La portada de mañana
Acceder
Feijóo confía en que los jueces tumben a Sánchez tras asumir "los números"
Una visión errónea de la situación económica lleva a un freno del consumo
OPINIÓN | La jeta y chulería de Ábalos la paga la izquierda, por Antonio Maestre

“Billy el Niño apretó la pistola contra mi pecho mientras gritaba que me iba a matar”

“Billy el Niño apretó la pistola contra mi pecho mientras gritaba que me iba a matar, que en esa misma habitación habían matado a Julián Grimau y que él iba a hacer lo mismo conmigo. Yo me quedé quieto, con la boca bien cerrada y sintiendo la boca del cañón en las costillas. Gatilló. Oí el chasquido del disparo. La pistola no estaba cargada. Y vi el desconcierto –y algunas caras de alivio– entre los policías que había en la sala. Se le veía capaz de cumplir sus amenazas. Extrañamente, no me desmayé. Es más, aquella falsa ejecución me dio fuerzas para decirle que me tiraría de cabeza contra el radiador de hierro fundido que había cerca, así todo terminaría más rápido”.

Willy Meyer, eurodiputado de Izquierda Unida, recuerda así, a sus 61 años, la primera vez que fue detenido, en 1972. La primera vez que estuvo cara a cara con José Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, uno de los cuatro exagentes franquistas sobre los que la justicia argentina ha dictado orden de captura internacional por crímenes de lesa humanidad. Meyer ha enviado hace unos días su testimonio a la magistrada María Servini de Cubría como una forma de “contribuir a este pedido de justicia”.

La juez federal ha imputado por torturas, además de a González Pacheco, inspector de policía jubilado, de 67 años, a Jesús Muñecas Aguilar, de 77, exguardia civil. También a los expolicías José Ignacio Giralte y Celso Galván, que ya han fallecido. La Fiscalía no ha visto necesario detener a los acusados por la antigüedad de los hechos y porque los acusados podrían estar amparados por la Ley de Amnistía.

¿Qué piensa de la Ley de Amnistía?

La Ley de Amnistía se pensó para que los presos políticos pudieran salir a la calle, para que aquellos acusados o condenados por manifestarse, por defender derechos, no terminaran presos. Pero no puede tapar crímenes contra la humanidad, aunque hay gente en la derecha española a la que le gustaría hacerlo. No puede servir para exculpar a personas con las manos manchadas de sangre. Porque no es lo mismo militar en un partido político ilegalizado que torturar.

¿Conocía a Billy el Niño antes de que le detuviera en 1972?

Yo había comenzado a estudiar en la Facultad de Económicas de la Universidad Complutense en 1970. Y ese mismo año, me sumé a la organización de la resistencia del movimiento estudiantil contra la dictadura. En la organización universitaria del Partido Comunista era conocida la fama de torturador de Pacheco. Era un hombre con una vida bastante turbia en aquel momento, como todos los agentes encargados de reprimir en el régimen. Sin ética ni moral, no le importaba en absoluto aprovecharse de personas indefensas. Sabíamos que se cebaba con los movimientos estudiantiles y que utilizaba la tortura para conseguir información. También tenía una cabeza privilegiada, una memoria prodigiosa que le permitía recordar nombres, alias, fechas de citas o reuniones clandestinas... En sus interrogatorios era implacable.

¿Cómo fue en su caso?

Violento, muy violento. Me detuvo el 5 de enero de 1972. En pleno estado de excepción, me lo crucé en la plaza de Callao, en Madrid, a la altura de la antigua cafetería Manila. Iba con un compañero mío de la facultad, que resultó ser un policía infiltrado. Mi delito fue reconocerlo. Inmediatamente me redujeron y me metieron en un taxi a punta de pistola. Iba todo el tiempo con el arma de González Pacheco apuntándome. Tal era la violencia y las barbaridades que decía que el taxista no era capaz de llegar a la Dirección General de Seguridad, en la cercana Puerta del Sol. Billy el Niño le gritaba al pobre hombre que si no se daba prisa le detendría a él también. Era víspera de Reyes y los calabozos de la DGS estaban desiertos. No sé qué cara tendría yo –tenía apenas 19 años–, pero hasta el guardia se apiadó de mí. Se negó a llevarme esposado a declarar. González Pacheco, en cambio, se ensañó conmigo.

¿Cuánto tiempo estuvo en la DGS?

Por suerte, en mi facultad se habían movido rápidamente y habían avisado al decano, que se interesó por mí. Estuve detenido 72 horas, fui multado e ingresado en la cárcel de Carabanchel. Curiosamente, la cárcel era para nosotros la libertad, la seguridad. Poco después de cumplir esa condena, volví a ser detenido en una reunión clandestina del Comité de Huelga de la Construcción de Comisiones Obreras. Aquello fue más complicado. Fue un gran operativo. Nos detuvieron en la casa que nos habían dejado los actores Julia Peña y Juan Diego. Nos pedían ocho años por sedición. Entonces fui testigo de cómo González Pacheco vejaba y torturaba a uno de los detenidos que representaba a los trabajadores del Metal de Madrid.

¿Cree que Argentina debe juzgar a estos exagentes franquistas?

La justicia argentina tiene la voluntad de juzgar a estas personas. Y yo espero que así sea. España ha sido un ejemplo internacional de la defensa del derecho universal en la persecución de criminales como Pinochet e incluso de torturadores de la dictadura argentina. Lamentablemente, el Gobierno anterior ya ha sentado un mal precedente al cambiar esa actitud y no universalizar las reclamaciones judiciales en el caso de la Operación Plomo Fundido (el ataque israelí a Gaza en 2008). En cualquier caso, me alegra que esta situación esté dando publicidad a este sujeto. Porque lo que no es normal es que esta persona estuviera viviendo como un vecino más. Tiene que prevalecer el derecho, y, si no es a través de la justicia española, que sea en Argentina.

¿Qué piensan en Europa de la actitud de España frente a estos delitos?

Hay compañeros de distintos grupos parlamentarios que no dan crédito a lo que sucede en España. Somos el único caso en Europa en el que hay desaparecidos enterrados en las cunetas, en el que hay cuerpos sin identificar y víctimas cuyos cuerpos no se pueden exhumar si no es por la iniciativa privada. El único en el que hay una ley que sigue vigente y que no permite la persecución de esos crímenes, y en el que las víctimas no han recibido una compensación, ni siquiera moral, y no tienen ningún reconocimiento público.

¿Desde el Parlamento Europeo piensan hacer algo en este sentido?

Vamos a hacer una exposición sobre la represión y estamos trabajando en una iniciativa para insistir a las autoridades de la UE en la necesidad de homologar directivas europeas para la memoria histórica. Y una orientación global para perseguir, por ejemplo, a los torturadores. No es una utopía. En Alemania se siguen procesando a miembros del régimen nazi.

En España, el Congreso ha rechazado que sea considerado delito el enaltecimiento del fascismo o franquismo.

Lamentablemente, en Europa hay distintas varas de medir. En Alemania es claramente delito, y son muy serios con eso. En Francia, no. De hecho, la primera fuerza francesa para las europeas puede ser la ultraderecha de Marine Le Pen. España debería seguir el camino de Alemania.