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El debate comienza con el nombre: ¿vientres de alquiler, gestación subrogada o por sustitución?

Imagen de archivo de dos mujeres en un hospital

David Noriega

La ley sobre técnicas de reproducción asistida de 1988 mencionaba, por primera vez en una normativa española, la “gestación de sustitución”. Se refería a la práctica por la que, con un contrato de por medio, una mujer gesta a un bebé y renuncia a la filiación a favor de un tercero. Algo que tanto aquella ley como la actual consideran “nulo de pleno derecho”, pero que se hace en países que lo permiten. Por eso, la “gestación por sustitución” ha despertado en los últimos años un debate entre los partidarios de regularla y aquellos que abogan por una prohibición más contundente. Un debate que comienza por la denominación con la que referirse a la práctica en sí.

Vientres de alquiler, alquiler de vientres, explotación reproductiva, maternidad subrogada, gestación por sustitución o gestación subrogada son construcciones que se han utilizado y siguen empleándose para referirse a lo mismo: que una mujer geste y de a luz al hijo de otros. En la práctica, gestación subrogada suele ser utilizada, aunque no solo, por aquellas voces que defienden su regulación; vientres de alquiler o alquiler de vientres por las que son críticas con ella y gestación por sustitución es el término utilizado en los textos legislativos, entre ellos, la Ley 14/2006, de 26 de mayo sobre técnicas de reproducción humana asistida, que no la permite.

“Desde el punto de vista científico, el término correcto es gestación subrogada o subrogación gestacional, que es el que recoge la OMS desde 2010”, indica Marcos Jornet, portavoz de la asociación Son Nuestros Hijos (SNH), formada por familias que han recurrido a esta práctica. En su glosario de terminología en técnicas de reproducción asistida (TRA), publicado ese año, la Organización Mundial de la Salud define como “gestante subrogada” a “la mujer que lleva adelante un embarazo habiendo acordado que ella entregará el bebé a los padres previstos”.

Por su parte, para la portavoz de No Somos Vasijas, Alicia Miyares, el término 'gestación subrogada' se trata de un “eufemismo” que se utiliza “de forma sistemática” y que “impide que las personas tomen conciencia de en qué consiste esta práctica y este contrato. Con este término nos cuelan la idea de que es una técnica de reproducción asistida. No se puede considerar el embarazo y el parto una técnica”.

Aunque esta plataforma lanzó su primer manifiesto en 2014 refiriéndose a esta práctica como “vientres de alquiler”, le dieron la vuelta tras una reflexión: “De alguna manera, 'vientre de alquiler' cosifica a las mujeres al reducirlas a nada más que un vientre. Por el contrario, alquilar vientres señala de manera muchísimo más clara que es ese contrato el que está cosificando a las mujeres, al reducirlas nada más que a vientres” aunque “independientemente de que nosotras introduzcamos ese matiz, ambas expresiones reflejan perfectamente que estamos ante una práctica que cosifica a las mujeres y a los recién nacidos”, explica.

“Si cambiamos el nombre, cambiamos el acto”

La discusión no es baladí. “En el fondo, la realidad es la misma, pero si le cambiamos el nombre también cambiamos el acto, el hecho en sí”, explica la catedrática de lingüística general de la Universidad de La Laguna María José Serrano. “Todo cambio en la forma conlleva un cambio en el significado”, indica. Así, mientras vientre de alquiler supone “una degradación de esa parte del cuerpo, que se considera un objeto desde el punto de vista cognitivo”, gestación subrogada “no implica ninguna degradación, porque sería una gestación, que es un proceso natural, y subrogada sería como un encargo a otra persona”. “No vamos a valorar cuál es mejor o peor, pero desde el punto de vista lingüístico el segundo es mucho más digno en cuanto a lo que se percibe”, considera Serrano.

“No vamos a utilizar las palabras de los agresores”, asevera la fundadora de Stop Vientres de Alquiler, Ana Trejo. “El único interés que tienen es poner un barniz tecnocientificista y sanitario a un práctica que no es más que explotación reproductiva, donde se alquilan los vientres de las mujeres para gestar bebés ajenos. No es un tratamiento médico, porque no se le prescribe a una persona que tiene una enfermedad, sino a un tercero”, denuncia.

Por eso, ellas utilizan el término 'vientres de alquiler' para “denotar el sentido de explotación que conlleva esta práctica” aunque “evidentemente, cuando una mujer se queda embarazada lo hace con todo su ser y pone en juego su mente y toda su vida”. “No hablamos de gestación subrogada porque la gestación es una capacidad biológica y las capacidades biológicas no se pueden subrogar. Es una falacia, una mentira”, aclara. En cualquier caso, desde esta asociación prefieren hablar de “explotación reproductiva”.

“Un vulgarismo y una falta de respeto”

Para Jornet, la utilización de esta expresión es “un absoluto disparate”. “Estamos en contra de la gestación subrogada forzosa, en línea con la última resolución del Parlamento Europeo sobre la cuestión, que condena la gestación subrogada forzosa, lo que implica, como es evidente, que no toda gestación subrogada es forzosa. Si es forzosa, habrá explotación y, por supuesto, estamos en contra, pero definir per se la práctica como tal es una absoluta temeridad”. Esa resolución, publicada en 2016, se refiere a esta práctica como “maternidad subrogada”. Además, Jornet considera que “vientres de alquiler es un vulgarismo y una falta de respeto para las mujeres que deciden llevar a término un embarazo para otra familia”. “Los vientres no se alquilan, se dona la capacidad de gestar”, aclara.

