No saben qué nombre ponerle, pero este grupo de 85 mayores tiene claro que cooperativa, autogestionada, convivencia y colaborativa son términos que se ajustan perfectamente al lugar donde viven, que ellos mismos han diseñado para envejecer, y que no encaja en la definición de residencia geriátrica al uso.
Podría atender a lo que se conoce como “senior cohousing”, pero según dice a Efe la directora de Trabensol -que así se llama este centro-, Paloma Rodríguez, “no nos da la gana llamarnos en inglés”.
Esta iniciativa comenzó en 2002, cuando un grupo de “gente activa del mundo social y político”, conocidos entre ellos, se constituyó en cooperativa para afrontar un problema que tenían: cómo envejecer y no depender de nadie.
Los retos eran muchos: encontrar una fórmula adecuada, ponerse de acuerdo en qué tenía que tener donde vivirían, encontrar el dinero y los terrenos donde construir. Tras varios años buscando, en 2006, los encontraron en Torremocha del Jarama (Madrid).
Pero en ese momento, ya se habían descolgado más de cincuenta personas que no pudieron comprar, ni aportar los 154.000 euros que pusieron los 54 socios.
Mucha perseverancia y esfuerzo tuvieron que tener hasta que en 2013 por fin pudieron trasladarse a su nuevo hogar: un edificio “bioclimático, geotérmico, con poco impacto medioambiental y de poco consumo energético”, como lo define Jaime Moreno, exredactor del NODO y ahora residente de Trabensol.
A cada uno de los 54 apartamentos con cocina-salón, dormitorio y terraza, se les une un comedor, jardines, huerto, invernadero, biblioteca, gimnasio, baño terapéutico y multitud de salas para reunirse, pintar, reformar muebles, hacer yoga, pilates o chikung e incluso un espacio reservado ya para cuando empiecen a caer en situaciones de dependencia, con camillas médicas que ahora usan para hacer acupuntura y dar masajes.
Ellos mismos decidieron qué tenía que tener, antes de poner en concurso el proyecto del que se encargaría una firma de arquitectos, porque como afirma Moreno, querían seguir viviendo “de forma independiente” y sin condicionar a su familia.
“La idea es compartir con otros esa fase de tu vida y a la vez generar sistemas de ayuda mutua para ir solventando los problemas que uno va teniendo con la edad”, explica a Efe el investigador y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya Daniel López.
El investigador está comenzando un estudio para “mapear” todas las iniciativas de viviendas colaborativas para mayores que están en marcha en España y que son “una solución alternativa” a la tradicional residencia o a la pérdida de autonomía que conlleva irse a vivir con la familia.
Quiere estudiar qué factores han permitido -o no- desarrollar y consolidar estas iniciativas y qué impacto ha tenido en los mayores y su entorno.
No entra en especulaciones, pero López apunta que estudios similares de otros países demuestran que la vivienda colaborativa en mayores “tiene un efecto directo sobre combatir la soledad” e “incrementa la participación social y el envejecimiento saludable”.
Además, podría tener un efecto económico: reduce los ingresos hospitalarios y se incentiva la economía local.
Este “centro social de convivencia para mayores” de Madrid -junto a Los Milagros en Málaga- es un referente para una opción que llama la atención a muchos que empiezan a vislumbrar la jubilación, pero también para los vecinos del pueblo que se acercan todos los días a realizar las actividades gratuitas que realizan: marcha nórdica, teatro leído, cineforum, debates sobre actualidad, pilates, bailes regionales, yoga, meditación...
En el centro reina “el principio de solidaridad y ayuda mutua”, según describen la presidenta Paloma Rodríguez y Jaime Moreno y si alguien tiene que bajar al médico, siempre hay otra persona que le acompaña o antes de ir a comprar, preguntan a los vecinos si necesitan algo.
Moreno describe su cooperativa como “un proyecto ilusionante” que han creado desde “el debate y el consenso” y que les permite mantenerse activos más tiempo.
Más allá de las instalaciones y las actividades, lo “mejor” es la relación humana y el envejecer acompañados porque ante los problemas que van a tener que afrontar, “la sensación de estar arropado es la pera”.