La lección del Covid-19 es tan simple como tremenda: “No podemos seguir así”, afirma el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Fernando Valladares, para quien el shock de la sociedad ante el confinamiento no será en vano y cambiará la relación del hombre con el planeta.
En esta pandemia global, que nos muestra la repentina aparición de virus desconocidos en las sociedades, Valladares, Doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid, ensalza en una entrevista con Efe, el efecto “amortiguamiento” de la biodiversidad frente al contagio de patógenos al ser humano.
La pérdida de especies en los ecosistemas tiene “consecuencias letales en la salud” y ahora es el momento de cambiar nuestras actividades económicas y el comportamiento y respeto a la naturaleza, porque es más eficaz y sostenible, que generar millones de mascarillas o kits de detección del virus, incide el biólogo.
Pregunta: ¿Los ecosistemas nos protegen?
Respuesta: Los ecosistemas ricos en especies, complejos, funcionales y con interacciones ecológicas efectivas limitan el contagio y la expansión de patógenos. El efecto de amortiguamiento de la biodiversidad en el contagio de patógenos al ser humano se pudo demostrar en el caso del virus del Nilo y la diversidad de aves hace más de quince años. Desde entonces, los científicos hemos comprobado en sucesivos casos de zoonosis -el 70% de las enfermedades emergentes de los últimos 40 años han sido infecciones animales transmitidas a humanos- cómo la pérdida de especies y funcionalidad en los ecosistemas tiene consecuencias letales en nuestra salud.
P.- ¿Hay más virus cómo consecuencia del cambio climático?
R.- El cambio climático está destapando reservas de virus nuevos potencialmente peligrosos al fundir glaciares y el suelo congelado de zonas boreales. Pero el cambio climático, y el calentamiento en particular, permiten además que muchas enfermedades infecciosas tropicales lleguen a zonas templadas, y un ejemplo es la malaria. El cambio climático tiene multitud de efectos indirectos que repercuten en el riesgo de infecciones y zoonosis al afectar a los hábitos alimenticios y a las actividades de muchas personas. No estamos preparados para esto. De hecho, no hay sistema de sanidad ni fuerzas de seguridad de ningún Estado que puedan protegernos de estas pandemias que llegarán con más frecuencia e intensidad. La única protección posible -por la escala y dimensiones del problema- es la que confieren los sistemas naturales, pero siempre y cuando estén sanos, funcionen bien y contengan multitud de especies.
P.- ¿Existe una vinculación científica entre destrucción de ecosistemas y nuevas enfermedades?
R.- Si. La vinculación se comenzó a probar a principios del siglo XXI y la cantidad de estudios demostrándolo no ha parado de crecer en los últimos quince años. La diversidad de aves nos protege de la gripe aviar, las zarigüeyas de la enfermedad de Lyme. La existencia en la naturaleza de organismos como hospedadores intermediarios nos evita el contagio o hace que este tenga una frecuencia menor, y además, permite la co-evolución hospedador-huésped y mantener la carga vírica global en niveles más bajos.
P.- ¿Revertir la degradación de los ecosistemas nos protege?
R.- Revertir la degradación de ecosistemas nos protege de pandemias por al menos dos procesos -amortiguación y dilución- tanto a escala local (pequeño bosques con algunas viviendas dispersas), como global de grandes regiones. Revertir el proceso de destrucción y simplificación de los ecosistemas de la Tierra es un proceso lento, pero el único capaz de brindar protección real y sostenible. En el actual estado de alarma, debemos contener el avance del virus y proteger nuestra salud con ayuda del sistema sanitario. Pero ya han muerto miles de personas y millones sufrimos daños emocionales, económicos y de bienestar por la pandemia, y eso, es en si una gran derrota global, por mucho que en este año le ganemos la partida a este virus. El éxito, la auténtica victoria será cuando se eviten pandemias, no cuando se contengan para acabar reduciéndolas.
P.- ¿La relación del hombre-naturaleza es causa de esta pandemia?
R.- Sin duda, nuestra relación con el planeta es la causa de estas pandemias. Las zoonosis se darían con menor frecuencia e impacto y con un carácter más local si no fuera por nuestra actitud predadora, por la eliminación de especies y por el deterioro de los sistemas naturales que, aliadas con una conexión mundial rápida de nuestra especie, convierten en global cualquier brote infeccioso grave. Murciélagos y pangolines, como tantos otros mamíferos y aves, son reservorios naturales de virus. Entrar en contacto con ellos de forma ocasional y al amparo de ecosistemas saludables no es un gran problema. Lo grave surge cuando estos contactos se hacen con intensidad y frecuencia, cuando los animales contactados provienen de sistemas simplificados que concentran la carga individual de virus por organismo. Parece, además, que el estrés al que sometemos a muchos de estos animales cuando los manipulamos y hacinamos en mercados multiplica la carga vírica y el riesgo de contagio.
P.- ¿Qué lección podemos sacar de esta pandemia global?
R.- La lección es tan simple como tremenda: no podemos seguir así. No es una cuestión de pequeños ajustes o más respiradores en hospitales. Que le cuenten a los familiares de los fallecidos en esta pandemia de qué les sirven respiradores y mascarillas. Queremos creer que el shock del confinamiento no será en vano y que la constatación de una cruda realidad, cambiará nuestra relación con el planeta cuando el COVID-19 pase.