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Turquía se levanta contra los asesinatos machistas

EFE

Estambul —

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Turquía lleva tres días de movilización contra la violencia machista desde que se dio a conocer el pasado sábado el asesinato de la estudiante Özgecan Aslan.

El miércoles pasado, Aslan, estudiante de psicología de 20 años en la ciudad meridional de Mersin, se quedó como última pasajera en un minibus, una forma habitual de transporte, cuyo conductor intentó violarla y acabó matándola a golpes.

El cadáver fue quemado y las manos seccionadas para tratar de borrar huellas del asesino.

El crimen fue descubierto el sábado, cuando el conductor fue detenido, y lo ocurrido causó una reacción inmediata: decenas de marchas de protesta, condenas de políticos, mareas de comentarios en las redes sociales y pancartas de repulsa en los partidos de fútbol, entre otras manifestaciones de repulsa.

¿Por qué esa respuesta inaudita? Porque lo que le sucedió a Özcegan le podría haber ocurrido a cualquiera, señaló a Efe la activista feminista Aysun Eyrek.

“En otros casos de violación, la sociedad siempre busca un pretexto para pensar que la mujer en el fondo tenía cierta culpa. En el caso de Özgecan no hay disculpa: sólo se subió a un minibús para volver a casa”, señaló Eyrek.

“Si ella hubiera bebido alcohol y hubiera conocido en un bar al hombre que la intentó violar, las reacciones no habrían sido las mismas”, agregó.

De hecho, a un popular cantante, Nihat Dogan, se le ocurrió pedir en Twitter, al condenar el asesinato de la estudiante, que “no montaran escándalo” las mujeres que saliesen “a la calle en minifalda o desnudándose” y fueran violadas por “pervertidos por la educación laica”.

La oleada de indignación fue tal que Dogan tuvo que pedir disculpas, aunque lo hizo desvinculando el tuit del caso de Özgecan, “que no llevaba minifalda”.

Para demostrar que las minifaldas no tienen culpa alguna, varias agrupaciones feministas han convocado una manifestación el sábado en Estambul invitando a los hombres a llevar esa prenda.

Ilke Gökdemir, voluntaria del centro de acogida de mujeres Mor Çati en Estambul, piensa que muchas mujeres buscan excusas para “explicar” otras agresiones: “Piensan: 'Ella estaba con aquel hombre, la mató... Mi hombre es distinto'. En el caso de Özgecan era más evidente que le puede pasar a cualquiera”.

Cada año, la violencia machista se cobra la vida de más de 200 mujeres en Turquía, según las cifras de la revista Bianet, que recoge desde hace cinco años todos los casos que se reflejan en la prensa.

En 2014 en Turquía, un país de 75 millones de habitantes, murieron asesinadas por violencia machista 281 mujeres, mientras que en España, con unos 46 millones de habitantes, se registraron 53 muertes.

Al igual que en el resto de Europa, en dos de cada tres casos, el asesino es su pareja presente o pasada, o un pretendiente.

Entre un 15 y un 20 por ciento corresponde a familiares masculinos -reflejo de la tradición de los denominados “crímenes de honor” en la que la propia familia asesina a una hija o hermana- y poco más del diez por ciento a agresores no directamente relacionados con la víctima.

Ante esta situación, el Gobierno “lleva una década sin hacer nada, y los altos cargos hablan de las mujeres de una manera muy conservadora”, según Gökdemir.

El domingo, el primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, condenó duramente el crimen, pidiendo “romper las manos que se pongan encima de las mujeres”, pero no convenció a las feministas.

“El Gobierno cree que la única función de las mujeres es dar a luz y educar a nuevas generaciones para fortalecer la familia. Dice que la carrera de la mujer es la familia. Pide que nazcan también los hijos de violaciones. Todo esto coloca a las mujeres en un segundo lugar, las convierte en objetos. Un primer ministro que ve a las mujeres bajo este ángulo no es sincero cuando denuncia el asesinato de Özgecan”, sostiene Eyrek.

En el mismo discurso, Davutoglu recordó que cuando su partido, el islamista AKP, llegó al poder en 2002, sólo había 11 centros de acogida que protegían a 283 mujeres amenazadas; ahora hay 131 casas con 3.382 mujeres bajo protección.

A la voluntaria de Mor Çati no le convencen esos datos: “En estos centros no hay apenas personal cualificado, ni psicólogas, sólo administrativos. Antes sí había una red de centros con trabajadores sociales experimentados y nos coordinábamos con ellos, pero se ha desmantelado”, afirmó Gökdemir.