Mientras un niño de seis años permanece ingresado en el hospital Vall d'Hebron de Barcelona en estado “muy grave” infectado de difteria –el primer diagnosticado en España desde 1987–, la enfermedad ha vuelto a captar la atención, a pesar de que el número de casos se acerca a cero desde hace cuarenta años, según el Centro de Epidemiología del Ministerio de Sanidad. Más aún cuando se ha conocido que el pequeño no había sido vacunado por decisión de sus progenitores. El menor sigue ingresado en estado “muy grave” y la Generalitat revisa su entorno familiar y escolar para buscar el origen del contagio y descartar posibles nuevos casos.
La vacuna contra la difteria “es necesaria” asegura la Sociedad Española de Salud Pública (Sespas). La inmunización contra esta bacteria está recogida en el calendario de vacunaciones asumido por la sanidad pública. Se aplica a los dos, cuatro y seis meses de vida, después al año y medio, a los seis años y, por último, a los 14 años. Según los datos de Sanidad, conforme ha ido aumentando la población vacunada han ido desplomándose los casos: la tasa de personas vacunadas está por encima del 95% en España y los casos casi han desaparecido. En los años 40 del siglo XX, los diagnosticados rozaban los 40.000 al año.
Con todo, el médico Juan Gervás, del grupo científico Cesca, subraya que “por supuesto que esta vacuna es necesaria pero no es suficiente”. El doctor explica que la patología experimentó un repunte en Europa tras el fin de la Unión Soviética en 1991: “Se disolvieron los sistemas de salud y la bacteria volvió”, apunta Gervás, quien analiza que “hay que asumir que seguiremos teniendo difteria en Europa, pero es por este motivo, no porque un padre o una madre hayan decidido no vacunar a su hijo”.
De hecho, la Red Europea de Vigilancia de la Difteria, perteneciente al Centro de Control de Enfermedades (ECDC), cuenta que la transmisión interna de la enfermedad “continúa en Letonia, Ucrania y Rusia”. Y añade que “una epidemia de difteria podría regresar a la Unión Europea”. Por este motivo, los técnicos de la red recomiendan que “se mantengan las altas tasas de vacunación y que se impulse la cobertura en adultos” porque los sueros antidifteria van perdiendo eficacia a lo largo de los años una vez inyectados.
El doctor Gervás insiste en que el suero debe ser mejorado porque “tiene una vida media de 19 años”, según evidenció un estudio publicado en 2007 en el New England Journal of Medicine. De hecho, esa investigación revelaba la corta vigencia de los anticuerpos de la difteria adquiridos con la vacuna en comparación con otros sueros como los 50 años de la varicela o los 200 del sarampión o la rubeola. De ahí que, según este doctor, sea preciso afinar la fórmula para que la protección en adultos sea real. En España, el Instituto de Salud Carlos III establece que “la mayoría de los vacunados a los diez años de la última dosis tienen títulos de antitoxina [la base de la inmunidad] por debajo de los niveles óptimos”.
Sin motivos para la alarma
A pesar de lo relevante, por extraño, de haber detectado un enfermo de difteria en España (el primero en el siglo XXI), una reacción de alarma no parece justificada a la luz de los propios análisis del Centro de Epidemiología español, que detallan que “la experiencia en numerosos países europeos y en EEUU es que, tras la importación de casos, no se han mantenido cadenas de transmisión. Si la cobertura de vacunación infantil es elevada, la transmisión secundaria es muy limitada”.
Aun así, la sensación de haber erradicado la patología tiene efectos indeseados como el hecho de que se haya tenido que efectuar un rastreo internacional a la búsqueda de tratamiento para el niño de Olot. Finalmente llegó desde Rusia.
La difteria es un trastorno que puede complicarse bastante. Un estudio sobre la enfermedad en “el periodo postepidémico en Europa” publicado en el Centro de Control de Enfermedades de EEUU explicaba que, si bien la mayoría de muertes se da en los países de Europa del Este donde todavía es un problema endémico, la proporción de fallecimientos por cada caso es más elevada en los estados donde la difteria es rara “porque la falta de familiaridad con el problema puede llevar a retrasos en el diagnóstico y el tratamiento”.
En España, se comercializan 12 marcas diferentes de vacunas contra la difteria. Ninguna está diseñada en exclusiva para este patógeno y se combinan con otros en vacunas multivalentes aplicadas también contra el tétanos o las tos ferina. Gervás concluye que esto se produce por “conveniencias comerciales, no por ningún motivo científico”. Una reinmunización contra la difteria obliga a dosis extra de anticuerpos del tétanos o del pertussis. De las doce marcas, cinco pertenecen a la empresa GlaxoSmithKline y otras cuatro a Sanofi-Pasteur, los dos gigantes de la industria farmacéutica.