Las víctimas de Billy el Niño no olvidan el castigo recibido. Las tácticas del expolicía de la Brigada Político Social (BPS) lo convertían en un “sádico terrorista de la tortura”, según sus declaraciones. El agente Antonio González Pacheco, condecorado con una medalla al mérito policial, “disfrutaba imponiendo el terror”. Y daba, además, un trato especial a las mujeres.
Como a Rosa, una “niña” de 18 años en 1975 a la que Billy el Niño amenazó con violar, según su testimonio. O Felisa, detenida un año antes, que llegó a sufrir un colapso por la continua sucesión de golpes a la que fue sometida. Ellas son algunas de las querellantes contra el más famoso torturador de la BPS que actuaba en los calabozos de la Dirección General de Seguridad (DGS) en la Puerta del Sol.
De las siete denuncias presentadas en Madrid por represión policial en un contexto de crímenes contra la humanidad, seis no han sido admitidas a trámite. Todas están recurridas y queda por decidir la primera querella, de Luis Suárez-Carreño.
La justicia española alega que el delito de tortura ha prescrito. Que el castigo a presos políticos antifranquistas no era un ataque sistemático contra una parte de la población requisito indispensable para considerar los hechos como imprescriptibles, y que por tanto no existe delito de lesa humanidad. Los jueces han archivado seis de las siete querellas contra Billy el Niño y el Gobierno de Pedro Sánchez estudia retirar la condecoración con la que el agente cobra un aumento en su pensión.
“Me decía puta, guarra”
Agosto de 1975. Rosa es una joven estudiante de 18 años. Viste un vestido de verano, corto. Es de noche, hace calor. Dos policías de paisano la detienen y la llevan a la DGS. La recibe Billy el Niño. A golpes y puñetazos, según la versión de la víctima. “Lo que más recuerdo era su boca, muy grande, cómo la acercaba a mi cara y me gritaba… más que temor me producía asco. Olía muy mal, era muy desagradable. No recuerdo que me preguntara nada, solo que me pegara como un loco”. Es el bautizo de Rosa García Alcón en la sala de torturas de la BPS.
“Me decía puta, guarra. Era muy despectivo con las mujeres, muy machista. Y disfrutaba imponiendo el terror. Se le veía en los ojos”. Rosa militaba en la Federación Universitaria Democrática Española (FUDE) perteneciente al Frente Revolucionaria Antifascista y Patriota (FRAP). Casi 43 años después cuenta a eldiario.es aquel episodio que marcó su vida. Seis días de tortura en los calabozos de la Puerta del Sol. El relato está salpicado por escenas de una crudeza extraordinaria y la voz se entrecorta a ratos al otro lado del hilo telefónico.
“Una noche me sacaron en un coche. Iba Billy el Niño y tres policías más. Decían que me iban a enseñar un piso franco que habían localizado. En el trayecto me amenazaron diciendo que me iban a llevar a la Casa de Campo, me iban a violar y me dejarían por ahí. Que mi familia nunca más sabría de mí”. ¿Violencia sexual? “Imagínate. Con 18 años recién cumplidos, esposada en un coche con cuatro hombres… era una niña. Cuando me tiraban al suelo en los interrogatorios, como iba con un vestido, decían ‘mira, que nos lo enseña todo la guarra’, esas cosas”.
Al llegar al supuesto piso franco la usaron de escudo humano. “Billy el Niño me puso la pistola en la cabeza”, dice Rosa. “Recordar es duro”, admite. “Una vez a uno le daría un ataque de locura porque entró gritando y me dio con una silla en la cabeza, por la espalda. Caí al suelo medio inconsciente. Le dijeron ‘que la vas a matar’. Todos [los agentes de la BPS] eran muy salvajes”.
“Era un sádico terrorista de la tortura”
Octubre del año 1974. Felisa cae varias veces detenida. La primera, el día 5, solo la fichan. No tenía antecedentes. Tres días después derriban la puerta de su casa. Recibe el trato “típico”, cuenta la víctima a este periódico. “Me sacan tirando del pelo, con puñetazos, patadas… Y me sacan por la ventana. Creyendo que me iban a tirar pido auxilio gritando. Billy el Niño me metió un pañuelo en la boca, hasta la garganta”.
