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La víctima de abusos a la que intentaron callar con 40.000 euros: “Estuve dos veces a punto de tirarme por la ventana”

Laura Galaup

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Enrique M. Ferrer está convencido de que todos en el colegio sabían que J.R. abusaba de él mientras estuvo interno en los Salesianos de Huesca. “Todos los curas eran conscientes de lo que ocurría”, recuerda, 40 años después. La orden religiosa ha dado un alto “grado de verosimilitud” a su relato y le ha concedido una indemnización de 40.000 euros como “reparación” por lo vivido en el centro educativo cuando tenía entre 10 y 16 años. 

“La primera penetración nunca la olvidaré, pero luego llegas a un punto de tantos abusos que la mente no está contigo”. Este es un fragmento del relato que realizó Enrique ante las abogadas que gestionaron el proceso de reparación impulsado por la Inspectoría Salesiana María Auxiliadora. Antes de conocer en qué consistía ese procedimiento y de saber a cuánto ascendía la indemnización económica tuvo que suscribir un compromiso de confidencialidad, tal y como publicó elDiario.es. El protocolo ratificado es inapelable e irrevocable. Y se aplica únicamente para hechos que “no se encuentren resueltos judicialmente y que estén prescritos”.

Enrique llegó con diez años a los Salesianos para comenzar a estudiar 5º de EGB. Vivía en un pueblo cercano a Huesca. De lunes a viernes se quedaba en el colegio y los fines de semana volvía a su casa. Era un niño rubio, con los ojos azules y tímido. Considera que “era la víctima perfecta”.

El entrevistado, que atiende a esta redacción en el salón de su casa, acaba de cumplir 56 años. Durante cuatro décadas ha mantenido en silencio que fue victima de abusos en el colegio. No se lo contó a nadie, ni a su familia. No fue hasta hace unos pocos años cuando comenzó a verbalizarlos en terapia. Tras un primer contacto con los Salesianos, hace menos de un año se lo contó a su madre.

“Era sufrirlo hasta que parara”

Mientras estaban internos, cada viernes él y su hermana volvían a su pueblo. Enrique recuerda el contraste entre la felicidad con la que llegaba ella y lo mal que lo pasó él aquel primer año en los Salesianos. “Estuve dos veces a punto de tirarme por la ventana”, expone sobre ese primer curso. Cuando comenzaron las conductas denunciadas, no supo qué hacer. “Era sufrirlo hasta que parara”, detalla. 

A lo largo de la entrevista que mantuvo con las abogadas que intermediaron en el proceso de reparación realizó un relato pormenorizado de los hechos denunciados. En ese encuentro recordó, según la documentación consultada por esta redacción, que los primeros acercamientos de J. R. comenzaron por la noche, cuando se apagaban las luces de la habitación compartida: “Te sacaba fuera y te llevaba a las escaleras, y allí empezaban los tocamientos, en principio fuera del pijama, y si veía que no reaccionabas, los tocamientos empezaban dentro del pijama”. 

En actividades extraescolares, cuando organizaba excursiones fuera del colegio, esas actuaciones “iban a más”. “Nos llevaba unas tiendas de campaña y cuando transcurría un tiempo prudencial para que nos durmiésemos, entraba en la tienda, y se ponía en la parte de atrás –yo siempre dormía de lado– y se empezaba a frotar. Yo me despertaba, estaba todo oscuro y cerraba los ojos para evadirme de lo que estaba pasando. Me tocaba mis partes, por delante y detrás, se frotaba. Me hacía tocarle sus partes”, explicó a las abogadas. 

“Llega un momento que recuerdo perfectamente, que yo estaba boca abajo, sin el pantalón del pijama, él se había puesto encima de mí y había mojado la parte anal y hacía como si me estaba, con perdón, follando, y luego, entiendo sin querer, entró una parte del pene dentro mi ano. Yo es la única vez que he gritado en mi vida, yo pensaba que me mataban. Quizás por el grito, él eyaculó. Nadie escuchó mis gritos”, continuó. 

Las penetraciones se extendieron “hasta 8º de EGB”, siempre según su relato, pero las conductas denunciadas continuaron –con “tocamientos mientras él se masturbaba”–  hasta 2º de BUP. Nunca comentó estos hechos con sus compañeros. Pasaron los años, abandonó Huesca y ya en la veintena comenzó a asimilar lo que había vivido en el colegio: “Le puse nombre a las cosas que me hicieron a los 20 o 21 años”. 

Denunció los hechos en marzo de 2022

Con su salida del centro educativo, optó por no volver a verbalizar esta experiencia. No fue hasta marzo de 2022 cuando decidió comenzar a denunciar estos hechos. Esa primera llamada “fue casi instintiva”, recuerda un año después. Describe aquella conversación como una liberación. Se asemejó, explica, a la primera respiración tras una apnea de varios minutos en el agua. “Fue como cuando sales de la piscina, pero necesitas aire. La persona me dijo que lo sentía mucho. Muy agradable. En ningún momento me pusieron en duda”, apunta. Aunque se muestra muy crítico con el procedimiento impulsado por la congregación, alaba el trato recibido por el responsable de intermediar con las víctimas de abusos de la Inspectoría Salesiana María Auxiliadora.

