Cerebros y huesos rotos: la feroz práctica caníbal de los europeos prehistóricos

Los gritos se perdieron hace 18.000 años en una cueva de lo que hoy es Polonia. Allí, en la penumbra húmeda de la cueva Maszycka , los antiguos europeos quebraron cráneos con precisión quirúrgica, arrancaron orejas y vaciaron cerebros. No era hambre. No era desesperación. Era otra cosa, algo más oscuro y complejo que se enredaba con la violencia y el poder.
Los restos de al menos diez personas —seis adultos y cuatro niños— yacían entre huesos de animales, todos marcados por la misma brutalidad meticulosa. Utilizando tecnología de microscopía 3D, los investigadores encontraron cortes en el 68% de los huesos, descartando que fueran mordidas de animales o el resultado de pisoteos accidentales: cada marca era intencional, cada fractura calculada.
Canibalismo estratégico y violento
Según Francesc Marginedas, autor principal del estudio publicado en Scientific Reports y estudiante de doctorado en el Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), “la ubicación y la frecuencia de las marcas de corte y la fractura intencional del esqueleto muestran claramente la explotación nutricional de los cuerpos”. La cita no deja dudas: aquello no fue un accidente ni un ritual de despedida. Fue canibalismo.

Pero no uno cualquiera. Durante el periodo Magdaleniense —entre 23,000 y 11,000 años atrás—, Europa vivió un auge poblacional. La abundancia de grupos humanos descarta el hambre como motivo. Sin señales de entierros respetuosos y con restos humanos mezclados entre huesos de animales, los investigadores apuntan a un tipo de canibalismo relacionado con la guerra.
La antropóloga Palmira Saladié, también del IPHES, sugiere que esta práctica podría estar vinculada a la violencia intergrupal: “En contextos prehistóricos, podría responder a necesidades de supervivencia, a prácticas rituales o incluso a dinámicas de violencia entre grupos”. En la cueva Maszycka, todo indica lo último.
El estudio revela que los atacantes no solo mataron; seleccionaron cuidadosamente las partes más nutritivas de los cuerpos, priorizando cerebros, médulas óseas y músculos. Los cráneos fueron despojados de carne, las orejas arrancadas y las mandíbulas separadas con precisión. Las fracturas en las suturas craneales sugieren un conocimiento práctico de cómo abrir un cráneo para acceder al cerebro. Era un proceso sistemático, casi profesional.
Una estrategia de poder en la prehistoria
¿Quiénes eran estos caníbales? Imposible saberlo con certeza, pero el perfil de edad de las víctimas, similar al de una unidad familiar completa, apunta a un ataque directo, quizás en el marco de un conflicto territorial.
Durante el Magdaleniense, el aumento de población y la escasez de recursos habrían exacerbado las tensiones, empujando a los grupos humanos a luchas violentas por la supervivencia. Comer a los vencidos no solo eliminaba al enemigo; también era un mensaje de poder, un aviso sobre quién dominaba el territorio.

Otros lugares europeos de la misma época presentan evidencia de prácticas similares, lo que sugiere que el canibalismo formaba parte de la cultura Magdaleniense, ya fuera consumiendo a los propios muertos o a los enemigos. Esta violencia no fue un acto aislado ni un episodio de locura colectiva. Fue un comportamiento repetido, un patrón cultural.
La cueva Maszycka guarda las huellas de una humanidad compleja y brutal. En la penumbra de esa cueva, bajo la tierra polaca, yacen fragmentos de una historia que redefine lo que se conoce sobre la guerra, el poder y la supervivencia en la Europa prehistórica. Y la violencia fue solo una parte.
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