La cuarta ola de contagios de COVID-19 en España ya presenta indicios de estabilización y por ahora es la primera de toda la pandemia que no se ha traducido en un aumento de muertes. La curva de fallecimientos, como la de hospitalizaciones, lleva siempre –por los propios ciclos del virus– un desfase respecto a la de casos. La de la tercera ola comenzó a escalar a finales de diciembre y llegó a su pico a principios de febrero, con unas tres semanas de retraso respecto a la de positivos. Sin embargo, los contagios de la cuarta ola comenzaron a ascender el 16 de marzo, hace casi mes y medio, y por ahora no tienen reflejo en la gráfica de defunciones, que lleva en bajada desde febrero, aunque desde principios de abril de manera más lenta y con pequeños picos a finales de marzo. Ahora mismo la media, que hay que tener en cuenta que puede llevar algún retraso de notificación, se sitúa por encima de las 50 diarias.
Los expertos lo achacan sobre todo a la vacunación, que ya ha alcanzado al menos con una dosis a los grupos de más riesgo por edad. A finales de marzo ya la tenían más de la mitad de los mayores de 80; a 26 de abril, prácticamente el 100%. Pero también al llamado “efecto cosecha”, esto es: las primeras olas se llevaron por delante a buena parte de las personas más vulnerables. Quien ya murió no puede volver a morir. Y ya hay mucha más población inmunizada de manera natural de la que había en la primavera y verano de 2020.
También puede tener que ver con la irregularidad que la cuarta ola ha tenido entre comunidades, algo con la mejora de los tratamientos durante todos estos meses, y con que los patrones de contagio han cambiado y ahora la mayoría se dan entre personas más jóvenes, aunque esto también sería en parte un efecto indirecto de la vacunación.
Advierten, eso sí, de que las muertes pueden llegar a aumentar en las próximas semanas, aunque no parece que proporcionalmente tanto como en el pasado. Y también del efecto que puede tener el retraso en las notificaciones: por ejemplo, Catalunya apuntó casi un mes después sus decesos de la tercera ola, aunque esta vez no es la comunidad más afectada por la cuarta ola (lo son Euskadi, Navarra y Madrid).
“Los datos nos llevan a pensar que la evolución de la epidemia, aunque puede sufrir aún subidas y bajadas, no va a llevarnos a situaciones como las de la segunda y tercera ola. Siempre y cuando continuemos con la vacunación como en las últimas semanas, esperemos unas semanas para cubrir a más población y mantengamos las medidas de precaución que conocemos”, ha dicho este lunes Fernando Simón, portavoz del Ministerio de Sanidad. Los máximos de ingresos de UCI a nivel nacional, estiman desde el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitaria que dirige, podría llegar a principios de la semana que viene. La media de edad de pacientes de UCI ha bajado, y por tanto también es previsible que haya mayor tasa de supervivencia, ha especificado. Las cifras dan “esperanza” pero aún hay que ser “prudentes”.
La media de muertes por COVID-19 diaria sigue reflejando un exceso de mortalidad en España. Los informes MoMo que se elaboran en el Centro Nacional de Epidemiología, sobre vigilancia de mortalidad diaria, reflejan un periodo en el que ha habido más muertes (por todas las causas) de las 'esperadas', esto es, más que la media de otros años para las mismas semanas: del 12 al 20 de abril, 576 defunciones 'de más'. Por tanto, nuestro país sigue arrastrando la crisis de mortalidad que comenzó con la pandemia, pero 576 son muy pocas en comparación a anteriores fechas: del 4 de enero al 13 de febrero, periodo que se corresponde a la tercera ola, fueron 11.478 decesos ‘no esperados’. La tercera ola alcanzó picos de más de 800 casos por 100.000 habitantes cada 14 días; la cuarta ola, por distintos motivos, no ha llegado a una incidencia acumulada de 250, lo considerado riesgo extremo. Así que también era previsible que ésta no repercutiera tanto en la mortalidad.
La vacunación como factor, aunque con prudencia
Mario Fontán, residente de Medicina Preventiva y ex presidente de la plataforma ARES, califica este posible efecto de la vacunación como “esperanzador”, pero se mantiene prudente porque cree que todavía puede cambiar algo la tendencia: “La cifras de cobertura vacunal en los grupos más vulnerables pueden indicar que ya se puede ver cierto grado de protección, pero es necesario esperar y disponer de análisis más exhaustivos para ver con claridad el fenómeno. Las cifras, por desgracia, siguen siendo elevadas a pesar de que no suban de momento y la disminución se ha detenido, así que hay que ver cómo evoluciona en las próximas semanas”.
Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública SESPAS, opina que, de producirse una subida importante de muertes, dado que los contagios comenzaron a escalar hace casi mes y medio, “por plazos, ya se estaría viendo algo. Hay gente que tarda mucho en fallecer, pero el periodo medio no es tan largo. No excluye que en las próximas semanas haya algún otro exceso, pero por los datos que vemos no parece que vaya a ser tan significativo”. Pedro Gullón, miembro de la Sociedad Española de Epidemiología, considera que “la cuarta ola debería haberse traducido ya en más mortalidad. Y eso que la presión hospitalaria se ha mantenido en niveles altos. Podría llegar a crecer, pero no es esperable que suceda al nivel de otras ocasiones. Además, el ritmo de vacunación crece de manera más exponencial que los contagios”.
Los profesionales consultados se remiten al dato de que hace un mes que más del 50% de los mayores de 80 años ya están cubiertos por al menos una dosis, y ahora lo están prácticamente todos. Ese grupo de edad ha tenido, desde el mes de mayo de 2020 hasta ahora, una letalidad por COVID del 16% y han supuesto casi el 65% de las muertes totales desde entonces (30.842 de 47.856), con datos del Instituto de Salud Carlos III. El siguiente grupo con más letalidad es el de las personas de 70 a 79, un 5% y el 20% del total. Y la afectación por edades ha cambiado durante los meses de campaña de inmunización. En la semana del 12 de abril, los mayores de 80 acumulaban 45,9 casos por cada 100.000 habitantes; el grupo de edad de 50 a 59 el doble, 96,9. A principios de enero, era distinto: entre los de más de 80 se contaban 266 casos por cada 100.000 habitantes; entre los de 50 a 59, 264.
“Tener desde hace un mes a ese grupo en el que se concentraba la letalidad, y a las personas institucionalizadas, parcialmente vacunadas, puede tener cierto efecto. Hay que tener en cuenta que en cuanto te vacunas no hay un efecto inmediato, pero también que la vacunación no es cosa de llegar al 70% en cada grupo, sino que se puede ver el efecto antes. Toda cifra se suma a la protección colectiva, porque también hay que contar la inmunidad natural, las restricciones que siguen…”, resume Fontán sobre ello.
Más: efecto cosecha, irregularidad por territorios, mejora de tratamientos
Ildefonso Hernández abunda en lo que se llama “efecto cosecha”: “La gente más frágil, se murió ya, y otros que se contagiaron quedaron inmunizados. Porque mucha parte de la epidemia se transmitió en centros sanitarios, a donde va la gente más vulnerable. Ese efecto se va acabando”.
Gullón también incide en esto: “Ha habido fluctuaciones de letalidad este tiempo. Pero mucha de la población más vulnerable que ya ha fallecido y no puede fallecer más veces”. Los consultados alertan de que otro motivo de que la cuarta ola no se haya traducido en tantas muertes ha sido por su irregularidad por zonas. “Quizá podemos encontrar un pequeño efecto multiplicador en las próximas semanas sobre todo proveniente de las zonas más afectadas, Madrid, Euskadi y Navarra”, matiza Gullón. Y “otro factor, aunque pequeño, es que se han ido mejorando los procedimientos diagnostico-terapéuticos, y eso tiene una influencia”, apunta Hernández.
Que la cuarta ola, ya con vacunas para combatirla y no solo con restricciones, no iba a ser como las anteriores, era algo que ya preveían muchos expertos si las cosas iban como tenían que ir. Carmen Cámara, secretaria de la Sociedad Española de Inmunología, sintetizaba lo que se podía esperar así: “Cada ola que venga va a ser consecutivamente más floja, por varios motivos. Uno, porque algo hará la vacunación, aunque el porcentaje total sea aún escaso. Otro, la seroprevalencia real, cada vez tenemos un colchón mejor. Y tercero, el perfil de gente afectada, más joven cada vez porque estamos vacunando a los mayores, y ellos necesitan menos ingresos y UCI, aunque tenemos que tener presente que hay gente de 30 y 40 años que llega a la UCI y que fallece. Cada ola va a ser más leve por esto”.