Del vino en las comidas al “atracón”: cómo hemos cambiado nuestra manera de beber
El alcohol se bebe en las fiestas, en las reuniones de amigos, para celebrar algo... Pero cada vez está menos presente a diario en las casas. El acto cotidiano de acompañar la comida o la cena con un vaso de vino ha dejado paso a otra manera de consumir que se parece más a cómo beben los países del norte europeo. Es una tendencia asentada que atestiguan los datos: el consumo diario de alcohol cae despacio pero sostenidamente desde 1997 mientras el “atracón” –beber mucho en poco tiempo– ha ganado peso en las costumbres españolas.
España es un país “en transición”, concluye un estudio publicado en la revista científica Adicciones que analiza cómo han cambiado los patrones de consumo entre 1990 y 2019. Otro artículo científico, que puede leerse en la Revista Sanitaria de Investigación, advierte sobre el paso de un “consumo mediterráneo como acompañamiento de las comidas; diario y en bajas dosis, a un patrón anglosajón de consumo masivo y en forma de atracón en el que se busca la embriaguez en poco tiempo”.
Como consecuencia del cambio en los espacios de consumo, se modifica también el qué se toma: la cerveza ha desbancado al vino como bebida favorita. En 2022 se consumieron cuatro millones de litros en España frente a los dos millones y medio de 1995.
“En los años setenta, beber alcohol estaba íntimamente relacionado con una ingesta energética. Cuando empieza a caer el consumo de alimentos porque la gente necesita menos energía [por trabajos menos físicos y más sedentarios] también disminuye la cantidad de alcohol. Ese consumo se ha desplazado hacia fuera de las casas y de las comidas, a las tardes y a los fines de semana”, analiza Iñaki Galán, investigador del Centro Nacional de Epidemiología cuyos trabajos se han centrado en el alcohol.
Según la encuesta EDADES, del Ministerio de Sanidad, el porcentaje de la población que bebe a diario ha caído cuatro puntos desde 1997 a 2019: de un 12,7% a un 9%. Mientras la gente que afirma haber tenido un atracón de alcohol en el último mes –por “atracón” se entiende haber consumido 5 o más bebidas si eres hombre o 4 o más si eres mujer en la misma ocasión o en un intervalo de dos horas– ha crecido del 5% en 2003 a un 15,4% en 2019, aunque en los últimos años las cifras permanecen estables.
¿Quién sigue bebiendo a diario? Los hombres de entre 55 y 64 años. Uno de cada tres, concretamente, según los datos de Sanidad. Entre las mujeres de esa franja, sin embargo, el consumo diario es muy pequeño (6%), lo que hace descender la media en ese grupo hasta el 16,8%. Si comparamos estas cifras con las que se dan en otras edades, se observa el cambio generacional: solo un 4,7% de los jóvenes de 25 a 34 años beben todos los días. El porcentaje asciende según se van cumpliendo años: un 8,1% entre los 35 y los 44 años; y un 11,1% en la franja de los 45 a los 54. El binge drinking, como se le llama en el mundo anglosajón al consumo concentrado en periodos cortos, encuentra su pico entre los 25 y los 34 años en una curva inversamente proporcional a la edad. La encuesta EDADES no permite observar cómo es el patrón consumo más allá de los 64 años porque no pregunta más allá de esa edad, aunque se asume que puede ser parecido hasta los 70 años más o menos para después empezar a caer.
Que existe una cantidad segura de consumo de alcohol, con efectos inocuos para la salud, es una creencia que empuja la industria y asumen muchos gobiernos pero no tiene sustento científico. “Incluso algunos profesionales de la salud siguen planteando que beber una cantidad pequeña no es malo y, más aún, puede ser bueno. Eso es tremendo. Sabemos que el etanol aumenta la fracción buena de colesterol pero también que para el cáncer o para los accidentes cerebrovasculares no hay ningún efecto protector”, aclara Galán.
Esto es lo que dicen los datos: el consumo moderado de alcohol –dos cervezas diarias– provocó 100.000 tumores en 2020. Son el 15% de los cánceres generados por tomar estas bebidas, que a su vez están detrás del 4% de todos los diagnósticos de esta patología en aquel año, según un estudio publicado el pasado mes de julio en la revista The Lancet Oncology.
¿Es peor beber poco y sostenido o mucho y solo dos días a la semana? “Lo que llamamos consumo de atracón es más perjudicial porque entre los jóvenes la bebida favorita son los combinados, que tienen mucho más alcohol puro, y porque esta forma de beber genera problemáticas sociales asociadas como los accidentes, comportamientos violentos o embarazos no deseados, más allá de las enfermedades a largo plazo que está demostrado que están vinculadas con el consumo alcohólico, como el cáncer”, desgrana Albert Espelt, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona y miembro del grupo de trabajo sobre alcohol de la Sociedad Española de Epidemiología.
