La vacuna recombinante contra el virus del herpes reduce el riesgo de demencia

Sergio Ferrer

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Las personas mayores de 65 años que recibieron la vacuna recombinante contra el virus del herpes (Shingrix) tuvieron menos probabilidades de ser diagnosticadas con demencia en los seis años siguientes, en comparación con quienes recibieron la vacuna atenuada (Zostavax) u otras vacunas como la de la gripe y la Tdap (tétanos, difteria y tosferina). Son las conclusiones de un estudio publicado este jueves en la revista Nature Medicine que se suma a una larga lista de trabajos que, en las últimas décadas, parecen sugerir —sin llegar a confirmar— que el virus del herpes puede jugar un papel en el desarrollo de la demencia.

El equipo de investigadores llevó a cabo un experimento natural aprovechando que en Estados Unidos los mayores de 65 años son vacunados contra el herpes y que, en 2017, se produjo un rápido cambio entre la vacuna atenuada (Zostavax) y la recombinante (Shingrix). El estudio comparó a más de 100.000 personas que habían recibido el fármaco viejo entre 2014 y 2017 con otras 100.000 que recibieron la nueva versión entre 2017 y 2022.

A continuación, los investigadores vieron cuántos de los participantes eran diagnosticados con algún tipo de demencia, como el alzhéimer, en los seis años siguientes tras la inyección. Los resultados mostraron que recibir la vacuna Shingrix estaba asociado con vivir un 17% más de tiempo sin diagnóstico de estas enfermedades, en comparación con quienes recibieron la Zostavax.

“Esto es el equivalente a 164 días adicionales sin diagnosis de demencia entre aquellos que posteriormente la sufrieron”, explicó el investigador de la Universidad de Oxford y coautor del estudio, Paul Harrison, en una rueda de prensa a la que ha tenido acceso elDiario.es. La protección era mayor al comparar con personas que no habían recibido una vacuna contra el herpes, pero sí la de la gripe o la Tdap.

Estas diferencias, como ya han señalado estudios previos realizados con la vacuna Zostavax, eran mayores en mujeres —22% más de tiempo sin diagnóstico, frente al 13% de los hombres—. Harrison comentó que se trata de es una de las incógnitas que deja el estudio, junto con los mecanismos responsables del aparente mayor efecto protector que tienen las nuevas vacunas.

Virus o vacuna

Como sucede con los estudios anteriores que analizaron el mismo efecto con la vacuna antigua, el diseño observacional del trabajo de Harrison no permite extraer conclusiones sobre causalidad. En otras palabras, no es posible saber si la asociación que muestra la literatura científica entre los casos de demencia y el virus del herpes es directamente debida al virus o a su vacuna. Sin embargo, algunas investigadoras e investigadores consideran que existen suficientes datos publicados como para pensar que hay algo detrás.

Una de ellas es la catedrática emérita de Neurobiología Molecular de la Universidad de Manchester (Reino Unido) Ruth Itzhaki, que lleva defendiendo esta teoría desde 1991 y en 2002 ya sugirió el efecto protector de las vacunas. “Las infecciones podrían hacer que el virus del herpes simple tipo 1 se reactivara repetidamente desde su latencia en los cerebros de mayores, debido a la neuroinflamación que inducirían las infecciones, y el daño acumulativo causado llevaría finalmente al desarrollo de demencia”, asegura a elDiario.es.

Los virus del herpes —responsables también de la varicela— resultan molestos porque pueden persistir en el cuerpo tras la primera infección al esconderse del sistema inmunitario en los ganglios sensoriales de las neuronas. Tras eso, pueden reactivarse, desplazarse hasta la piel y empezar a replicarse de nuevo, causando las características llagas. Por ese motivo, Itzhaki explica que “las vacunas podrían reducir el riesgo [de padecer demencia] al disminuir el número de infecciones y su gravedad”.

Correlación no implica causalidad

No todo el mundo está convencido, debido en parte a que el virus del herpes es muy común y se encuentra en el cerebro de personas que nunca llegan a desarrollar demencia. También porque muchos investigadores consideran que es la acumulación de proteínas beta-amiloides y ovillos tau la responsables del alzhéimer. Los defensores de la hipótesis de Itzhaki sostienen que, o el virus induce a las células cerebrales a producir las proteínas, o las células dañadas por una infección las producen como parte de una respuesta inmunitaria.

“Aunque el virus del herpes zóster como causa de la enfermedad de alzhéimer parece cada vez más probable, debemos tener en cuenta que cualquier relación de este tipo no es sencilla”, explica el catedrático de Bioquímica de la Universidad de Manchester Andrew Doig, que no ha participado en el estudio publicado en Nature Medicine. “La mayoría de las personas infectadas por el virus nunca contraen la enfermedad”, dice Doig, porque “hay muchos otros factores que influyen en la probabilidad de padecer demencia, como la genética, los problemas cardiovasculares y los traumatismos craneoencefálicos”. De hecho, en los últimos 25 años ha disminuido la prevalencia de demencias en Europa y Estados Unidos un 13% a pesar del envejecimiento de la población, sin que se sepa la causa, quizá por las mejoras generales en la salud cardiovascular.

Aun así, Doig defiende que “se trata de un resultado significativo, comparable en eficacia a los recientes fármacos anticuerpos” contra el alzhéimer. Por ello, administrar la vacuna recombinante contra el herpes “podría ser una forma sencilla y barata de reducir el riesgo”. Según él, el siguiente paso sería realizar un ensayo clínico comparando a los pacientes que la reciben con los que reciben un placebo: “Es la forma más fiable de saber hasta qué punto funciona la vacuna. También necesitamos ver cuántos años puede durar el efecto y si debemos vacunar a la gente a una edad más temprana”.

El papel que juegan algunos virus omnipresentes en las poblaciones humanas en el desarrollo de ciertas enfermedades —la mayoría del planeta está infectado de herpes simple tipo 1 sin saberlo— es un viejo debate en el que demostrar la causalidad suele convertirse en un dolor de cabeza. Sin embargo, no es imposible: la asociación del virus de Epstein-Barr —responsable de la mononucleosis— con la esclerosis múltiple se descubrió en los años 80, pero no fue hasta 2022 cuando un estudio demostró que el patógeno es la “causa principal” de esta enfermedad. Quizá algún día las vacunas contra el herpes se conviertan en una herramienta más en la lucha contra la demencia.