Multados por franquistas a dos metros de la tumba de Franco
La mudanza del más conocido inquilino del Valle de los Caídos está muy cerca de producirse gracias a la decisión del Tribunal Supremo. Tocaba despedirse de los restos de Franco para los nostálgicos de su dictadura. La Fundación Francisco Franco les había convocado para un “rezo” en la Basílica el sábado por la mañana. Hubo un 'upgrading' y al final fue una misa, aunque sin ninguna referencia a Franco. Después, podían acercarse a la sepultura. Allí recibieron una lección sobre la Ley de Memoria Histórica. Seguro que no esperaban eso.
Antes de que acabara la misa, uno de los religiosos dio las instrucciones en nombre de la “comunidad benedictina”. Había sido una ceremonia religiosa normal pero sin sermón para no jugársela, pero al final llegaron las advertencias. Hubo un guiño a la audiencia con una referencia a la “lógica indignación social” por los planes de traslado del cuerpo y una petición clara para que nadie hiciera “lo que no es propio de una iglesia”. Es decir, nada de “gritos y cánticos”, nada de presentarse de cara al astro compuesto de hidrógeno y helio con una camisa a estrenar. Les recordó también que en una hora se celebraría allí una boda. Vamos, que no se eternizaran.
Las cerca de cuatrocientas personas reunidas en la misa se dirigieron a la tumba de Franco, situada justo detrás del altar, porque a fin de cuentas toda la basílica es un homenaje al dictador. Los asistentes se arremolinaron para hacerse fotos en torno a la sepultura, casi totalmente cubierta por flores (la de José Antonio Primo de Rivera, de menos éxito, sólo contaba con unos cuantos ramos con pocas flores). Hasta ese momento, todo era parecido a cuando la gente se acerca a la tumba de Jim Morrison en el cementerio de Père Lachaise en París. Fotos, muchas fotos con los móviles. Una mujer pasó el cordón para ponerse en cuclillas y que le hicieran la foto al lado de la losa. Obviamente, faltaba el toque franquista e inmediatamente después el giro de la trama que no esperaban los adeptos a la causa.
Cuando la tumba estaba totalmente rodeada de personas, algunos levantaban un poco el brazo, muy rápidamente, como si fuera un tic. Después, llegaron los más entusiastas.
Con menos gente, todo se veía mejor. Ahí entró en escena la Guardia Civil. Al primero que levantó el brazo con todas las ganas para hacer el saludo fascista, se le acercó un teniente para reclamarle el carné de identidad. Se quedó un poco sorprendido. “Ya sabe usted por qué le he identificado. Y si no lo sabe, léase el artículo 16 de la Ley de Memoria Histórica”, le respondió el guardia civil.
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El tipo se quedó un poco frito. No respondió de forma airada. Estaba allí, entre otras cosas, para protestar contra esa ley y lo que había conseguido era que le tomaran los datos para que le enviaran una multa a casa a causa de esa misma ley. Multado por franquista a dos metros de la tumba de Franco.
Una mujer que estaba al lado sí tenía algo que decir: “La Ley de Memoria Histórica es una vergüenza”. Para eso también tenía respuesta el teniente: “Señora, yo estoy aquí para hacer cumplir la ley”. Y ya no había más que decir.
Alguien se acercó a la persona que había hecho el saludo y le preguntó por qué le habían pedido el DNI. “Por levantar el brazo”, dijo. No estaba pidiendo un taxi precisamente, pero el interlocutor sabía a qué se refería.
Pocos minutos después, otro saludo y otro identificado. “Es que me sale de las tripas”, dijo el aludido al teniente para explicar el gesto. No sirvió como atenuante. Se calentó un poco y dijo: “Bastante poco hacemos”. No le faltaba razón, porque mucho más no hizo. El guardia civil apeló en esa discusión a la disciplina y las órdenes recibidas. “Por encima de la disciplina, está el honor”, respondió otro con la excusa con la que siempre se han justificado los golpes de Estado.
Los franquistas no iban a llegar muy lejos así hasta que otra mujer se rindió un poco más y soltó lo último que le quedaba en la mente: “Sí, pero también se puede hacer la vista gorda”. Ese es un argumento que no suele tener mucho peso ante la Policía y la Guardia Civil si alguien está cometiendo un presunto delito. Y no es que no se haya intentado antes.
Estaban también los que planteaban alternativas: “¿Y qué pasa si levanto el puño?”. “Entonces también lo identifico”, escuchó. Esa pregunta era fácil de responder.
Al preguntar a uno de los testigos de estos diálogos, el periodista recibió una respuesta llena de ironía involuntaria: “Así vamos a acabar en una dictadura”, comentó. Esta persona que había acudido a la basílica para mostrar su reconocimiento a un dictador fallecido no pretendía ser sarcástica. Resulta que hablaba en serio. Lo intentaba.
El artículo 16 de la Ley de Memoria Histórica cuya lectura recomendaba el teniente dice que “en ningún lugar del recinto (del Valle de los Caídos) podrán llevarse a cabo actos de naturaleza política ni exaltadores de la Guerra Civil, de sus protagonistas, o del franquismo”. Es cierto que ahí también hay algo de paradoja, porque la construcción del Valle de los Caídos –y su basílica– fue un acto hecho con intencionalidad política y la presencia de las tumbas de Franco y José Antonio Primo de Rivera era una forma de exaltar al dictador y al líder del principal grupo fascista español.
Hubo más identificaciones y más diálogos reveladores con el teniente. Una persona de pelo blanco y aspecto apacible al que también se le había disparado el brazo preguntó sorprendido si le iba a multar por eso. “Yo no le voy a sancionar. Le sanciona la Delegación del Gobierno. Yo voy a proponerle para una sanción”, respondió el guardia civil, interesado en dejar claros los pequeños detalles legales.
Por unos breves instantes, la cosa se desmandó cuando dos chicas se plantaron ante la tumba para realizar el saludo fascista con el brazo bien recto. El guardia civil se fue a por ellas y dejó sin multa al hombre del pelo blanco al que su mujer le agarraba del brazo para que aprovechara la confusión y se fuera sin multa. En ese momento, una persona de la fundación o la basílica levantó la voz y dijo: “Por favor, no levanten el brazo”. Los pocos que quedaban le hicieron caso.
En ese momento, media hora después del fin de la misa, ya no había muchos en torno a la tumba. Uno de los últimos candidatos a multa fue un hombre de gran barba blanca clavado al célebre guionista de cómics Alan Moore. Al menos, era un contrapunto estético frente a tanto hombre con la cabeza rapada o el pelo muy corto. El Alan Moore franquista tuvo un último gesto de resistencia y pidió el número de identificación al cabo de la Guardia Civil que le tomó los datos. El agente señaló el trozo de tela en el uniforme donde estaba bien claro el número.
No había tiempo para más. En los bancos de la basílica ya estaban sentados los invitados más rápidos de la boda.
Ya pueden presentarse los de la mudanza cuando quieran.