A la zaga del coronavirus le sigue muy de cerca el rastro de otra pandemia que avanza en silencio y que tiene que ver con la salud mental. El aislamiento prolongado, la eliminación de las rutinas, la falta de una red de apoyo o simplemente el miedo ante situaciones desconocidas son algunos de los motivos que identifican los expertos como los causantes del aumento de enfermedades mentales, que pueden ir desde cuadros de ansiedad y depresión hasta psicosis de diverso tipo.
Un informe que acaba de publicar el Observatorio del Medicamento concluye que en estos momentos casi un 2,9% de la población en España padece una enfermedad mental grave, y que con respecto a 2020, en el año 2021 aumentó un 10% la venta de fármacos antidepresivos y un 7% la de antipsicóticos.
El informe llega a estas conclusiones basándose en el número de medicamentos que se dispensan con receta cada año. Al dividir cada grupo de fármacos entre 12, trata de lograr una aproximación del número de personas que compra uno cada mes. El cálculo no es exacto, dado que una misma persona puede comprar dos cajas del mismo o de diferentes medicamentos en un mismo periodo de tiempo. Lo que es seguro, indican desde el observatorio, es que el consumo total de fármacos para tratar el sistema nervioso central está creciendo de forma acelerada.
Para Guillermo Lahera, profesor de Psiquiatría en la Universidad de Alcalá y jefe de sección en el Hospital Príncipe de Asturias, el aumento de un 10% en el consumo de antidepresivos “es altísimo”. Esto puede deberse, razona el también secretario de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM), a aspectos como la “medicalización de los problemas de la vida cotidiana”, “la ampliación de los límites de los trastornos mentales” y “la falta de acceso a intervenciones no farmacológicas, como la psicoterapia”.
El dato más halagüeño del informe es que el consumo de analgésicos narcóticos, los opiáceos responsables de una de las peores crisis sanitarias en Estados Unidos a día de hoy, no ha aumentado en España.
Más de 164 millones de recetas
En la otra cara de la moneda se sitúan los antipsicóticos; los hipnóticos y sedantes; los antidepresivos y equilibrantes; y los tranquilizantes. “Lo que hemos intentando ver es si ha habido un incremento en enfermedades graves tras la pandemia y hemos concluido que sí, y que los incrementos con respecto al año anterior son importantes”, explica Enrique Granda, director del Observatorio del Medicamento.
“Una media de 1,3 millones de personas en España están tratadas con antipsicóticos, y esto supone un incremento del 7% con respecto al año anterior. Por eso podemos concluir que las enfermedades graves han aumentado”, argumenta. Aunque por el momento ignora si la tendencia seguirá in crescendo, achaca el aumento del consumo a lo vivido durante la pandemia y “al cierre tan importante” que se vivió a nivel sanitario en el año 2020. “Al año siguiente esto se subsanó y se ve que el consumo ha vuelto a aumentar”.
El informe también señala que ha habido un aumento del 7% en el consumo de productos contra la dependencia del alcohol y que, al contrario, ha disminuido el consumo de deshabituantes del tabaco y los opiáceos un con un 44 y un 12% negativo, respectivamente. En total, se han dispensado algo más de 164 millones de recetas de fármacos que tratan el Sistema Nervioso Central en el año 2021.
Evitar la estigmatización
Casi dos años después, la sombra alargada de la pandemia sigue preocupando. Sin embargo, el director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Gregorio Marañón, Celso Arango, pide que estos datos no sirvan para seguir estigmatizando o discriminando a las personas que padecen un trastorno mental. “El incremento de tratamientos farmacológicos para trastornos mentales no hace más que responder a un incremento de esas patologías que se ha visto en los últimos dos años”, confirma. “Los trastornos afectivos han aumentado algo más de un 20% y es de esperar que, si hay más gente que tiene un trastorno, haya más gente que reciba un tratamiento que se ha demostrado ser eficaz”.
En la misma línea, Lahera pide “evitar incurrir en un discurso indiscriminado anti-medicación” puesto que los fármacos también son herramientas necesarias y beneficiosas para muchos pacientes.
