Las vacunas para niños están cada vez más cerca, aunque aún es incierto su papel en la gestión de la pandemia
No hay vacuna autorizada para ellos, pero ya empiezan a ocupar parte de la conversación sobre el futuro próximo de la pandemia. Los niños y niñas menores de 12 años serán los últimos en ser inmunizados si en algún momento los fármacos que están probándose logran el visto bueno de las agencias reguladoras. Y si así se decide. A día de hoy la prioridad es alcanzar altas cuotas de inmunización de adultos y adolescentes, que está casi sin empezar, pero el grupo de los más pequeños anticipa un complejo debate científico y ético.
A ello se refirió la ministra de Sanidad, Carolina Darias, hace poco en una entrevista en la que afirmó que el tema no estará exento de “controversia” y pidió cautela para “generar consenso desde la evidencia científica”. Lo que dejó claro es que el asunto está sobre la mesa y el Ministerio ya ha empezado a trabajarlo con asociaciones pediátricas. La decisión, aseguró Darias, se tomará de forma paulatina, pero avanzó que de alguna manera es la próxima parada de la vacunación porque “si queremos tener inmunidad completa tenemos que ser capaces de poder hacerlo”.
El primer paso será, sin embargo, contar con una vacuna autorizada, algo que no está lejos, pero por lo que todavía toca esperar. Actualmente el límite de edad está en los 12 años, por debajo no hay sueros disponibles, pero ya hay ensayos en marcha tanto de Pfizer/BioNtech como de Moderna. La previsión es que la de Pfizer, que está en fase tres, sea la primera en obtener los resultados y en “septiembre-octubre” solicite la autorización a la Administración de Medicamentos y Alimentos de EEUU (FDA) para menores de entre 5 y 11 años, y “poco después” para la franja de 6 meses a 4 años. La petición a la Agencia Europea del Medicamente (EMA) será probablemente casi al mismo tiempo, como ha ocurrido con las anteriores.
El programa para evaluar la seguridad y eficacia de la vacuna cuenta en todo el mundo con 4.500 participantes repartidos en tres grupos de edad a los que les ponen dos pinchazos con un intervalo de 21 días, como a los adultos, aunque en dosis menores. Varios centros españoles colaboran, entre ellos el Hospital 12 de Octubre de Madrid, en el que participan unos 60 niños y niñas. Manuel Gijón, pediatra y director del ensayo, explica a elDiario.es que, aunque habrá que esperar a los resultados definitivos, lo que están observando es alentador porque ven “muy pocos efectos secundarios” y los que hay, “son muy leves y esperables, como algo de malestar, un poquito de fiebre en dos de ellos y nada que haya pasado de las 24 horas”.
Su papel en el control de la pandemia
Pero, con la vacuna cada vez más cerca, la pregunta que emerge es qué papel jugará su inmunización en la pandemia. La cuestión es que, a medida que la edad decrece, también son menores las posibilidades de enfermar gravemente, por lo que el balance riesgo-beneficio es más bajo. Precisamente Reino Unido ha descartado de momento vacunar a los menores de entre 12 y 15 años por este motivo. Los efectos adversos de las vacunas son extremadamente infrecuentes, pero no son cero. Y la posibilidad de que los menores sufran una COVID grave son muy raras, pero tampoco inexistentes.
La Asociación Española de Pediatría aún no tiene una posición tomada y está a la espera de los resultados de los ensayos, de la respuesta en adolescentes y el ritmo de la pandemia. Ángel Hernández Merino, del Comité Asesor de Vacunas, analiza qué factores habrá que tener en cuenta: “Se trata de un grupo que va a tener un beneficio directo probablemente escaso y la exigencia de seguridad de la vacuna tendrá que ser mayor. Los niños no sufren las consecuencias de la enfermedad de la misma forma que los adultos, pero luego está el beneficio sobre el conjunto de la población, que también es clave”.
¿Serán ellos y ellas los únicos sin vacunar a partir de septiembre, los que generarán una nueva ola? “Serán los grandes susceptibles pero es muy difícil que sean los originadores y aguanten una sexta ola o, al menos, de las características de las anteriores porque no son buenos transmisores. Quizás con la variante delta haya cambiado porque es mucho más contagiosa, pero hasta ahora ha habido muy poca evidencia de brotes originados por niños”, señala Quique Bassat, epidemiólogo y pediatra del Instituto de Salud Global de Barcelona. El experto recuerda además que los centros educativos, aún sin vacuna, no llegaron a convertirse el pasado año en los focos que en un principio se temía.
Con todo, no hay certezas y todas las voces expertas consultadas llaman a ir tomando decisiones en función de la situación epidemiológica del momento. Sobre todo porque el escenario ya se ha demostrado cambiante durante este año y medio. Hay consenso en que el 70% de inmunización, que se señaló como meta para lograr la inmunidad de grupo y eliminar la capacidad de transmisión del virus, ha quedado ya lejano y es más un objetivo político y simbólico que epidemiológico, mientras los expertos hablan ya de cifras cercanas al 90%, algo para lo que necesariamente hay que pasar por las inyecciones pediátricas.
Vacunación “universal” mejor que porcentaje
Sin embargo, cada vez más expertos apuestan también por trascender el puro cálculo matemático. Es el caso del especialista en medicina preventiva Mario Fontán, que parte de la base de que “la inmunidad de grupo no es una cifra cerrada a partir de la cual la epidemia se va controlando”. Piensa así porque “muchos de los presupuestos que requiere no se cumplen con el SARS-CoV-2 y hay una variabilidad que afecta a la cifra. Por tanto, no sabemos exactamente cuándo se llegará a ese escenario”. A lo mismo apunta Bassat, que habla de “control funcional de la pandemia”, es decir, llegar a un nivel bajo de transmisión y prevenir la enfermedad grave y fallecimientos.
“Si hacemos el cálculo en números crudos sí necesitamos al menos unos cuantos niños vacunados para llegar al 90% porque hay que tener en cuenta que en cada grupo de edad hay una bolsa de gente que no se vacuna, pero si llegamos a una inmunización relativamente alta de adultos y la mitad de adolescentes, probablemente no sea necesario vacunar a los niños para tener el control funcional de la pandemia”, explica el también pediatra que ve “más razonable” pensar “en la vacunación universal como concepto” que marcar objetivos concretos de porcentajes que pueden ir variando.
No significa esto que la vacuna en menores de 12 años no vaya a suceder y, de hecho, Bassat es de los que piensa que será mayor su beneficio que el riesgo. “Si me preguntas como padre seguramente querría que mi hijo estuviera protegido, pero si me preguntas si será imprescindible para la pandemia, probablemente no”, ilustra. Manuel Gijón remarca la necesidad de que los niños y niñas con patologías previas sí se vacunen, pero también deja en el aire su papel en el control del virus. “Para llegar al 90% sí, pero tampoco sabemos si eso servirá para controlar la transmisión. Las vacunas son eficaces y dificultan el contagio, pero no a cero en ningún grupo de edad”.
A esto se añade que los expertos apuestan también en este punto por reabrir el debate sobre si conviene inmunizar a grupos de edad que apenas tienen riesgo de enfermar o donar las dosis disponibles a países con escaso acceso a las vacunas y a los que aún les falta mucho para proteger a sus ciudadanos vulnerables. “En términos de equidad y salud pública global, hay que pensar que quizás tiene más sentido vacunar en otras regiones a quienes más capacidad de contagio tienen y más riesgo de COVID grave que a los menores de 12 en nuestro territorio”, opina Fontán.
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