Descubren arsénico en libros antiguos de la Biblioteca Nacional de los Países Bajos

La Biblioteca Nacional de los Países Bajos (KB) ha descubierto que parte de su colección histórica contiene libros encuadernados con pigmentos que incluyen arsénico. Se trata de un problema que no solo afecta a la conservación de estos volúmenes, sino que supone un riesgo potencial para los trabajadores que los manipulan.
Durante siglos, el uso de pigmentos verdes como el “verde de París” o el “verde de Schweinfurt” fue una práctica habitual en la encuadernación, sin que se conocieran los efectos tóxicos que estos compuestos podían tener con el tiempo. Hoy, con el avance de los estudios sobre materiales históricos, las bibliotecas se enfrentan al desafío de gestionar estos libros sin comprometer la seguridad de su personal ni la integridad del patrimonio documental.

Protocolo para los 542 volúmenes afectados
La alarma sobre la toxicidad de estos materiales surgió en 2018, cuando un estudio en Dinamarca reveló la presencia de arsénico en encuadernaciones del siglo XIX. A raíz de esta investigación, la KB decidió analizar su propia colección y constató que muchos de sus libros contenían este elemento. En su estudio, la biblioteca identificó un total de 542 volúmenes con encuadernaciones que dieron positivo en pruebas de arsénico. Estos libros datan desde la segunda mitad del siglo XI hasta 1958 y presentan diversas apariencias: desde encuadernaciones en cuero verde, amarillo o marrón, hasta bordes de páginas teñidos de colores como azul y amarillo.
Entre los títulos afectados, se encuentran ediciones de obras jurídicas y científicas del siglo XIX, así como libros de contabilidad y registros administrativos. En otros casos documentados fuera de este estudio, se han identificado volúmenes como The Ballads of Ireland de Edward Hayes (1855), una antología bilingüe de poesía rumana de Henry Stanley (1856) y Shadows from the Walls of Death (1874) de Robert C. Kedzie, que contiene muestras de papel pintado con arsénico, reflejando la amplitud de este problema en bibliotecas de todo el mundo.

Para minimizar el riesgo, la biblioteca ha establecido un protocolo que incluye el aislamiento de los libros afectados en cajas libres de ácido, la manipulación exclusiva con guantes y mascarillas de alta filtración y la implantación de sistemas de limpieza más rigurosos. Además, se han llevado a cabo estudios de biomonitoreo entre el personal para comprobar si la exposición prolongada a estos volúmenes ha generado acumulación de arsénico en el organismo, aunque hasta el momento no se han detectado niveles preocupantes.
Debate abierto en el ámbito de la conservación
El hallazgo de estos libros venenosos abre un debate en el ámbito de la conservación del patrimonio bibliográfico. ¿Es posible mantenerlos accesibles sin poner en riesgo a quienes los manipulan? La digitalización es una de las estrategias que se plantea para garantizar su consulta sin necesidad de contacto físico, pero el proceso de escaneo en sí mismo también requiere manejar los libros, lo que conlleva ciertos riesgos. Otras opciones incluyen el almacenamiento robotizado o la restricción del acceso a investigadores especializados bajo estrictas medidas de seguridad.
En el caso de la KB, la institución aprovechará el futuro traslado de su colección a un nuevo centro de almacenamiento automatizado para realizar un cribado más exhaustivo de los libros afectados. Este proceso permitirá evaluar en detalle la magnitud del problema y tomar decisiones sobre su manejo a largo plazo.

El problema no es exclusivo de la Biblioteca Nacional de los Países Bajos. Otras instituciones en Europa han identificado la presencia de pigmentos tóxicos en sus colecciones, lo que ha impulsado una cooperación internacional para establecer protocolos de detección y manejo.
Afecta también a la industria de la restauración
El impacto de estos descubrimientos también ha alcanzado a la industria de la restauración y la conservación de libros. Los especialistas han comenzado a desarrollar métodos de análisis más precisos para identificar la presencia de sustancias tóxicas en las encuadernaciones y determinar si es posible estabilizar los materiales sin comprometer su integridad. En algunos casos, se ha sugerido que ciertos recubrimientos podrían encapsular los pigmentos peligrosos y evitar la liberación de partículas al ambiente, aunque esta solución aún está en fase de experimentación.
El reto del arsénico en las encuadernaciones antiguas también ha despertado el interés de investigadores de la salud y la seguridad en el ámbito laboral. Si bien las bibliotecas han implementado medidas para minimizar la exposición, sigue existiendo incertidumbre sobre los efectos a largo plazo del contacto con estos materiales. Algunos estudios han comenzado a evaluar si el arsénico presente en las encuadernaciones puede transferirse al aire o a la piel de quienes los manipulan, lo que podría requerir regulaciones más estrictas para su manejo en el futuro.
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