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La vuelta al trabajo tras un diagnóstico de cáncer: “Como estás viva, el mandato es que te subas al carril como puedas”

María Mejía, logopeda diagnosticada de cáncer de mama.

Sofía Pérez Mendoza

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“La gente ha visto que me ha crecido el pelo y todos esperan que seas la de antes, que no estés cansada físicamente o que no tengas secuelas mentales. Total, estás viva. Eso es lo que más factura me pasa, que no exista una opción en el sistema para una reincorporación progresiva al puesto de trabajo”.

Así resume María Mejía, paciente de cáncer de mama en tratamiento hormonal, la que últimamente es la mayor de sus frustraciones: querer volver a su empleo con cierta normalidad –trabaja como logopeda– y no poder hacerlo por las consecuencias de la medicación que todavía toma y de las terapias previas a las que se ha sometido en el último año y medio. Cinco meses después de su última intervención, está trabajando cuatro horas a la semana en la clínica donde antes hacía veinte manteniendo el sueldo. Su pareja la lleva y la trae en coche, aguanta el tirón pero cuando llega a casa muchos días se tiene que meter en la cama.

No es una excepción. Es habitual que los pacientes demanden, si están en condiciones de empezar a trabajar, este regreso progresivo. El primer barómetro de cáncer y trabajo en España, realizado por la Federació Catalana d' Entitas contra el Cáncer (FCEC) tras encuestar a 2.000 personas –el 12% de ellas tenían la enfermedad–, refleja que más de la mitad de los pacientes que están atravesando un proceso oncológico vuelven al trabajo poco a poco. Del 44% que se reincorporó del tirón, a la mayoría (52%) le habría gustado que fuera de otra manera.

La presión económica juega un papel en las decisiones, confirma el estudio: la gente que decide continuar trabajando lo hace por “cuestiones de autoestima”, por “tener sensación de normalidad” pero también “por motivos económicos”. Perder parte del salario por volver con una jornada parcial es un motivo de preocupación.

Los resultados se publican en pleno debate sobre la propuesta de bajas flexibles que permitan trabajar parcialmente, avanzada por la ministra de Seguridad Social, Elma Saiz, hace una semana. El anuncio ha provocado opiniones encontradas dentro del propio Gobierno: Trabajo lo ha rechazado frontalmente mientras Sanidad considera que puede ser útil en ciertas situaciones como precisamente los procesos oncológicos. La Asociación Española contra el Cáncer, de momento, se muestra cauta hasta que la idea se aterrice un poco más: es un asunto en el que ya venían trabajando pero “hay que buscar la mejor forma de hacerlo”. El próximo lunes está prevista la primera reunión del Ministerio con los agentes sociales y la patronal.

“Esa flexibilidad hay que madurarla para que se respeten los derechos de la persona enferma. No se puede convertir en un arma de doble filo para presionar al trabajador ni alterar el reposo aconsejado para restaurar su salud”, opina Pilar Rodríguez Ledo, médica de familia y presidenta de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen). La doctora reivindica, de cara a las negociaciones que están por venir, que los facultativos deberían participar como unos agentes más en las meses de diálogo si en algún momento se plantea una reforma de la incapacidad temporal.

Esa flexibilidad hay que madurarla para que se respeten los derechos de la persona enferma. No se puede convertir en un arma de doble filo para presionar al trabajador ni alterar el reposo aconsejado para restaurar su salud

Pilar Rodríguez Ledo, presidenta de Semergen

El trabajo es una agarradera para mucha gente que pasa por un proceso oncológico porque lo interpretan como la “vuelta a una vida normal y forma parte del abordaje integral del paciente”, explica César Rodríguez, presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). “Es habitual que los pacientes vayan dándose de alta y de baja de nuevo, ausentándose por periodos, para mantener el trabajo porque les supone una vía de escape en la medida en que hay cosas que sí pueden cumplir”, subraya también Rodríguez Ledo.