A pesar de haber aceptado la indemnización y de haber firmado la confidencialidad, se revuelve cada vez que habla del procedimiento iniciado por los Salesianos para repararle. Se refiere a los 40.000 como “dinero sucio”. “La reparación no es sólo económica. Como víctima siento que me han escupido a la cara”, explica a elDiario.es. Esas sensaciones también han estado presentes en el intercambio de documentación con el despacho de abogados. La compensación propuesta no le parecía la cantidad adecuada para reparar “una vida de violaciones desde los diez años y bullying que desembocó en una carrera [de] autodestrucción”. Considera que estos hechos han desembocado en que tenga que recibir tratamiento psicológico y psicofarmacológico desde los 27 años. Actualmente, tiene una discapacidad reconocida del 65%.

Al arrancar el proceso únicamente pidió que le dejasen apostatar. Sin embargo, al ir profundizando en el programa de reparación y mantener varias conversaciones con representantes de los Salesianos, propuso una compensación de 180.000 euros, siempre según su relato. Sin embargo, hasta que no firmó el primer compromiso de confidencialidad no tuvo acceso a las cantidades que realmente manejaban desde la congregación.  

Tres tramos tarifarios para indemnizar según la gravedad

El protocolo que regula estas compensaciones plantea tres tramos de tarifas “en función de la gravedad de la conducta”. Las indemnizaciones se dividen en: alta (hasta 40.000 euros), media (hasta 20.000 euros) y leve (hasta 5.000 euros), según la documentación consultada por esta redacción.

Tras conocer esos datos, Enrique cuenta que dio una respuesta escueta y malsonante a las abogadas: “Una mierda voy a firmar”. Tras esa contestación, recibió –siempre según su relato– una llamada de una de las letradas para convencerle. Finalmente, accedió. Así se lo anunció a las intermediarias: “Me arrepentiré toda la vida de aceptar ese dinero, pero cuando fallezca mi madre me reconfortará la idea de saber que hice todo lo posible para que jamás le faltara nada”. 

Para seguir adelante con el procedimiento tuvo que suscribir el protocolo de reparación. Trece hojas en las que se recogían las obligaciones que debía asumir si quería acceder a una indemnización económica. Entre ellas, una nueva cláusula de confidencialidad que le obligaba a no difundir, ni a su entorno más cercano ni a la prensa –así figura específicamente–, la documentación que se le iba facilitando. Tenía que aceptar, además, que la decisión que emitiese el órgano investigador, encabezado por las letradas contratadas, era vinculante, inapelable e irrevocable. 

“Creo que han pagado por desentenderse”, apunta a esta redacción. Considera que “los papeles de los salesianos” son “muy fríos”. “No tengo derecho a nada, simplemente a coger el dinero y ya está”, añade. Lamenta, asimismo, que la institución no le haya pedido perdón por los abusos sufridos y que tampoco haya obligación de informarle sobre el futuro del sacerdote denunciado.  

El religioso está apartado desde noviembre de 2021

El religioso está apartado “de cualquier servicio pastoral y religioso, recibiendo la sanción religiosa correspondiente” desde noviembre de 2021. Fue en ese momento cuando recibieron la primera información sobre “su implicación en casos de abusos”, según han explicado los Salesianos a esta redacción. Aunque el procedimiento suscrito por Enrique implica la aceptación de cláusulas de confidencialidad, la congregación se desvincula de esta medida y descarga la responsabilidad al despacho de abogados que contrataron para llevar a cabo la reparación: “Esta entidad, y no la Inspectoría Salesiana María Auxiliadora, diseñó un protocolo a tal fin que nosotros aceptamos”.

“En ningún momento nosotros, como institución religiosa, hemos querido comprar el silencio de nadie”, destacan en un comunicado remitido a elDiario.es. A pesar de haber firmado los documentos, él tampoco considera que hayan comprado su silencio. “A mí no me calla nadie”, apunta. En esa misma línea, defiende que se hagan públicos los procedimientos de reparación, que algunas órdenes religiosas prefieren mantener en secreto, porque no le gustan las oscuridades. “Hay que destapar que se están haciendo contratos a escondidas por cuatro perras con vidas [que han sido] destrozadas”, sostiene. 

Enrique está convencido de que todos en el colegio sabían lo que ocurría. Considera que “todos eran culpables”, “unos por obra y otros por omisión”, de lo vivido en el internado. “A mí ningún cura me preguntó, y tenía moratones, el cuello rojo por intentar ahogarme los compañeros”, explicó a las abogadas del órgano investigador.

En conversación con elDiario.es, también narra moratones producidos por los abusos de otro miembro del colegio que ya ha fallecido. Le describe como “el ser más baboso y asqueroso” que ha conocido. “Lo que más recuerdo de él es que esa lengua no paraba por el cuello, por la boca, la cara, por todos los lados”, indica. Sin embargo, estos hechos no han sido objeto del proceso de investigación. “A mí la abogada me dijo que sólo nos íbamos a centrar en el [salesiano] vivo”, explica.

En las conversaciones mantenidas con el equipo jurídico hay rastro de que mencionó otros abusos, además de los de J.R. En la transcripción de su entrevista se detalla cómo Enrique indica que “desde 5º de EGB a 8º” no recuerda “haber estado una semana libre” de acoso. A continuación, se añade la siguiente aclaración en cursiva y entre paréntesis: “Incluyendo a los abusos perpetrados por otras personas que no son objeto del presente procedimiento”. Preguntados sobre esta denuncia, la Inspectoría Salesiana asevera que es “legalmente es imposible iniciar un procedimiento sobre una persona que no vive”.

Aquellos años en el internado le han pasado factura. Considera que tras su salida de los Salesianos inició “una carrera de autodestrucción”, también le impidió “tener metas en el futuro”. Con el dinero recibido ha podido trasladar a su madre a una residencia de ancianos. Ahora se ha marcado dos objetivos: encontrar trabajo y vender su casa.

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