Trombos y coronavirus: los cardiólogos explican por qué hay que seguir vacunándose

La vacuna de AstraZeneca –ahora llamada Vaxzevria–, además de ayudar en la batalla contra la COVID-19, libra otra para recuperarse de su descrédito. Después de los sucesivos parones y cambios en los planes de vacunación de los gobiernos, los equipos de farmacovigilancia europeos encontraron un posible vínculo entre este suero y unos casos de trombos infrecuentes que afectan en su mayoría a mujeres menores de 60 años. Son unas decenas entre los casi 20 millones de personas que han recibido la primera dosis en todo el mundo, por lo que la Agencia Europea del Medicamento (EMA) ha decidido que el beneficio sigue superando a los riesgos. En España, Sanidad notificó hasta la semana pasada 12 casos adversos de entre los más de 2,5 millones de dosis administradas.

No obstante, este martes Janssen ha paralizado el lanzamiento en Europa de su esperada vacuna por la misma razón tras una advertencia de Estados Unidos, que lo pidió unas horas antes. El detonante han sido seis casos de coágulos sanguíneos entre las más de 6,8 millones de personas que han recibido la monodosis, uno de ellos mortal. “Las autoridades sanitarias (de EEUU) advierten que la gente que haya recibido nuestra vacuna contra la COVID-19 y que en las tres semanas posteriores desarrolle dolor de cabeza intenso, dolor abdominal, en las piernas o dificultad para respirar, acuda a su médico”, ha explicado Johnsson & Johnsson en un comunicado. 

Los síntomas descritos por la farmacéutica estadounidense coinciden con los casos de trombos de quienes recibieron AstraZeneca. Es decir, la llamada trombosis de senos venosos y de arteria esplénica. Aun así, son “muy infrecuentes”, mucho más que los coágulos sanguíneos que puede provocar una infección por coronavirus. Y aunque son eventos trombóticos distintos, los expertos consultados advierten de que no son más graves que los asociados con la enfermedad, solo más raros.

Trombos y vacunas: 1 de cada 200.000 vacunados

El trombo es un coágulo de sangre que se produce en el interior de un vaso sanguíneo y que dificulta o impide la circulación. Se da tanto en arterias como en venas o en vasos microscópicos. Los casos que estudian las agencias reguladoras europeas relacionados con AstraZeneca son trombosis de senos venosos cerebrales. “En ocasiones, esta enfermedad se relaciona con un proceso de trombocitopenia –cuando el organismo tiene un número bajo de plaquetas– y provoca una reacción inmunológica al adenovirus del suero”, explica Iván Núñez Gil, cardiólogo en el Hospital Clínico San Carlos.

Tanto AstraZeneca como Janssen utilizan la tecnología adenoviral: un vector viral, de chimpancé en el caso de la primera y de humano en la segunda, que se infecta y sirve como “coche” para que la información se introduzca en las células del vacunado. El trombo, en estos caso, se formaría como reacción inmunológica a este vector. ¿Eso significa que los coágulos ocurridos tras la vacunación con Janssen se deben a su vez al adenoviral?

“Es pronto para decirlo y hay que ser muy cautelosos para que no pase como con AstraZeneca”, apostaba Núñez Gil antes de la decisión de Janssen. “De existir causalidad, que no se ha confirmado aún, generaría una reacción inmunológica similar a la que se produce con otros tratamientos como la heparina”, abunda David Vivas, presidente del Grupo Trombosis de la Sociedad Española de Cardiología. Por eso, ambos expertos no recomiendan tratar estos casos con heparina, la medicación que normalmente se receta para los trombos.

Los síntomas son un dolor de cabeza que aumenta al estar estirado y disminuye al estar de pie y que puede acompañarse de déficits neurológicos similares a los del ictus, como pérdida de fuerza o visión, dificultad focal o alteración del lenguaje.

La trombosis de senos venosos cerebrales es una afección cerebrovascular “poco frecuente” y ligeramente más común en “mujeres y pacientes jóvenes”. Su incidencia se sitúa entorno a 1-1,3 casos por 100.000 habitantes al año, según la Sociedad Española de Neurología. “La incidencia actual de este tipo de trombosis (de senos venosos y de arteria esplénica), ambas acompañadas de plaquetas bajas, es de 6,5 casos por millón de habitantes”, dijo también la secretaria de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), Carmen Cámara, en una entrevista con elDiario.es. Los primeros indicios están apareciendo entre los 5 y los 21 días después del primer pinchazo.

“Los síntomas más característicos son un dolor de cabeza que aumenta al estar estirado y disminuye al estar de pie y que puede acompañarse de déficits neurológicos similares a los del ictus, como pérdida de fuerza o de visión, dificultad para enfocar o alteración del lenguaje”, dice Joan Carles Reverter, presidente de la Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia. Así, atacaría en mayor medida a las mujeres más jóvenes porque muchas veces tiene que ver “con alteraciones hormonales”. En España, la última novedad ha sido dejar de administrarla a menores de 60 años pero aumentar la edad de aplicación hasta los 69.

