Casi cada día pasa Teresa por la puerta del centro de mayores para comprobar que el papel sigue en la puerta. En él pone, resumiendo, “Cerrado por COVID”. Lleva así desde que empezó la pandemia. Ahora Teresa, de 77 años, se acompaña de una empleada en casa por las mañana. Las tardes, sola, las pasa leyendo. Pero antes su vida no era así. Antes, Teresa desayunaba allí con las amigas, siempre en la misma mesa, que ya sentía como propia, y después se apuntaba a una clase de yoga o de baile. Si quería, podía comer en el centro, pero ella no lo hacía, aunque volvía por la tarde a jugar un rato a las cartas. De vez en cuando hacían excursiones de un día. Alquilaban un autocar y se iban a ver Toledo, por ejemplo. En otras ocasiones se celebraba lo que fuera: un cumpleaños, una buena noticia, siempre había algo. ¿Y ahora? “Ahora noto el aburrimiento, lo he pasado allí tan bien que lo hecho en falta”, confiesa.
Se llaman centros de ocio, hogar del jubilado, centros de participación activa o casa del mayor. Es un sitio clásico de reunión, de acompañamiento, de diversión, de compañerismo, de amistad. Como muchos otros lugares de confluencia, estos espacios se han cerrado con la pandemia. Pero, a diferencia de otros establecimientos, en algunas comunidades autónomas no se han vuelto a abrir. “Si abres un bar o una cafetería cómo no se va a poder ir a un centro de mayores”, se pregunta Juan Manuel Martínez Gómez, presidente de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (CEOM). Organizaciones como la suya están pidiendo que se abran en su totalidad, ya que Comunidades Autónomas como Madrid, donde vive Teresa, los mantienen clausurados. “Los mayores están vacunados en un porcentaje elevado y son los suficientes como para que tengan que abrirse todos los centros de mayores, porque uno de los mayores problemas ahora mismo es el de la soledad no deseada”, añade Martínez.
No obstante, el presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), José Augusto García Navarro, llama a la prudencia y pide que se abran pero al alcanzarse el 70% de vacunación de la población de más de 60 años. Todavía hay 2.263.000 mayores de 70 años sin vacunar, ni siquiera la primera dosis. Pero García Navarro prefiere tomar como referencia la administración de la pauta completa. En este caso, aún se está lejos de ese condicionante. Hay un 60,9% de personas mayores de 80 que han recibido las dos dosis de vacuna. En el caso de 70 a 79, solo un 3,29%. En el siguiente grupo de edad, usuarios también en gran medida de los centros de mayores, de 60 a 69, se ha completado la vacunación en un 5,21%. “Hay que poner toda la carne en el asador para vacunarlos cuanto antes”, dice García Navarro.
A medio gas
Madrid, Castilla y León, Castilla-La Mancha y Canarias mantienen los centros de mayores cerrados, en espera de que mejore la situación epidemiológica. En Navarra hay autorización para abrirlos pero en la práctica están cerrados la mayoría de ellos, ya que no puede haber actividad de bar ni están permitidos los juegos de mesa y son los licenciatarios de los bares los que se encargan de abrir. Asturias tiene abiertos los dos únicos centros cuyas instalaciones son independientes (en Mieres y Pola de Laviana); todos los demás siguen cerrados porque comparten instalaciones con los centros de día para personas dependientes. En octubre, el principado intentó una experiencia piloto en Moreda (Aller) consistente en crear circuitos que mantuvieran aislados a los usuarios dependientes de los autónomos e ir poco a poco incorporando servicios, como la podología, la peluquería y la cafetería, pero tuvo que ponerse en suspenso debido a que hubo un aumento de casos en el municipio. Solo en Catalunya, Andalucía, Cantabria, Galicia y Baleares están abiertos, con las habituales restricciones de aforo y separación entre mesas.
Los 17 que hay en Murcia lo están solo para los servicios de peluquería, podología o cita previa con la trabajadora social. En Aragón, se han abierto desde junio para dar servicio de peluquería, podología, cafetería y comidas para llevar a casa. Desde finales de marzo, la red de 31 centros que cuentan con 106.000 socios, ha comenzado a retomar otras actividades físicas y cognitivas de manera escalonada en forma de un programa piloto en ocho centros. En La Rioja están abiertos pero solo para la podología, peluquería y, algunos de ellos el comedor social, en unos casos para comer allí con restricciones y en otros para llevar la comida a casa. En Extremadura están abiertos, pero tienen las cafeterías cerradas y están prohibidos los juegos de mesa, aunque se realizan servicios y actividades de promoción de la autonomía como podólogos, fisioterapeutas o actividades de informática. En la Comunitat Valenciana, dependen de la decisión de cada municipio, por tanto hay unos abiertos y otros cerrados.
Euskadi no tiene una red de centros de mayores públicos, por lo que no hay un criterio unificado y depende de la asociación que lleve cada centro. Los ayuntamientos les dan unas recomendaciones y, a partir de ahí, unos están abiertos y otros no.
Los efectos de la pandemia en los mayores
Existe una gran preocupación sobre cómo la pandemia ha afectado a los mayores, más allá de los indicadores más visibles, evidentes e inmediatos de la salud física. Más difícil de concretar es cómo y cuánto ha hecho tambalear los principios del envejecimiento saludable, que se basa en mantener la actividad física, una dieta adecuada y la mente activa a través de ejercicios intelectuales y relaciones sociales. “Por eso es muy importante salir y establecer vínculos con otras personas, con las que los mayores compartan aficiones y por tanto seguir participando de los centros de ocio, donde se hacen más cosas que el mero ocio, como actividades deportivas, culturales, viajes, en algunos casos hay comedor, lo que también ayuda a fomentar una dieta saludable”, señala García Navarro.
“Hay más de 9 millones de mayores de 65 años en España, si quitas a los de las residencias, ¿dónde están los demás? En sus casas”, advierte Juan Manuel Martínez Gómez. El confinamiento domiciliario de los mayores les ha mantenido a salvo de los contagios pero en el caso de los enfermos crónicos se ha detectado un empeoramiento de sus enfermedades. “Se han descompensado —señala el presidente de la SEGG— y nos vienen a las consultas de geriatría en una situación peor que antes que el aislamiento, así como también de la salud mental, porque la soledad es un inductor de las enfermedades de este tipo: estamos viendo mayor grado de ansiedad y de depresión que antes de la epidemia”.
Cuando Teresa sale a pasear a veces se encuentra, sentados en un banco, a amigos y conocidos del centro. “Cuando nos vemos, nos preguntamos si va a abrir de nuevo”, dice. Pero sin el lugar de reunión, va perdiendo el contacto con ellos. A algunos ya no los ve porque sus familias se los han llevado a otros lugares, quizá con mejor calidad de vida que en la ciudad. Otros, han fallecido por coronavirus. Pero Teresa no se plantea renunciar a un espacio que siente como propio: “En cuanto reabran, ahí estaré”.