La portada de mañana
Acceder
Aldama zarandea al PSOE a las puertas de su congreso más descafeinado
Corazonadas en la consulta: “Ves entrar a un paciente y sabes si está bien o mal”
OPINIÓN | Días de ruido y furia, por Enric González

ENTREVISTA | Uge Sangil, nueva presidenta de la FELGTB

“La gente que se indigna por que vayamos al Orgullo en bañador, con plumas o purpurina tiene miedo a la libertad”

La Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB) ha dado el pistoletazo de salida a una nueva etapa. La mayor entidad LGTBI de España y una de las organizadoras del Orgullo que a principios de julio llena las calles de Madrid ha elegido a la activista Uge Sangil como nueva presidenta, un cargo que deja atrás Jesús Generelo y por el que también han pasado históricos como el socialista Pedro Zerolo, los activistas Boti García Rodrigo y Toni Poveda o la hoy diputada de Podemos en la Asamblea de Madrid Beatriz Gimeno.

Sangil, lesbiana y antigua portavoz de Educación de la federación, asegura que afronta el cargo con “ilusión y responsabilidad” y define como próximos retos la aprobación de la Ley LGTBI que tramita el Congreso de los Diputados, el reconocimiento y la visibilidad de las personas trans y la defensa de los derechos LGTBI más allá de nuestras fronteras. Eso sin olvidarse de esa homofobia sutil y casi invisible que sigue marcando el día a día de muchas personas. La norma, dice, “sigue siendo heterosexual”.

Hay quien dice que en España no hay nada que reivindicar y los derechos LGTBI ya están conseguidos. ¿Qué falta?

Faltan muchas cosas. Cuando vas a los colegios te das cuenta de que todavía hay mucha homofobia y bifobia encubierta, que no se palpa con facilidad. A los niños y niñas les preguntas sobre los gays, lesbianas o trans y te dicen que no pasa nada, pero cuando escarbas un poco, aflora. Y ves a los chiquillos LGTBI cómo bajan la cabeza y se ruborizan porque son incapaces de salir del armario o porque están sufriendo acoso. Es obvio que ha habido un cambio importante, pero en el día a día se nos sigue mirando como algo distinto o como algo raro, como lo otro. Todavía hay muchísima gente en el armario.

¿Qué pasa en el ámbito laboral?

La gente no se permite el lujo de decir en el trabajo que es gay, lesbiana, bisexual o trans. Tenemos tremendamente interiorizado el miedo. El empleo es uno de los ámbitos en los que más te retraes o más te escondes por miedo a lo que pueda pasar.

¿Ha perdido el Orgullo LGTBI la esencia reivindicativa que tenía en sus inicios?

Yo creo que ha cambiado de modelo. Lo importante es que el mensaje sigue llegando y por eso nosotros seguimos trabajando nuestro Orgullo. Durante estos últimos años hemos tenido diferentes reivindicaciones y el año en el que fue la bisexualidad, se habló de ello en España. Eso también es importante, que el mensaje vaya calando. Seguimos saliendo a la calle con alegría, queremos salir de ahí, de ese sufrimiento, siendo nosotras mismas y esta es la forma que tenemos de expresarnos y de vivirlo.

Cada año se repiten los mismos mantras: “Que reivindiquen lo que quieran, pero ¿por qué tienen que ir así? Con maquillaje, purpurina y dando el cante” es uno de los habituales...

Yo creo que las personas que dicen esas cosas tiene miedo, pudor y temor a mirarse a sí mismas. La gente que se indigna por que vayamos en bañador, bikini, con plumas, con purpurina o como quiera cada persona al Orgullo tiene miedo a la libertad. Yo pienso que el que mira siente ese 'yo no soy capaz'. La forma de expresarse es algo propio y personal. Oye, sal a la calle y hazlo como quieras, sé libre. Vivimos en una sociedad muy encajonada y a la gente le da miedo exponerse. Nosotros nos sentimos libres así: soy gay, soy bollera, ¿y qué pasa?