Felisa Echegoyen destruyó la documentación que tenía antes de que los agentes de la Brigada Político Social irrumpieran en su domicilio. Billy el Niño estaba obsesionado con la vietnamita. “Esta hija de puta ha quemado la multicopista, la cabrona”, gritaba. “Estaba histérico”, recuerda la denunciante. Al rato yace tirada en una celda de la DGS. Felisa está “aterrorizada”.
Vive “subidas y bajadas continuas” de calabozos a salas de interrogatorio. “Billy el Niño era un sádico terrorista de la tortura, disfrutaba muchísimo, se le veía en la expresión”, apunta. Y certifica el tratamiento especial con las mujeres: “Se acercaba a tu cara y te echaba el aliento, que era repulsivo porque olía a alcohol. Esto a las mujeres nos lo hacía bastante. Quería hacernos más pequeñas todavía, como si él fuera un monstruo grandioso a tu lado”.
Felisa rememora “la expresión, el ímpetu que tenía, la forma en que se echaba encima”. A las detenidas, subraya, “nos daba un trato especial”. Someter a los militantes antifranquistas era un objetivo. “Mientras más humillada te sentías más les gustaba, se les veía satisfechos”, asegura. Un día Billy el Niño está “fuera de sí”. El cuerpo magullado de Felisa recibe más y más golpes. Hasta que sufre un colapso por el duro castigo. “Me coge un ataque que me quedo totalmente rígida, no podía mover ningún músculo, me dieron una pastilla y ya no me volvió a interrogar Billy el Niño”
Las medallas a torturadores, “una vergüenza”
Antonio González Pacheco sigue condecorado por el Estado español, agradecido a sus servicios profesionales. “Una medalla al mérito policial porque hizo todos los méritos que quiso, los que le pidieron y los que no, pero no solo se la deberían quitar a él, no es el único, son montonazos de ellos a los que condecoraron porque en cada ciudad o región tenían su propio Billy el Niño”, explica Felisa Echegoyen. “Es una vergüenza que esto se mantenga con dinero de todos”, añade.
“Eran sus esbirros [los agentes de la BPS] y hacían muy lo que les pedían”, opina Rosa García. Los premios y reconocimientos son normales en una dictadura, expone. “Si hay cientos de miles de personas desaparecidos en cunetas fíjate qué le pueden importar una medalla. Desde su punto de vista era lo más lógico condecorar a un torturador”.
Frente al régimen de Franco, dice, “no hubo un pueblo consentidor y amordazado” y sí gente que luchó “cuando pudo y como pudo”. Rosa se queda con una frase: “para los demócratas luchar contra una dictadura no es una opción, es un deber”. Como entendían tantos. Es el caso de Luis Suárez-Carreño, que presentó la primera querella en España contra Billy el Niño. “El sadismo y la crueldad de Billy el Niño eran vocacionales”, decía en una entrevista a eldiario.es.
Chato Galante también vivió en sus carnes el empeño de González Pacheco con los presos políticos y militantes antifranquistas. Chato sufrió las tácticas predilectas del policía, como el ‘pasillo’, el ‘repasito’, colgamiento de una barra, el ‘saco de golpes’ o la ‘bañera’. Su segunda detención fue “extremadamente violenta”. Era febrero del 71, tenía 22 años. “Imaginar que en la sala de interrogatorios estaba sentada mi familia era la única forma de aguantar los golpes de Billy el Niño. Pero la imagen de los míos se difuminaba y perdía la conciencia del tiempo que llevaba allí. Fueron 14 días que a mí me parecieron 14 meses”, contó al tiempo que la justicia española rechazaba la solicitud de extradición a Argentina del expolicía y su compañero de la Guardia Civil Jesús Muñecas Aguilar.
“Billy el Niño apretó la pistola contra mi pecho mientras gritaba que me iba a matar”, sostiene Willy Meyer, también víctima de torturas durante el franquismo. El exeurodiputado de IU relataba en una entrevista su detención en 1972 por la antigua Brigada Político Social, en la que participó González Pacheco. “Era un hombre con una vida bastante turbia. Sabíamos que se cebaba con los movimientos estudiantiles y que utilizaba la tortura para conseguir información”, aseguraba. Hoy, Billy el Niño sigue condecorado con una medalla al mérito policial y sin que sus presuntos delitos sean juzgados.