Zenobia Camprubí: escritora y traductora, feminista, profesora universitaria y pedagoga entregada a la infancia, empresaria visionaria... Y conocida como la esposa de Juan Ramón Jiménez, poeta y premio Nobel de literatura. Un velo que ahora rasga la biografía La llama viva (Alianza Editorial), de Emilia Cortés, como un acercamiento profundo, e íntimo, a “una de las personalidades más interesantes” de la primera mitad del siglo XX en España.
“La figura de Juan Ramón es tan grande que, sin quererlo, ha ocultado a Zenobia pero ya ha llegado el momento y ella ha salido a la luz”, asegura Emilia Cortés, profesora de Lengua y Literatura Españolas en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) e investigadora especializada en la figura de Camprubí. Y autora de la primera radiografía de una mujer !adelantada a su tiempo!, como la define.
“Se ha intentado mantenerla oculta tras el Nobel pero ahora ya no es posible. Ya no hay vuelta atrás”, defiende Cortés. Porque la “excepcionalidad” de Zenobia Camprubí Aymar (1887-1956) está, precisamente, en su relato dual. “En primer lugar está su individualidad, su fuerza que muy poca gente reconoce”, apunta. Y es, también, “el eje de Juan Ramón, su mujer, su compañera, su colaboradora… el eje de la vida de ambos”.
Juan Ramón no sería sin Zenobia. Y viceversa. “Si Zenobia se hubiese entregado a Juan Ramón en el sentido peyorativo en que suele decirse, el dúo que formaban nunca habría llegado a buen puerto, ni como pareja ni en el terreno laboral, sencillamente porque, ante esa entrega, Zenobia nunca habría podido mantenerse como el eje de sus vidas”. “Y sabemos que lo fue hasta el final”, concluye.
Cinco años decisivos en Nueva York
“Definir a una persona como Zenobia no resulta fácil porque no se deja encerrar en las palabras”, cuenta Emilia Cortés. Una aproximación a Camprubí desvela una persona “sencilla, natural, auténtica, inteligente, intuitiva”. Una mujer “con una gran fuerza de voluntad” y que vivió su tiempo “con la urgencia del presente”.
“Los cinco años que pasó en Nueva York en su etapa de formación fueron decisivos por la impronta que dejaron en su personalidad y que la acompañó durante toda su vida”, explica la investigadora especializada en su figura. En los primeros 30 años del siglo XX “la mujer norteamericana era independiente, viajera… y así fue Zenobia durante su estancia en ese país”.
En el exilio familiar nacen “una serie de inquietudes sociales” que nunca abandona. Y esa mujer “moderna, brillante e inquieta, luchadora, independiente y comprometida” choca de lleno con una sociedad anclada en el pasado: la de su tierra natal. “Cuando volvió a España con todo eso asimilado y aprendido, obviamente, llamaba la atención y resultaba adelantada a su tiempo”.
Con La llama viva, Emilia Cortés construye un texto que huye de los convencionalismos del género biográfico. Y que pretende acercar al personaje “no solo a los investigadores”, sino también al “gran público”. De ahí el “acercamiento profundo” a Zenobia, a su personalidad, donde la voz de Camprubí resuena además a través de notas, diarios, reflexiones o su propia correspondencia.
“En solitario”
La “vida plena” de Zenobia la lleva a estar “involucrada en innumerables frentes: escritora y traductora, empresaria visionaria y activista feminista, promotora universitaria y pedagoga entregada a la infancia”. Tareas que desarrolla en España y luego en EEUU y Puerto Rico tras el exilio que provoca el golpe de Estado contra la democracia en 1936, donde “fue profesora en las Universidades de Maryland y Puerto Rico, en la que se jubiló”..
Camprubí es “polifacética, inquieta”. Y emprendedora. Tanto que visualizó el “precedente de las inmobiliarias actuales” al cerrar su actividad empresarial en España con “el negocio que montó de alquiler de pisos amueblados”. Antes, “a los 25 años ya había iniciado su trabajo de exportación a EEUU” con el que abre la tienda de Arte Popular Español en Madrid.
“Zenobia, en solitario, habría sido lo que hubiese querido porque era trabajadora y constante; una mujer con gran curiosidad por infinidad de temas”, concluye la autora. “Habría seguido escribiendo y traduciendo porque el mundo intelectual siempre fue de su interés”, según Emilia Cortés.
Y, de su parte, “Juan Ramón, el poeta; sin Zenobia habría seguido creando pero el resultado no sería el mismo y, sin duda, el equilibrio de su vida también habría sido distinto porque su eje no estaría a su lado”, sostiene. “Y, realmente, ser su eje en el día a día no fue fácil”.
Emilia Cortés descubre a Zenobia Camprubí en 1992. “Me atrajo su personalidad, me pareció una mujer interesante, de gran valía, fuera de lo común”, dice. Desde entonces sigue su rastro. Un camino que desemboca en La llama viva, la “necesaria” biografía sobre quien “hasta ahora ha sido conocida como la comparsa de Juan Ramón”.