Noemí García decidió seguir trabajando como secretaria en una multinacional porque quería que la rutina le cambiara “lo menos posible” con la enfermedad. “Sabía que los primeros días después de las quimios no podía salir prácticamente de la cama pero cuando me encontraba mejor encendía el ordenador. Me ayudaba a sentirme útil, a tener la cabeza en algo que no fuera el cáncer y a evitar la sensación de que mi vida se estaba rompiendo en mil pedazos”, relata esta mujer de 49 años diagnosticada con cáncer triple negativo metastásico en junio de 2021 y actualmente en remisión. Negoció con su empresa teletrabajar al 100% desde entonces y todavía no se ve preparada para volver a la oficina. “Ahora mismo no puedo asumir una avalancha de cariño y preguntas y me lo han consentido, pero conozco a compañeras cuyas empresas se han portado regular”, justifica.

Es habitual que el proceso de reincorporación laboral quede rodeado de una sensación de angustia y frustración, porque “vivimos en un sistema del todo o nada”. “En general, los plazos del sistema no están adaptados a los procesos oncológicos. Hay una rigidez en los periodos de baja laboral. Si a los 18 meses no te has reincorporado pasas a un incapacidad permanente –ya no es tu médico de familia sino el INSS (Instituto Nacional de la Seguridad Social) quien te da la baja y el alta– y eso es un tipo de amenaza para los pacientes porque algunos tratamientos tienen más de un año de duración, incluso si se logra la curación”, desarrolla Rodríguez.

Mejía se quedó en un limbo porque el día de su última intervención, en abril de 2024, el INSS le dio el alta. “Un cáncer no es solo una quimio. Tengo el pulmón mal, se me ha desprendido el vitro del ojo por la quimio y eso no cuenta. Nadie habla del chemobrain, que te quedas en blanco con las palabras, pierdes facultad para estar atentas y vas más lenta con todo. ¿Cómo te incorporas a una vida laboral de 40 horas a la semana cuando tu cerebro no puede? Como estás viva, el mandato es tirar p'alante como puedas, volverte a subir al carril del sistema porque no queda otra”, analiza.

El postcáncer “es un periodo que abre muchos frentes y es invisible”, lamenta el psiconcólogo Álvaro Golvano. “Hay muchas dificultades para volver a la vida laboral y en general a la cotidiana. Como has superado la enfermedad, parece que todo debería ser muy fácil y generalmente no lo es”, asegura este especialista que trabaja para el Grupo Español de Pacientes con Cáncer (GEPAC). “Muchas veces es una fuente importante de malestar, tanto por no verse preparados por no poder hacer reincorporación progresiva, no solo son las secuelas físicas sino también las psicológicas”, confirma.

Vivimos en un sistema de todo o nada. Los plazos del sistema no están adaptados a los procesos oncológicos

César Rodríguez, presidente de la SEOM

El barómetro catalán confirma que la mayoría de trabajadores (dos de cada tres, hayan tenido o no cáncer) creen que es pertinente un protocolo en las empresas para gestionar el impacto de la enfermedad en el trabajo, pero solo el 14% conoce que existan planes específicos. Siete de cada diez pacientes encuestados hizo algún cambio en su trabajo al regresar, como combinar teletrabajo con presencial, una reincorporación progresiva o trabajar menos horas.

El apoyo a las pacientes en el ámbito laboral “necesita una revisión profunda”, sostiene un grupo de mujeres pacientes de cáncer de mama que ha convocado concentraciones el próximo sábado en varias ciudades españolas para decir que “el cáncer no es rosa”. “Permitir la incorporación progresiva y gradual a la vida laboral, regular la opción de tener horarios flexibles y facilidades de acceso al teletrabajo cuando el puesto lo permita, que existan una modalidad de reducciones por baja de enfermedad que no sean de la totalidad de la jornada laboral o ampliar la casuística para no limitarse exclusivamente a si una paciente está de alta o de baja” son algunas de las demandas para visibilizar que el cáncer “no es un añito malo” sino una enfermedad crónica “cuyas secuelas afectan de por vida”.

A raíz de la enfermedad, dos de cada tres personas (66%) se sienten más vulnerables en el trabajo; el 51% tiene problemas físicos y el 52% emocionales, aunque la mayoría vuelven al mismo puesto de trabajo. Solo una minoría hace un parón o deja la empresa, según los resultados del barómetro.

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