El día que Hans Zimmer tocó con Mecano en Segovia y nadie sabía quién era

Antes de que su nombre estuviera asociado a desiertos con gusanos enormes, gladiadores o reinos animados con leones como monarcas, Hans Zimmer era simplemente un tipo con talento para aporrear teclas y sacar de ellas algo distinto. No buscaba grandeza, buscaba sonido.
Estaba más cerca del pop electrónico que de las orquestas, más cerca de sintetizadores con olor a estudio barato que de batutas. Aún faltaban años para que su música se colara en cada sala de cine, pero su cabeza ya funcionaba como una fábrica de ideas. Y entre esos momentos, se coló una noche concreta en Segovia.
Zimmer antes de Zimmer
Fue el 8 de noviembre de 1984, en un polideportivo reconvertido en sala de conciertos. Mecano tocaba en directo y alguien pensó que sería buena idea contar con dos músicos lleados desde Londres como refuerzo. Ana Torroja lo presentó sobre el escenario.
Esa grabación, que todavía circula, dejó clara la presencia de un invitado que, por entonces, no despertaba ninguna ovación especial: “El aplauso más fuerte de toda la noche, les vamos a pedir, a estas dos personas que son parte de nuestros invitados especiales esta noche… desde Londres, y que son Hans Zimmer y Warren Cann, batería de Ultravox. ¡Un aplauso muy fuerte!”.
Zimmer, al que por aquel entonces ni se le pasaba por la cabeza que acabaría ganando dos Oscar y acumulando más de diez nominaciones, tocó los teclados aquella noche. Lo hizo junto a Cann, con quien había montado una banda de pop experimental llamada Helden.
El contacto lo hizo Nacho Cano, que lo conoció en un estudio de Londres y le ofreció tocar con ellos, como ya habían hecho otros músicos que buscaban colaboradores con tablas en la electrónica.
Jingles y grabaciones menores
Para entonces, el compositor alemán ya se movía con soltura en ese circuito: había trabajado haciendo jingles para Air-Edel Associates y acumulaba experiencia metido en grabaciones sin demasiado prestigio, pero con mucho tabajo detrás.
Antes de todo eso, incluso antes de llegar al cine, ya se le había colado un primer momento para el recuerdo. Fue como parte de The Buggles, el grupo que firmó Video Killed the Radio Star, la canción que inauguró las emisiones de MTV.
En el videoclip, si se para justo en el minuto 2:51, se puede ver a Zimmer tocando los teclados. El director de ese vídeo, Russell Mulcahy, acabaría firmando años después Los inmortales. La conexión no tiene lógica aparente, pero ahí está, como si todo encajara sin querer.
Lo curioso es que, escuchando ahora las partituras por las que Zimmer ha pasado a la historia, se pueden rastrear algunos elementos que remiten a aquella etapa. Los sintetizadores, la fuerza rítmica, la obsesión por el diseño del sonido. No es descabellado pensar que parte de lo que sonó en aquel concierto de Segovia contenía ya las semillas de lo que vendría después. No por grandeza, sino por instinto.
Actualmente, pensar que uno de los grandes compositores del cine estuvo subido a un escenario con Mecano en los ochenta suena a cruce imposible. Pero ocurrió. Y ese momento, perdido en una cinta de VHS, forma parte de una historia que empezó mucho antes de que la música de Zimmer llenara salas enteras.
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