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Las universidades privadas ganan terreno a la pública y ya son el 40% en España
Mucho aprobado, poca investigación. Las universidades privadas en España (muchas de ellas vinculadas a la Iglesia católica) se centran especialmente en enseñanza y aprendizaje (la parte que atañe a los alumnos matriculados), pero se olvidan más de la otra pata que sustenta la esencia universitaria: la investigación y transferencia de conocimiento, según el ranking CyD.
En este estudio, la Fundación CyD (Conocimiento y Democracia) evalúa las principales universidades españolas y su rendimiento en las diferentes actividades que marcan la idiosincrasia de los centros de educación superior. Y una de las conclusiones de los datos da la razón a los críticos con los centros de iniciativa privada, a los que desde algunos sectores se acusa de no invertir en investigación porque no es rentable, conformando una universidad de baja calidad.
El exrector de la Universidad Complutense, Carlos Andradas, lo explicaba así: “La única condición para crear una universidad privada, aparte de unos estándares físicos de espacio, etc., es ofrecer ocho titulaciones oficiales, nada más, sin siquiera especificar si grado o máster. Es una ridiculez. ¿Qué clase de universidad es esa? Nos parece incomprensible que no haya unos requisitos de investigación, etc. Eso es la calidad de un centro”.
En ese sentido, la mayoría de las universidades de la Iglesia ejemplifica esta situación. El ranking CyD, que incluye información de 12 universidades católicas (la mitad de las 25 privadas analizadas), refleja cómo estos centros destacan en el apartado enseñanza y aprendizaje, pero no lo hacen en los de investigación, transferencia de conocimiento o contribución al desarrollo regional.
El listado establece una serie de indicadores para cada apartado, cada uno de ellos con cuatro posibles clasificaciones: alto rendimiento, intermedio, bajo o sin datos. En el de enseñanza, que tiene 9, se mide por ejemplo la tasa de graduación de grado y máster o la relación entre créditos matriculados y aprobados, entre otras. En la de investigación hay otros 9, que evalúan aspectos como los fondos externos obtenidos para proyectos, las publicaciones por profesor o los postdoctorandos que tiene una universidad.
Así, en el apartado de enseñanza los 12 centros de la Iglesia obtienen un 58% de indicadores de alto rendimiento, un 20% de intermedio y un 21% de bajo. En el apartado de investigación, los porcentajes se invierten: un 18% de alto, un 7% de intermedios, un 44% de bajos y un 29% no tienen datos o no aplica.
Si se comparan estos resultados con los de 12 universidades públicas de mitad de tabla, excluyendo las mejores y las peores, se observa la diferencia entre los modelos. Los centros públicos presentan índices de estudiantes aprobados mucho más bajos, pero de investigación mucho más altos.
En las universidades públicas, el 13% de los indicadores de enseñanza son altos, el 32% medios y el 55% bajos. En la investigación, estos 12 centros presentan un 44% de indicadores de alto rendimiento, un 41% de intermedios, un 13% de bajos y un 2% sin datos.
La explicación que ofrecía Andradas sirve de referencia para entender esta situación. Investigar es caro y, en general, tiene poco retorno económico para las universidades. Obvio que no todos los centros son iguales (ahí están la Universidad de Navarra y la Pontificia de Comillas como excepciones a la norma, ambas privadas y con buenos resultados en investigación), pero cuando los fondos de inversión están entrando en un sector cada vez más rentable no es para meter su dinero en aventuras filantrópicas.
El ranking CyD también señala que las mejores universidades de España, o al menos las que tienen mejor rendimiento según sus estándares, están en el norte y en Madrid, en perfecta armonía con las comunidades autónomas más ricas.
Entre las diez que ocupan las primeras posiciones hay cinco catalanas (la Autónoma de Barcelona, la Pompeu Fabra, la Universidad de Barcelona, la Ramón Llull, la Politécnica de Catalunya y la Rovira i Virigili), tres madrileñas (la Autónoma de Madrid, la Pontificia de Comillas y la Carlos III), una vasca (Mondragon Unibertsitatea) y una navarra (la Universidad de Navarra).
Con la misma lógica, los centros con peores resultados se sitúan en las regiones más pobres: Andalucía, Castilla La Mancha, La Rioja (la excepción) y Extremadura cierran por ese orden la tabla.
De todas ellas, la Autónoma de Barcelona es ocupa la primera posición global. El centro en el que más se aprueba es la Universidad de Navarra (privada) y el que menos la Politècnica de Catalunya (pública), mientras que el mejor resultado en investigación lo ofrece la Pompeu Fabra (pública) y el peor lo comparten la Pontificia de Salamanca, la Internacional de Valencia, la Católica Santa Teresa de Jesús de Ávila, la Internacional Isabel I de Castilla, la Abat Oliba CEU y la Antonio de Nebrija, todas privadas.
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