El cardiólogo del Hospital Clínico de Madrid, Núñez Gil, cree que “la parte buena” es que “es una trombosis muy rara y que se empieza a conocer para tratarla, lo que hará que los cuadros no sean tan aparatosos ni tan graves como los que han alarmado a la población”. “No son más graves que otros eventos trombóticos; el problema es que están relacionados con un medicamento y no con una enfermedad”, reconoce Reverter. “El miedo es libre, pero personalmente creo que es un error no acudir a vacunarse por esto”, dice el también hematólogo del Hospital Clinic de Barcelona.

De hecho, actualmente la EMA está estudiando la potencial aparición de trombocitopenia en tres vacunas autorizadas contra la COVID. “Ningún tratamiento o vacuna está libre de presentar algún efecto adverso y algunos de amplio uso, como el ibuprofeno, pueden ocasionar efectos secundarios más frecuentes que la vacuna y no por ello se dejan de utilizar”, recuerda David Vivas. “Es muy importante que tanto las autoridades sanitarias como los profesionales mandemos un mensaje de calma, seguridad y confianza hacia la vacunación. La incidencia de posibles complicaciones por la vacuna de AstraZeneca, 4 casos por millón de vacunados, es infinitamente menor que las complicaciones trombóticas de la infección por COVID-19”, dice el presidente del Grupo Trombosis.

"Ningún tratamiento o vacuna está libre de presentar algún efecto adverso y, de hecho, algunos de amplio uso como el ibuprofeno pueden ocasionar efectos secundarios más frecuentes que la vacuna y no por ello se dejan de utilizar"

Trombos y coronavirus: 1 de cada 6 enfermos

En lo que coinciden todos los expertos consultados es en que los riesgos de sufrir trombosis por el coronavirus son más preocupantes que los que podrían asociarse con las vacunas. “El SARS-Cov-2 produce un estado de hipercoagulabilidad (mayor incidencia de trombos) debido a una activación de sustancias inflamatorias en la sangre”, explica Vivas. “Cuanto más grave sea la infección por COVID-19, más probable y de mayor gravedad son los trombos que se producen”. En general, la probabilidad de sufrir un trombo durante la infección por COVID-19 oscila entre un 10-15% según las series y ese porcentaje aumenta hasta un 26% en los pacientes ingresados en UCI

Hay coágulos que se derivan de la situación clínica del paciente o de la medicación que esté tomando. “Los más frecuentes, los arteriales, se dan en pacientes críticos, que están en las UVI ventilados o llevan muchas semanas sin moverse en la UCI”, explica Núñez Gil. Pero también se dan trombosis venosas, ictus o embolias pulmonares. “En las autopsias hemos encontrado trombos un poco diferentes a los que provocan los infartos y en los que se produce una reacción inmunológica distinta”, ilustra el doctor. La respuesta inflamatoria que provoca el virus favorece la aparición de trombosis venosa o arterial, así como de lesión miocárdica, miocarditis y arritmia. “Es muy frecuente y tiene una mortalidad alta”, alerta el experto. 

La obesidad, el tabaquismo, el cáncer y sus medicaciones, las cirugías, el inmovilismo, los anticonceptivos, los corticoides, el embarazo y el posparto aumentan más el riesgo de trombo que la vacuna.

“La realidad es que la posibilidad de tener una trombosis por pasar la COVID es 1 de cada 6 si se tiene alrededor de 50 años. Y con la vacuna de AstraZeneca, la posibilidad es 1 de cada 200.000”, abundó Carmen Cámara, de la SEI. Joan Carles Reverter, además, recuerda que hay otras situaciones y hábitos que pueden aumentar el riesgo de sufrirla: “La obesidad, el tabaquismo, el cáncer y sus medicaciones, las cirugías, el inmovilismo, los anticonceptivos, los corticoides, el embarazo y el posparto”, enumera el médico del Clinic.

“Es importante conocer que el riesgo de trombosis en pacientes vacunados no es mayor que el de la población general, independientemente del tipo de vacuna”, recoge David Vivas. “Que la gente se vacune, sin dudarlo”, sigue. “La alarma sobre AstraZeneca está poco justificada mientras que deberíamos tener más alarma sobre la pandemia”, coincide Núñez Gil, del Clínico. “Yo he tenido un paciente que se ha ido a casa después de superar una pulmonía bilateral y ha vuelto a los 10 días por un ictus”, cuenta. Por eso, “en general deberíamos fiarnos más de las recomendaciones de las agencias reguladoras y comparar este efecto secundario que se está aprendiendo a prevenir y a tratar rápido con los del virus, que son tremendamente más complicados y dañinos”.