Insectos brillantes, heces brillantes: la dieta que convierte a algunos murciélagos en fábricas de 'purpurina'

Un murciélago adulto puede llegar a ingerir el equivalente a dos tercios de su propio peso en insectos cada noche. Esa cifra, ya de por sí elevada, adquiere otra dimensión si se considera lo que ocurre después. La digestión apenas altera las estructuras más resistentes de sus presas, que acaban acumulándose en forma de restos brillantes dentro de cada excremento.
El resultado es una producción masiva de deposiciones que, bajo buena iluminación, pueden reflejar destellos metálicos. A primera vista puede parecer solo una curiosidad visual, pero esas heces llevan décadas siendo fundamentales en investigaciones científicas.
La quitina marca la diferencia frente a otros animales
Antes del desarrollo de los análisis genéticos, los biólogos contaban con una vía directa para estudiar qué comían exactamente los murciélagos: observar su guano. El procedimiento consistía en recolectar los excrementos y examinar su contenido para identificar fragmentos de exoesqueletos, alas o cabezas de insectos. Aunque el método podía parecer rudimentario, permitía estimar de forma bastante aproximada la dieta de cada especie, tal como documenta un estudio citado en Mammalian Biology. Un experimento descrito en esa publicación comparaba el contenido fecal de varios ejemplares con el tipo de insectos que se les había dado previamente en cautividad. El margen de acierto era sorprendentemente alto.

La razón de esa efectividad está en la quitina. Este polisacárido, que forma la capa externa de muchos insectos, no se degrada fácilmente. Al pasar por el sistema digestivo, permanece prácticamente intacto, lo que facilita su identificación posterior. A diferencia de algunas aves, que descartan las partes duras de sus presas, los murciélagos mastican el insecto entero.
Eso explica la textura quebradiza de sus excrementos y el brillo peculiar que adquieren en determinadas condiciones de luz. Lo que para otros animales es desecho irrelevante, para la investigación entomológica es una fuente de información extremadamente útil.
En el estado de Indiana, por ejemplo, un estudio de campo documentó que una colonia de 150 murciélagos marrones grandes producía en torno a 882.000 excrementos al año, según datos del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos. Cada uno de esos residuos contenía restos de escarabajos del pepino, chinches apestosas y cicadélidos, todos ellos considerados plagas agrícolas. La conclusión del estudio fue clara: esos murciélagos ayudaban a eliminar más de un millón de insectos nocivos al año.
Técnicas simples han servido para desvelar patrones alimentarios complejos
En algunos casos, las recolecciones se llevaban a cabo con lonas colocadas bajo las colonias, que se revisaban semanalmente. Aunque la tarea no era especialmente sofisticada, permitía establecer patrones de alimentación estacionales. Aunque en la actualidad los análisis por ADN han ganado terreno como método de referencia, muchos investigadores siguen valorando el estudio fecal como una herramienta directa, económica y complementaria.

Gracias a esa constancia, se descubrió, por ejemplo, que las especies insectívoras adaptan su dieta en función del periodo del año, aprovechando las variaciones en la abundancia de ciertas especies. Esa flexibilidad alimentaria tiene implicaciones directas en la gestión de cultivos. Uno de los casos mejor documentados se dio en el sur de Texas, donde se calculó que los murciélagos ofrecían un beneficio económico de unos 741.000 dólares al año en solo ocho condados, por la cantidad de orugas del algodón y del maíz que consumían.
A diferencia de los murciélagos frugívoros, cuyas heces presentan una textura pastosa sin rastros brillantes, los excrementos de los insectívoros destacan por su estructura seca y fragmentada. Esa diferencia no solo permite distinguir a simple vista qué tipo de dieta sigue un murciélago, sino también identificar posibles cambios en su alimentación o comportamiento migratorio. No es casualidad que algunos trabajos recientes hayan combinado la observación visual del guano con técnicas de fluorescencia para mapear desplazamientos entre colonias.
La concentración de estos residuos en zonas concretas aporta indicios sobre cómo utilizan los murciélagos determinados hábitats. El guano se ha convertido así en una fuente útil para estudiar el papel que estos animales desempeñan en los ecosistemas, tanto agrícolas como silvestres.
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