Un millón de litros de orina se derrama cada día y este rediseño de urinario promete atajar el problema

La inversión en tecnología sencilla y bien aplicada puede reducir significativamente los costes de mantenimiento de los baños urbanos

Héctor Farrés

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La puntería masculina en los baños públicos tiene fama de ser deficiente, y los suelos lo confirman. Cada jornada, miles de metros cuadrados terminan empapados de orín sin necesidad. No importa la ciudad ni el diseño del váter: si hay un urinario, hay orina fuera de lugar.

La mala puntería no es algo que se deba tomar a la ligera, ya es una fuente constante de suciedad, incomodidad y gasto. Y aunque durante décadas nadie se tomó la molestia de buscar una solución efectiva, ahora la física ha dicho basta.

La solución no estaba en el diseño, sino en el ángulo

Todo parte de un principio simple: cualquier superficie que reciba un chorro de orina por debajo de los 30 grados evita el temido rebote. Así de simple. Es la base matemática sobre la que se construyeron Cornucopia y Nautilus, dos urinarios diseñados para que el líquido nunca impacte de frente.

Con formas curvas y calculadas al milímetro, estos modelos no pretenden ser estéticos, sino funcionales. El equipo de ingenieros liderado por Zhao Pan lo explicó en el artículo publicado en PNAS Nexus: “Cuando el ángulo de incidencia es inferior a 30 grados, las salpicaduras se reducen de forma drástica”.

El ángulo inferior a 30 grados es la clave

El desarrollo no partió de intuiciones, sino de ecuaciones. Los investigadores aplicaron fórmulas geométricas complejas, incluyendo curvas isogonales y espirales logarítmicas, para que la orina se deslizase sin dispersarse. El resultado es una forma que fuerza al chorro a mantenerse dentro del ángulo de seguridad, sin importar desde dónde se orine ni con qué intensidad. En el proceso, también incorporaron el número de Weber, ajustándolo a su modelo para incluir el efecto del ángulo de impacto: We† = We · sin²θ.

Las pruebas, realizadas con chorros simulados y papel absorbente alrededor del urinario, confirmaron el éxito. El modelo Cornucopia redujo las salpicaduras a un 1,4 % en comparación con un urinario estándar. Es decir, una reducción del 98,6 %. Nautilus ofreció resultados similares, pero con una ventaja añadida: al estar pensado para personas con diferentes alturas o movilidad reducida, su uso se adapta a más usuarios sin perder eficacia.

No solo es cuestión de limpieza, también de sostenibilidad

El planteamiento no se queda en la higiene individual. El objetivo de estos nuevos diseños también es medioambiental. Si se sustituyesen los más de 56 millones de urinarios públicos que existen solo en Estados Unidos, se evitaría el vertido diario de un millón de litros de orina sobre el suelo. Dado que cada litro derramado requiere unos 10 litros de agua para ser eliminado, el ahorro potencial alcanzaría los 10 millones de litros diarios.

Desde el punto de vista económico, también hay beneficios. Según el mismo estudio, el mantenimiento anual de los baños públicos del metro de Toronto supera los 120.000 dólares canadienses por unidad. Con urinarios que apenas salpican, el gasto en productos de limpieza y personal se reduciría de forma considerable. Por no hablar del alivio para quienes deben limpiarlos.

Urinarios, geometría aplicada al servicio de la limpieza

Como aplicación inversa de sus hallazgos, el mismo equipo propuso una solución disuasoria para quienes orinan en la vía pública: superficies exteriores con ángulos rectos que devuelven el chorro directamente hacia quien lo emite. El concepto, ideado como forma de prevención urbana, recibió un nombre con sarcasmo geométrico: “Urine-no”.

Un invento listo para usarse, si alguien se atreve a implementarlo

A pesar de lo avanzado del desarrollo, los modelos siguen siendo prototipos. No requieren materiales caros ni tecnología costosa, lo que abre la puerta a una implementación sencilla. Solo falta que fabricantes y responsables de infraestructuras públicas decidan adoptar este diseño basado en ciencia pura.

Con prototipos funcionales y fórmulas precisas, la propuesta no es una fantasía tecnológica, sino un ejemplo claro de cómo la ciencia puede resolver problemas cotidianos. Quien entre a un baño público y salga con los pantalones secos no lo deberá a la casualidad, sino a la geometría aplicada.

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