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El Vaticano expulsa a la cúpula del Sodalicio por casos de abusos “con sadismo y violencia”

El papa Juan Pablo II junto al fundador del Sodalicio, Luis Fernando Figari (dcha) y su número dos, Germán Doig (izq).

Pedro Salinas

en religiondigital.com —

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Nueva limpia en el Sodalicio. Tras la expulsión el pasado agosto por pederastia del peruano Luis Figari, fundador de la congregación religiosa Sodalicio para la Vida Cristiana, el Vaticano ha echado también este martes, a través de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP), a una decena de sus miembros, señalados también por “abusos físicos y violencia”. La decisión del Vaticano llega tras la misión especial ordenada por el Papa y conformada por Charles Scicluna y Jordi Bertomeu, que han investigado el caso.

José Antonio Eguren Anselmi fue destituido de la arquidiócesis de Piura y Tumbes hace pocos meses y ahora es expulsado del Sodalicio por el Vaticano. Se van expulsados con él otros dos sacerdotes: Daniel Cardó y Rafael Ísmodes. También un exsuperior general: Eduardo Regal Villa, tres formadores (Miguel Salazar, Humberto del Castillo y Óscar Tokumura Tokumura), dos laicos consagrados (Erwin Scheuch Pool y Ricardo Trenemann) y, por último, el periodista católico Alejandro Bermúdez, exdirector de ACI Prensa.

La mayoría de los hoy destituidos –y algunos más que de momento no lo han sido– fueron señalados en las investigaciones periodísticas Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), Sin noticias de dios (Autopublicación, 2022) y el libro testimonial La jaula invisible (Debate, 2021), del exsodálite y denunciante Martín López de Romaña, que sirvieron para el trabajo de los enviados vaticanos.

Una nota publicada por la Conferencia Episcopal Peruana explica que “se ha considerado el escándalo producido por el número y la gravedad de los abusos denunciados por las víctimas” a la hora de tomar la decisión. Y añade que se trata de “casos de abuso físico, incluso con sadismo y violencia; abuso de conciencia, con métodos sectarios para quebrar la voluntad de los subordinados; abuso espiritual (...); abuso del cargo y autoridad, con episodios de hackeo en las comunicaciones y acoso en el lugar de trabajo, así como encubrimiento de los delitos cometidos en el seno de esta institución; abuso en la administración de los bienes eclesiásticos; abuso en el ejercicio del apostolado del periodismo”. La nota concluye explicando que “el Papa y los Obispos del Perú (...) piden perdón a las víctimas”.

El caso saltó a la luz pública en el año 2000, cuando el periodista José Enrique Escardó señaló al hoy expulsado José Antonio Eguren Anselmi. Le siguieron denuncias de varias víctimas, que fueron ignoradas, y varios trabajos periodísticos más. Finalmente, el papa Francisco tuvo el “empeño personal” de investigar el caso, para lo que comisionó a Scicluna y Bertomeu. El trabajo de ambos se saldó con la expulsión, el pasado agosto, de Figari, considerado como el mayor depredador sexual de la Iglesia desde el legionario de Cristo Marcial Maciel.

Las omisiones

Fuentes conocedoras del caso sostienen que esta es una primera lista, porque hay “omisiones clamorosas”. Se apunta en este sentido al sacerdote Jaime Baertl, los exvicarios generales José Ambrozic y Fernando Vidal Castellanos, entre otros. Pero esta primera decena de expulsados, añaden, es significativa y simbólica. Cuando se echó a Figari se daba por hecho que la congregación iba camino de la disolución, algo que por el momento no ha ocurrido.

Llama la atención entre las conductas imputadas, por novedosa, la que acusa a Alejandro Bermúdez, de la sociedad de vida apostólica, de “abuso en el ejercicio del apostolado del periodismo”, que según algunas fuentes debe ser la primera sanción en la historia de la Iglesia que ataca las malas prácticas en el ejercicio periodístico desde una perspectiva católica.

La resolución del Vaticano a partir de la investigación de Scicluna y Bertomeu ofrece un atisbo de justicia a quienes han denunciado durante tantos años –desde el periodismo y desde su condición de supervivientes– que los abusos sean castigados y reconocidos, ante “tanta impunidad, constante y flagrante”.

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