Andrea (nombre ficticio) descuelga emocionada el teléfono desde el país latinoamericano en el que vive desde hace año y medio y desde donde ha seguido los últimos meses del juicio a 'la manada': “Lo vivía como propio. Esto era determinante, nos jugábamos mucho, un todo o nada. El fallo del Supremo viene a reforzar desde instancias del poder lo que la calle ya sabía y había denunciado. Puede suponer, espero que suponga, un movimiento tectónico que acabe por desplazar la responsabilidad, la culpa y la vergüenza, que tradicionalmente estuvo del lado de la víctima, al agresor”.
Andrea sufrió una agresión sexual en Madrid en 2001, a los 19 años, casi la misma edad que la “superviviente” de 'la manada' tenía en julio de 2016. Andrea, como ella, acudió aquella noche a la policía: “Siempre sentí este caso como una reparación: a mi violador nunca lo encontraron, pero, al menos, alguien no se va a ir de rositas”. Espera que el fallo del Tribunal Supremo que confirma que lo que 'la manada' hizo durante esos sanfermines fue una agresión sexual y no un abuso “siente jurisprudencia para este tipo de delitos. Olé los ovarios de esta chica. Ha conseguido, a machetazos y dejándose la piel, abrir un camino para todas las mujeres”.
El fallo final ha sido favorable a la víctima, pero, ¿qué mensaje manda a la sociedad el proceso, en el que vio cuestionado su testimonio e invadida su vida privada en juzgados y medios de comunicación? “Esto es lo que hay que poner sobre la mesa. No puede ser que esta mujer haya pasado todo esto para conseguir que se aplique el Código Penal, que es algo nada extraordinario. Estoy alegre porque la alternativa era terrible, pero esto es justicia, a secas”, responde Lidia, que en 1989 fue víctima de una agresión sexual múltiple en Barcelona por la que también hubo condena. “Me da mucha rabia que haya sido en el tribunal de apelación. La primera sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Navarra y aquel voto particular nos dio con toda la mano abierta. No era necesario”.
Ella también se dirige a la superviviente: “Le diría que muchísimas gracias. Que ha sido muy fuerte y muy valiente. No sé si se dio cuenta en su momento, pero resistiendo ha sido un superglue que nos ha mantenido unidas. A ella estos años le habrán costado la vida, pero ha hecho bien a toda la humanidad”. Lidia dedica unas palabras al abogado de los cinco agresores: “Soy la primera que cree que todo el mundo tiene derecho a una defensa. Pero alguien tenía que dejar claro que la justicia no se hace por ahí, con esas barbaridades”.
A ella, personalmente, este caso le hizo “darse cuenta de cosas que en su momento di por normales. Yo me callé, pero esto me ha hecho pensar que si a mí no se me cuestionó, fue por eso. Callarme me salvó de vivir lo mismo, pero es que, hasta que no hablamos, no existimos”.
“No sé si le habrá merecido la pena. A la sociedad, sí”
“Esto es una pasada, muy importante. Primero, para la víctima, con todo lo que ha tenido que oír y que pasar. El tratamiento en los medios, el voto particular… Segundo, para todas las mujeres”. Reflexiona desde Bilbao Lorena (nombre ficticio), que en 1992 también sufrió una violación. “Si a esta chica le han dicho todo eso, ¿qué hubiesen dicho en la España de hace 27 años de una chica de 15 que se fue, engañada, pero se fue, a casa de uno de 17? No paraba de pensarlo. La verdad es que, poniéndome en su lugar, no sé si le habrá merecido la pena individualmente. Pero su lucha nos ha merecido la pena como sociedad”.
“Las mujeres salimos a la calle a gritarlo, pero nos llaman locas, histéricas, exageradas. Ahora, si lo dicta el Supremo, supongo que quien no se lo tomara en serio lo hará”, continúa sobre el fallo de este 21 de junio. No son tan importantes los años que les caigan –que finalmente serán 15 y 17 para el condenado que, además, le robó el móvil–, sostiene: “Hay quien me decía con la primera sentencia de la Audiencia de Navarra que eran pocos. No sé si son pocos. Tampoco van a cumplir los 15 en su totalidad. Pero lo que era horrible era el precedente de que se quedase en un abuso”.
La cuestión está ahí, en su opinión: “Durante tres años nos han intentado convencer de que estar en un cubículo de dos metros por uno con cinco maromos que te doblan en tamaño y que te hacen lo que quieren por todos los agujeros no es violencia ni intimidación. Y que pareciera que la reacción que tuvo la víctima, pensar que esto pase cuanto antes y que no me maten, no era lógica. Y después, intentar hacer tu vida normal, que su entorno no supiera lo que le estaba pasando. Eso es un mínimo de psicología y cualquiera debería entenderlo. Ahora se reconoce lo que defendíamos de manera oficial”.
Lorena ha vivido una evolución personal durante estos tres años que culminó cuando le entregó en mano una carta a su agresor. Andrea hizo 'clic' cuando escuchó que un abogado de 'la manada' le había puesto un detective a la víctima: “Para comprobar que hacía vida normal, ¿y qué querían? Una parte de ti solo quiere pasar página y que nadie se entere”. Acabó escribiendo también una carta, en su caso, publicada en eldiario.es. “Yo espero que hoy ella sepa la relevancia que ha tenido esto en las vidas de tanta gente. Yo seguí adelante con mis traumas y ansiedades, y esto me ha desenterrado algo que habitaba en lo más profundo de mi ser. Lo que termina hoy ha sido un desaprendizaje y reaprendizaje sobre mi propia vida”.