La doctora en psicología social e investigadora del grupo AFIN de la Universidad Autónoma de Barcelona Beatriz San Román considera que el término 'vientres de alquiler' contribuye “a la cosificación de la mujer, lo que está fuera de lugar y es problemático, independientemente de lo que pienses desde otro punto de vista moral”. “La práctica, si la definimos de forma neutra, supone llevar a término un embarazo para terceras personas. Podríamos pensar: ¿se alquilan los cuerpos o con los cuerpos desarrollamos una serie de actividades o trabajos?”, se pregunta.

“Si nos ponemos puristas, nuestra legislación lo llama gestación por sustitución, lo cual ya sería un argumento para utilizar este termino”, indica San Román. Precisamente, esto es lo que esgrime la directora del Observatorio de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona, María Casado. A principios de año publicaron un documento en el que se posicionaban contra esta práctica, utilizando la terminología legal. “Valoramos los distintos términos y hemos utilizado, justamente, el término legal”, indica. “Técnicamente es lo más correcto, porque tampoco es un alquiler desde el punto de vista legal, no se alquila un vientre”, añade.

Mientras Ciudadanos defiende una regularización de la gestación subrogada en España, el PSOE “rechaza la gestación por sustitución o gestación subrogada, eufemismo de vientres de alquiler”, tal y como recogía en su programa electoral para las generales del 28A. Durante esa campaña, la plataforma No Somos Vasijas hizo llegar a las formaciones políticas un documento en el que pedía el compromiso de sustituir 'gestación por sustitución' o 'gestación subrogada' por 'alquiler de vientres' en todos los textos oficiales –incluidos las leyes–.

Para Mirayes los términos que se utilizan actualmente son “una manera de anestesiar a la ciudadanía para que en un trágala acepten una práctica que cosifica a las mujeres y recién nacidos y los desposee de derechos”. “Por eso alquiler de vientres les molesta tantísimo (a los partidarios), porque les señala con el dedo de manera directa”, añade.

La propia vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo, se refiere a esta práctica como vientres de alquiler. Una posición que sorprende en Son Nuestros Hijos. “En 2006 el gobierno socialista, del que era ministra (de Cultura) Carmen Calvo, promovió una reforma de la ley de técnicas de producción humana asistida en la que no solo se sigue llamando 'gestación por sustitución', sino que además le pone ese título al artículo 10”, explica Jornet. El cambio en el nombre del artículo es el único que afecta a ese punto, que mantiene una redacción idéntica a la de 1988.

La postura actual del partido socialista está, para San Román, “seguramente sustentada en la comparación de algunos casos realmente terribles en países donde hay una legislación pobre o un vacío legal, en lugar de mirar a otros países, como Reino Unido, Canadá, Israel o algunos estados de EE.UU. donde hay unas leyes que protegen y que protegen de la explotación”. “Mientras nos perdemos en esta discusión tan polarizada, lo que no hacemos es pensar o debatir cuáles serían los aspectos que tendrían que contemplar una posible regulación: segurar la autonomía médica de la mujer, plantear cómo garantizar la trazabilidad si un niño quiere conocer su historia, etc.” considera.

“Hablar de la estratificación reproductiva”

La investigadora experta en estudios sociales de la ciencia y doctora en sociología Sara Lafuente Funes se decanta por “gestación por sustitución, porque es el término que utiliza la ley”. “Me parece más sencillo emplear una herramienta que ya se utiliza a nivel legal y está menos cargada que los otros términos y, a partir de ahí, abrir la conversación”, explica. Porque, para ella, “los términos que más se utilizan (vientres de alquiler y gestación subrogada) plantean varios problemas”. “Ambos se refieren a la gestación como un hecho aislado, uno de forma más crítica y otro menos”, explica, lo que minimiza el impacto de la medicalización previa para el proceso de fecundación y la recuperación posterior.

Además, “la idea de gestación subrogada se utiliza en relación a una técnica y no considero que sea una técnica, sino una práctica relacional en la que participan personas”. “Vientres de alquiler me parece que es problemático porque ya bloquea la discusión en muchos lugares y hay gestantes a las que no les gusta. Es un término que se suele utilizar de forma estratégica para un debate, el problema es cuando lo cierra”, continúa. En cualquier caso, pide “no dar por hecho que toda la gente que utiliza un mismo término piensa lo mismo”.

Lafuente Funes, no obstante, propone extender el debate más allá del nombre. “Hay gente que considera que esto es una técnica y otros que creemos que las técnicas han permitido la inclusión de terceras personas y la posibilidad de transferencia de capacidades reproductivas, con niveles de invasión del cuerpo muy distintos”, explica. Estas capacidades pueden ser la donación de óvulos o gametos, la subrogación o, en un futuro, la donación y el trasplante de úteros. “Son prácticas relacionales que involucran a terceras personas que no están involucradas en el proceso reproductivo y, a partir de ahí, deberíamos pensar qué se pone en juego: ¿Se da en un régimen de intercambio económico? ¿Relacional entre una amiga que gesta por otra que no puede? ¿Qué otras variables están teniendo lugar?”.

“Más allá de meternos en la discusión es importante hablar de cosas como la estratificación reproductiva, donde la capacidad reproductiva de unas personas está puesta a favor de otras, con base a desigualdades globales, socioeconómicas y de lugar”, desarrolla Lafuente.

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