Sin piercings ni tatuajes a la vista, comprometidos con “profesar la fe católica y vivir según sus principios” y, si están casados, que sea por la Iglesia. Con “certificado de matrimonio canónico”. Aunque hace semanas el Vaticano hizo un amago de modernización al lanzar sus ofertas de trabajo a través de la web, los requisitos para trabajar en la Santa Sede siguen desprendiendo un tufo ultracatólico. Con requisitos que chocarían con cualquier legislación laboral en un país democrático, como la obligación de pertenecer a la Iglesia católica y estar casado 'como Dios manda' .
Así se lee en el estatuto de la Fábrica de San Pedro, organismo que aglutina a los trabajadores laicos del Vaticano, y que han sido modificados recientemente, después de un conato de huelga por parte de los empleados, que hubiera supuesto la primera en la historia de la Santa Sede. Aunque, vistos los resultados, no parece que la presión laboral (los sindicatos están prohibidos entre los muros vaticanos) haya sido muy efectiva.
Las nuevas reglas no solo prohíben exhibir tatuajes, piercings o demás abalorios que consideran contrarios al “decoro”, sino que, más allá del horario laboral, la Iglesia exige “una conducta religiosa y moral ejemplar, incluso en la vida privada y familiar, conforme a la doctrina de la Iglesia”. También, se lee en el estatuto, “debe tener una conducta educada en el servicio, respetuosa del lugar sagrado y correcta hacia los demás y –atención– el medio ambiente”.
Nada de parejas de hecho ni uniones civiles
Tras desatarse la polémica, el jefe de comunicaciones de la basílica de San Pedro, Enzo Fortunato, calificó de “chismes” algunas de las exigencias publicadas por los medios, aunque no pudo negar ninguna de ellas. Tan solo matizó que los laicos que no estaban casados sí que pueden trabajar en la Fábrica de San Pedro. Sólo que, en caso de contraer matrimonio, éste debe ser por la Iglesia. Nada de parejas de hecho o matrimonios por lo civil. Y mucho menos las “situaciones irregulares” como las uniones entre personas del mismo sexo.
Lo que sí tendrá que hacer cualquier empleado vaticano a la hora de firmar su contrato será emitir una “profesión de fe”, así como “prestar juramento de lealtad y observancia del secreto oficial”, una fórmula que busca evitar filtraciones de documentos como los que produjeron los dos casos Vatileaks. La violación de estas normas conllevaría sanciones disciplinarias que pueden llegar a la suspensión, la exoneración y, en casos extremos, el despido.
El Vaticano es especialmente riguroso en lo tocante a la confidencialidad. Así, los empleados “no pueden dar información sobre documentos a nadie que no ”tenga derecho a ello“ o a noticias ”de las que haya tenido conocimiento debido a su trabajo o servicio“, mientras que el ”secreto pontificio“, reservado a decisiones papales, será observado ”con especial cuidado“. Junto a ello, el cerrojazo mediático: ”Sin la autorización previa del Presidente, nadie podrá emitir declaraciones y entrevistas, incluso a través de herramientas y plataformas digitales, que afecten a las personas, actividades, entornos y orientaciones de la Fábrica“.
Ni que decir tiene que también está prohibido “sustraer documentos originales, fotocopias, copias electrónicas u otro material de archivo y trabajo” y “utilizar indebidamente sellos y membretes de oficina”. Finalmente, se impide “utilizar materiales, programas informáticos, herramientas y equipos propiedad de la Fábrica con fines privados”, así como “recibir en su oficina a extraños sin permiso”.
Por último, pero no menos importante, los trabajadores vaticano no podrán “unirse a instituciones o asociaciones cuyos fines no sean compatibles con la doctrina y disciplina de la Iglesia o en cualquier caso participar en sus actividades”, y de “realizar actividades o participar en eventos que no estén en de conformidad” con el ser empleado de un organismo vaticano. Si estas últimas normas se cumplieran realmente, no podría haber afiliados a asociaciones por el derecho a la interrupción del embarazo o a favor de la eutanasia trabajando para la Iglesia, pero tampoco miembros de la Masonería, o del Yunque, por poner dos ejemplos gráficos.
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