Will Smith es, desde este domingo, uno de esos casos que bien podría servir de estudio en algún curso de nuevas masculinidades. Smith, un tipo amable, conocido por papeles que en algún caso ahondaban en nuevos modelos masculinos y por discursos que apostaban por relaciones amorosas libres, ha terminado pegando una bofetada a otro hombre en prime time. La víctima, Chris Rock, acababa de hacer un chiste hiriente sobre la actriz Jada Pinkett, pareja del actor. Will Smith caminaba decidido hacia el escenario, le partía la cara a Rock y volvía a su asiento para gritar “saca el nombre de mi mujer de tu puñetera boca”. Y así es como Will Smith ha encarnado mejor que nadie el papel de tipo progre que tiene el discurso aprendido pero que no es capaz de llevarlo a la acción.
“La gran tarea pendiente para los hombres es la auto regulación, la gestión emocional y la coherencia entre el discurso y la performance”. Es la frase con la que el consultor en igualdad y masculinidades David Kaplún une lo sucedido en la gala de los Oscar con lo que observa en el activismo y en la sociedad: hombres con un discurso aprendido, en el que creen en gran medida, pero incapaces de auto regularse cuando llegan los momentos clave.
“La nueva ola feminista está poniendo el foco en nosotros, y el tema de las masculinidades está cogiendo mucho vuelo. Es un mensaje que está calando desde un enfoque más cognitivo, mental, ideológico, pero no con toda la profundidad que requeriría, porque esto tiene que ver con un cambio de conciencia, con un cambio actitudinal, emocional, relacional... ”, explica Kaplún. Ese cambio profundo va más allá de saber llorar o de permitirse mostrar emociones, sostiene, sino que tiene que ver fundamentalmente con auto regularse: “Saber cuando toca escuchar en lugar de hablar o de dar una hostia”.
La actitud de Smith conecta con esa masculinidad que termina reproduciendo el mismo modelo que critica, llegando incluso a la violencia física o verbal cuando, por ejemplo, otro hombre le dice algo a una amiga o a una pareja. Kaplún recuerda que hace falta un contexto personal coherente que dé entidad a los discursos e incluso, en el caso del actor, a los personajes con los que en alguna ocasión Smith ha parecido sacarle punta a la paternidad o a la relación de los hombres con los cuidados.
La nueva masculinidad de siempre de la que el periodista y escritor Antonio J. Rodríguez hablaba en su libro homónimo alude a esos “nuevos modelos de masculinidades que no difieran en absoluto de las masculinidades tradicionales en lo convencional o en su ADN”. “Después de la importancia de toda esta conversación alrededor del feminismo ha habido dos grandes reacciones: una, la aparición de masculinidades particularmente recalcitrantes, reaccionarias, y otra, la figura de las nuevas masculinidades o sus sinónimos, que aparentemente son una respuesta más noble y que en muchos casos sintoniza con algunas de las demandas feministas, si bien es cierto que en lo esencial no han cambiado tanto. Marca una especie de antes y después, que dentro de lo malo no es el peor camino pero creo que un planteamiento más radical sobre la masculinidad implica ir más allá. La frontera última de la masculinidad para mí son dos elementos que planteo en el libro: la renuncia a la propiedad del cuerpo de la mujer, y la renuncia al estado de guerra permanente con otros hombres”, decía Rodríguez en una entrevista con elDiario.es.
Visto lo visto, Will Smith no ha renunciado ni a una ni a otra. Para Beatriz Ranea, autora de 'Desarmar la masculinidad', es un ejemplo claro de esa masculinidad que, por un lado, asume el papel de hombre como protector y que, por otro, recurre a la violencia como forma de 'resolución' de los conflictos que se le presentan, más aún cuando ese conflicto sucede con otro varón con el que de alguna manera se establece una “competición” para determinar quién es más hombre.
“El comentario de Chris Rock hacia Jada Pinkett es discriminatorio e hiriente, está fuera de lugar, pero eso no justifica esa reacción, recurrir a la violencia física en un contexto así, además, en una gala seguida mundialmente tiene una carga simbólica brutal, transmite esa idea de macho protector que violenta a otro para proteger a su mujer”, dice Ranea. El discurso posterior de Will Smith, después de recoger el Oscar a Mejor Actor entre lágrimas, no solo no ha servido como disculpa sino que ha empeorado la cosa. Aunque Smith pedía perdón a la Academia, justificaba su conducta con un argumento peligroso: “Estoy abrumado por lo que Dios me está pidiendo que haga y sea en este mundo. He recibido el llamado de amar y proteger a mi gente. Ya sé que en esta profesión tenemos que ser capaces de sufrir insultos, aguantar que la gente nos falte al respeto, sonreír y hacer como si no pasara nada (...) El amor te hace cometer locuras”.
En tres frases, Smith reproducía el discurso que el feminismo lleva décadas combatiendo. “Ese relato de que el amor me conduce a hacer todo tipo de cosas... Es el discurso de siempre que justifica la violencia de género bajo el paraguas del amor y la pasión, es la legitimación de que se te vaya la cabeza por amor porque por amor todo está justificado”, apunta Beatriz Ranea. A falta de saber si la actitud de Will Smith tendrá algún tipo de consecuencias, ya podemos decir varias cosas. Una, que un hombre que ha cometido una agresión en directo y que la ha justificado en el nombre del amor ha podido seguir asistiendo a la gala en primera fila, con el único reproche a posteriori de un tuit de la Academia. Otra, señores, auto regúlense.
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