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Un pueblo de Tarragona esconde una estatua gigante de Mazinger Z y esta es la razón

mazinger Z

Héctor Farrés

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Mazinger Z no era un simple robot. Era enorme, poderoso y, lo mejor de todo, no actuaba solo. Dentro de él, un piloto lo controlaba desde la cabina, convirtiéndolo en una extensión de su propia voluntad. No era solo una máquina, sino un coloso de acero que lanzaba golpes con una fuerza descomunal al grito de ¡puños fuera!. Cuando llegó a España en 1978, fue todo un fenómeno.

Para muchos niños, fue su primer contacto con la animación japonesa, y desde entonces nada volvió a ser igual. Mazinger Z no solo se veía en la tele: se dibujaba en los cuadernos, se imitaba en los juegos y se gritaba en los patios de recreo. Lo que nadie imaginaba es que, años después, acabaría convertido en una estatua de diez metros en medio de una urbanización de Tarragona.

Un reclamo inmobiliario con mucho acero y mucha imaginación

Mientras la serie triunfaba en televisión, los promotores de la urbanización Mas del Plata buscaban una manera de atraer a familias con niños pequeños. Se inspiraron en Mas Altaba, una zona cercana donde habían colocado figuras de Heidi y sus amigos con tanto éxito que los niños “casi obligaban a sus padres a comprar una parcela allí”, como explicó José Luna, fundador de la Asociación de Amigos de Mazinger Z, en una entrevista para Sensacine. Pensaron que, si Heidi había funcionado, un robot gigante podría ser aún mejor.

Así que invirtieron más de un millón de pesetas en levantar una estatua imponente. La encargada de construirla fue Fibrester, una empresa que normalmente fabricaba barcas y tablas de surf, pero que aceptó el reto de dar forma a Mazinger Z. En solo cuatro días de agosto de 1978, el coloso metálico quedó en pie en medio del bosque.

La idea original era que la estatua fuera hueca y tuviera una escalera en su interior para que la gente pudiera subir hasta la cabeza y disfrutar de las vistas, pero al final se descartó por cuestiones de seguridad. Aun así, la figura contaba con licencia oficial de Toei Animation y se convirtió en un punto de referencia de la zona.

Apenas un año después de su construcción, en 1979, TVE canceló la serie alegando que era demasiado violenta. Pero Mazinger Z ya había calado en toda una generación. La estatua, que al principio era solo un reclamo publicitario, se transformó en un lugar de peregrinación para fans del anime, excursionistas y moteros que buscaban una foto con el robot gigante. “Un recuerdo increíble de la infancia, una pasada”, comentó un visitante en una plataforma online.

Un punto de encuentro para nostálgicos, moteros y viajeros curiosos

En 2015, la Asociación de Amigos de Mazinger Z organizó un evento en la estatua y consiguió que el pinar donde se encuentra pasara a llamarse plaza de Alfredo Garrido García, en honor al compositor que puso voz a la sintonía en español. Un año después, la comunidad de seguidores lanzó una campaña de micromecenazgo para repintarla y devolverle su aspecto original, desgastado por el paso del tiempo y el clima.

Mientras tanto, la serie seguía dejando su marca en la cultura popular. Como pionera del género mecha, su influencia se extiende a sagas posteriores, incluso en producciones occidentales comoTransformers o Pacific Rim. En 2018, Mazinger Z: Infinity volvió a traer al personaje a la gran pantalla con un homenaje a la serie original y a su creador Gō Nagai.

Hoy, la estatua sigue en pie en Mas del Plata. Lo que empezó como una estrategia para vender viviendas terminó siendo un símbolo para los fans de Mazinger Z y un lugar de encuentro para quienes crecieron soñando con robots gigantes. Puede que ya no lance puños, pero sigue ahí, mirando al horizonte, como si en cualquier momento fuera a alzarse para librar una nueva batalla.

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