 puntos de distancia, cuando los países más desiguales están en 160, con Estados Unidos a la cabeza).

Sin embargo, esa equidad suele lograrse a costa de figurar en la parte baja de las clasificaciones. Si se desglosan los resultados españoles por niveles de rendimiento, se observa que en lectura hay seis veces más ciudadanos en los dos niveles más bajos (un 8,8% en el último y un 21,5% en el penúltimo para un total del 30,3%) que en los dos más altos (0,3% en el mejor, 5,6% en el segundo mejor).

Dicho de otro modo, tenemos tres veces más personas en el grupo de rendimiento bajo que Japón (primer país de la lista) y seis veces menos en el más alto, como se puede observar en el gráfico. Con otras cifras, en la competencia matemática sucede prácticamente lo mismo.



La equidad (a la baja) del sistema se muestra en todos los ángulos de análisis. Cuando se desglosan los resultados por grupos de edad, la diferencia entre los que tienen 55-65 años (los que menos rinden consistentemente en todos los países) es de 22 puntos en España, 30 para la media de la OCDE. Lo mismo pasa en función del origen del encuestado: los migrantes, que también rinden peor, obtienen 36 puntos menos que los nativos de padres españoles, cuando la diferencia media es de 45 puntos en la UE. La brecha de género también se hace menos presente, aunque sigue destacando en las matemáticas a favor de los hombres, como ya mostró la prueba TIMSS hace una semana: ellos rinden diez puntos mejor, una distancia estadísticamente significativa.

Entre igual y peor

La comparación respecto a la anterior edición de PIAAC muestra un retroceso generalizado en los resultados de lectura. Del total de participantes en ambas pruebas, solo Finlandia y Dinamarca han mejorado significativamente, dice la OCDE. Frente a esto, 14 naciones siguen igual y 11 han empeorado.

En matemáticas la evolución está más repartida: hay ocho mejorías, 12 países que están igual (España entre ellos) y siete descensos.

El efecto edad

PIAAC incluye también un análisis de lo que llama “el efecto del envejecimiento” en la comprensión lectora, cuánto afecta el paso de los años. Tener dos estudios con las mismas cohortes de población permite observar la evolución de un determinado grupo etario.

“Las comparaciones obtenidas a partir de los resultados de la segunda prueba revelan pérdidas sustanciales de habilidades que están relacionadas con la edad a partir de los 35 años (pero más raramente entre los adultos más jóvenes)”, analiza el Ministerio de Educación. Unas pérdidas competenciales que también se observan en España.

Los adultos jóvenes nacidos entre 1989 y 1996 obtuvieron siete puntos menos en 2023 (cuando tenían entre 27 y 34 años) que en 2012 (cuando tenían entre 16 y 23 años), “una diferencia no significativa”, según Educación. “En el siguiente tramo, de 35-44 años en 2023, la pérdida observada es de 10 puntos (una diferencia significativa) y de 16 puntos en el tramo de 45-54 años. En la generación de más edad (44 a 54 años en 2012), la pérdida es algo menor con 13 puntos menos (descenso significativo)”.

Con la perspectiva etaria también se da una paradoja. Por un lado, dice la OCDE, muchos países que han participado en la muestra “han visto un aumento en la proporción de adultos mayores en sus poblaciones”. Dado que esos grupos “típicamente tienen competencias más bajas”, y pesan más sobre el total, tiran de la media hacia abajo. Sin embargo, las nuevas generaciones están más formadas que las anteriores (en España la tasa de abandono temprano se ha reducido a la mitad en una década), con lo que su inclusión en PIAAC (a partir de los 16 años) tira de los resultados hacia arriba. Cuánto pesa cada factor no se ha analizado –o compartido–.

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