Según el último informe de la OMS sobre el estado de salud en la región europea, España se sitúa en el séptimo lugar en el ranking de países con más consumo de alcohol per capita, por detrás de la República Checa –a la cabeza–, Alemania o Irlanda. Galán diagnostica una “mejor situación actual” que “hace unos años” y advierte de la necesidad de observar de manera conjunta las diferentes fuentes de datos antes de sacar conclusiones. “La prevalencia en general de consumo de alto riesgo es menor y eso ha contribuido a la reducción de enfermedades asociadas directamente y de forma global de la mortalidad atribuible”, sostiene.
Los datos de EDADES muestran un panorama que no ha variado mucho. Al menos en cuanto al porcentaje de personas que consumieron algo de alcohol en los últimos 30 días, sin tener en cuenta qué cantidad: desde 1997 hasta 2019 se mantiene en casi dos de cada tres. “El alcohol está muy normalizado en la sociedad. Los bebés lo ven nada más llegar al mundo cuando se brinda por su nacimiento y a partir de ahí lo relacionamos con cosas buenas toda la vida”, argumenta Espelt, que marca una diferencia con la percepción social del tabaco. Esta sí ha cambiado más.
Si un 80% de la población consideraba en 1997 que fumar un paquete de tabaco diario era malo para la salud, en 2022 el porcentaje es del 92%. La diferencia es más reducida con el alcohol, de solo cinco puntos porcentuales, la mitad. Un 50% cree que consumir 5 o 6 bebidas alcohólicas el fin de semana resulta perjudicial mientras en 1997 era un 46%.
Los menores beben pero menos
Un punto crítico en las políticas contra el alcohol es el consumo entre los adolescentes. Las cifras son “alarmantes”, advierte Galán, que las vincula con tres factores: la “enorme accesibilidad”, la normalización y la vinculación con la socialización –“sienten que les ayuda a integrarse más y sentirse mejor”–. El informe ESTUDES que elabora anualmente el Ministerio de Sanidad revela que más de la mitad de los chicos y chicas de entre 14 y 18 años (53,5%) han bebido en los últimos 30 días, pese a que por ley es ilegal, y casi tres de cada cuatro (74%) han consumido alcohol alguna vez en su vida.
Es “imperioso” regular la publicidad relacionada con los influencers, más inspecciones y control en la venta y la revisión del precio, según el investigador del Centro Nacional de Epidemiología. España es todavía el país de la Unión Europea con los impuestos más bajos sobre todo tipo de bebidas alcohólicas, según el estudio Cambios en el consumo de alcohol en España de 1990 a 2019', publicado en 2022.
Aunque la proporción de menores que bebe es alta, en la evolución se ve una curva que baja desde 2012. Entonces, un 74% de los estudiantes de la ESO encuestados había bebido en el último mes y un 84% lo habían probado al menos en una ocasión. Las borracheras también descienden: un 23,2% de los adolescentes aseguran haberse emborrachado en un periodo de 30 días alguna vez frente al 31% en 2012, hace nueve años.
¿Hay más conciencia sobre cómo perjudica a la salud? “La percepción del riesgo sigue siendo mínima pero sí existe el culto a la imagen, a no engordar –ahora se sabe que el alcohol tiene un gran contenido calórico– y a estar bien físicamente”, apunta Gabriel Rubio, jefe del Servicio de Psiquiatría del hospital Doce de Octubre de Madrid. Rubio matiza que los datos de ESTUDES pintan tendencias dentro de los chavales y chavalas que estudian. Fuera de ahí, agrega, pueden ser otras. “Estamos viendo en consulta que una parte de los jóvenes tienden a consumir menos a expensas de otra parte que consume más. A nivel clínico observamos un incremento de los abusos de alcohol y otras sustancias, como el cannabis o las benzodiazepinas, en los chicos y chicas que están en tratamiento por salud mental”.
Otro dato interesante tiene que ver con el sexo. Las chicas reconocen haberse emborrachado en mayor medida que los chicos, sobre todo en grupos de edad más temprana, según el informe ESTUDES. Y en general su consumo tiene más prevalencia (73% frente al 68% en el último mes). Lleva siendo así desde principios de los 2000.
“Las chicas jóvenes son un objetivo para las marcas en la venta. Ahora a las niñas no les dicen que son malas por beber. A medida que avanzamos socialmente en igualdad, el consumo entre hombres y mujeres se equipara. Ser una chica era un efecto protector dentro del sistema patriarcal para lo relativo al consumo de alcohol”, anota Espelt. Si miramos la brecha de género por edades, la más grande se da entre la población de 55 y 64 años; y la más pequeña entre los jóvenes de 15 a 24 años. Para Rubio, también hay un impacto de la publicidad: “Hace 40 años los anuncios estaban dirigidos a fidelizar a los varones el consumo de brandy; ahora la publicidad de cerveza o vino apela a valores como la amistad o la libertad”.
Un estudio realizado en Catalunya, y publicado también en la revista Adicciones, indagó sobre cómo influía el entorno en el consumo de alcohol entre jóvenes universitarios. Entre los factores con más peso en los grupos de discusión estaba “la consumición obligatoria en locales de ocio nocturno”, el “fácil acceso al alcohol” o el “deseo de celebrar”. El alcohol sigue íntimamente vinculado a los buenos momentos, al disfrute y a la diversión en todas las edades.
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