El PP interpuso un recurso de inconstitucionalidad contra el matrimonio igualitario en 2005 y el año pasado estaba en la cabecera de la manifestación del Orgullo. Fue algo muy criticado.

Es difícil de explicar y no se nos entiende bien, pero yo creo que la crítica es comprensible. Fue un voto de confianza ante la Ley LGTBI que presentamos y que queríamos que entrara en el Congreso porque en las negociaciones previas que habíamos tenido habíamos visto disponibilidad. Confiamos en que nos iban a apoyar, pero nos han engañado y no solo no votaron a favor de la toma en consideración, sino que presentaron una enmienda a la totalidad descafeinada y sin contenido. Yo lo tengo claro: me engañas una vez, no me engañas dos. Tendrían que cambiar muchas cosas para invitarles otra vez. De momento es un 'no' y quitaría la palabra de momento. Es un 'no' porque no se lo merecen.

Además de elegirla como presidenta, la FELGTB ha sustituido en su nombre la palabra “transexuales” por “trans”. ¿Por qué ese cambio?

La FELGTB tiene que ser una federación inclusiva. Vamos a utilizar el término 'trans' como término inclusivo, como paraguas de todas las realidades que existen. Y ahí podemos hablar de transexualidad, de la que siempre hemos hablado, pero también de las personas agénero, no binarias y otras diversidades. Es una realidad que está en la calle y sobre la que se nos estaban pidiendo posiciones. Es el paso que tenemos que dar para incluirnos todas, todos y todes. No podemos dejar a nadie fuera de esta casa.

¿La FELGTB es feminista?

Sí, por supuesto. Las personas LGTBI no podemos luchar sin tener en cuenta y caminar juntas con el feminismo. La lucha del movimiento comenzó desde el feminismo y no podemos olvidar quién nos aplasta. No solo a las mujeres les aplasta el patriarcado, a las personas LGTBI también. Esto es así porque rompemos con la norma y no respondemos a ella. Nos aplasta esa misma sociedad que no quiere que nos salgamos del redil y que nos condena a ser de segunda clase, nos quita el poder y nos relega. Creo que a los hombres gays en cierta manera también les oprime el patriarcado porque se les obliga a ser algo que no son. Además de esa imposición social de que tienen que estar perfectos, ser musculados... es como 'vale, entras, pero tienes que ser de esta manera'. También hay mucha plumofobia. Es que al final la imposición de roles de género afecta a la comunidad LGTBI.

¿Hay plumofobia también dentro del propio colectivo LGTBI?

Sí. Ser gay, lesbiana, trans o bisexual no te impide que seas homófobo. La homofobia interiorizada existe. A mí me han educado en una sociedad donde tengo que rechazar lo que soy, por lo tanto también soy homófoba, bifoba y transfoba. Es algo que todas nos tenemos que trabajar día a día. Aunque a mí me encanta la pluma.

¿Es la G la letra más visible de la sigla LGTBI?

Sí. Son hombres y tienen privilegio, son más visibles. Aunque también ahí intercede la clase. La sociedad ha dado un lugar a algunos con un determinado estatus social. O sea que el patriarcado tiene mucho que ver, pero también el capitalismo y la clase social. Pero es verdad que las lesbianas o las personas trans sufrimos una doble o a veces triple discriminación. Estamos mucho más invisibilizadas y nos faltan referentes. Mucha gente puede enumerar a hombres gays más o menos conocidos, en nuestro caso no tanto.

¿Tiene que hacer el colectivo LGTBI autocrítica con el tema racial?

Por supuesto. Debemos tener muy en cuenta que no es lo mismo ser mujer lesbiana blanca que ser mujer lesbiana negra, por ejemplo. Hay que hacer una autocrítica constructiva en el sentido de incorporar miradas. En el colectivo LGTBI no se debe tratar solo de incluir letras, sino abrir brazos y miradas hacia otras culturas, religiones e identidades. Las etiquetas son para visibilizar realidades, pero dentro de seas realidades hay mucha diversidad. Y no solo racial, también tenemos que hablar de diversidad funcional o discapacidad.