Según el informe, el consumo de antidepresivos es el que más crece, con un 10%. Los casos de depresión han ido en aumento desde el estallido de la pandemia, algo que ya ha habían señalado importantes revistas científicas como The Lancet, que publicó a finales de 2021 un macroestudio global que concluía que la crisis sanitaria había causado depresión y ansiedad a 129 millones de personas solo en el año 2020.
Pero no hay que olvidar, recuerda Arango, que los “mal llamados antidepresivos” no solo se utilizan para tratar casos de depresión. “Se utilizan para muchas otras patologías. Incluso la eficacia que tienen en trastornos de ansiedad generalizada, de angustia o de agorafobia es mayor que la eficacia que tienen en la depresión”, detalla el psiquiatra, que añade que también se usan en algunos “trastornos por impulsos” como la bulimia, cuya incidencia también ha aumentado en los últimos años.
En cuanto a los antipsicóticos, cuyo consumo ha aumentado un 7%, Arango explica que son fármacos que se emplean sobre todo en trastornos psicóticos como la esquizofrenia, el trastorno bipolar, el trastorno esquizoafectivo, el trastorno delirante o las psicosis inducidas por drogas.
“Es importante aclarar que los antidepresivos y los antipsicóticos no producen dependencia, ni tolerancia, ni síndrome de abstinencia. En el caso de las benzodiazepinas sí, los llamados tranquilizantes”, diferencia el experto, cuyo crecimiento según los datos anteriores es menor, pero aún así importante: el 6%. Arango vincula este aumento con la aparición de un mayor número de casos de trastornos del sueño y pide ser muy cuidadosos. “Antes de prescribir cualquier tratamiento farmacológico, sobre todo benzodiazepinas, debemos utilizar otra serie de intervenciones. Por ejemplo, en los trastornos del sueño, no debemos nunca prescribir una benzodiazepina de forma crónica y, desde luego, no debemos hacerlo si antes no se han dado todas las pautas de higiene del sueño”, como evitar estimulantes, hacer ejercicio o acostarse siempre a la misma hora.
“Pero yo creo que esa preocupación excesiva por el uso de los psicofármacos es otra forma de estigma”, insiste. “Siempre hablamos de que hay que reducir el estigma que hacemos de las personas con trastorno mental y, sin embargo, yo escucho a poca gente criticar el incremento del uso de antivirales y antibacterianos o, ahora con la epidemia, de paracetamol o ibuprofeno”, compara y añade que las agencias reguladoras tienen una serie de fármacos para una serie de patologías y sus respectivas indicaciones. “Si aumenta la incidencia de esas patologías, aumenta la prescripción de esos fármacos”.
La falta de especialistas
“La situación social vivida en 2021 explica el incremento del consumo de este tipo de sustancias”, apoya la psicóloga Mercedes Bermejo, vocal del Colegio Oficial de Psicología de Madrid. “En primer lugar, porque nos hemos expuesto a una situación de tensión en diferentes contextos. Y después porque en muchas ocasiones, en vez de recurrir a un profesional de la salud, se ha recurrido al uso de fármacos que pueden intervenir en nuestro cerebro, pero al final no solucionan el problema ni dotan al paciente de las estrategias que pueda necesitar”, critica.
Para Bermejo, el aumento del consumo de este tipo de medicamentos también “puede tener relación con el colapso de la atención primaria” y con la falta de psicólogos y psiquiatras que hay en España. “En nuestro país hay seis psicólogos por cada 100.000 habitantes y la media europea está en 18. La familia que no tiene los recursos económicos tiene muy limitada la posibilidad de recibir un tratamiento adecuado”, denuncia Bermejo. En cuanto al número de psiquiatras, según Eurostat, en nuestro país hay 11 especialistas por cada 100.000 habitantes. Sin embargo, en países como Francia, Noruega o Alemania duplican ese número y en Suiza hay casi cinco veces más.
“En muchos casos, no sé si es lo fácil, pero el recurso que había era el uso de fármacos a través de atención primaria y esto, en muchas ocasiones, ha hecho que se produzca un abuso por la falta de la psicología”, zanja la psicóloga.