Roma y la China Han bajo el microscopio de la desigualdad: lo que su élite hizo con la riqueza

Una nueva investigación pone cifras a una pregunta antigua pero actual: cómo se distribuía la riqueza en las grandes civilizaciones del pasado y qué impacto tuvo eso en su estabilidad política. Un estudio liderado por los historiadores económicos Guido Alfani, Michele Bolla y Walter Scheidel ha analizado más de sesenta millones de personas en los censos del Imperio romano y la China Han para reconstruir sus estructuras de ingresos y comparar el grado de desigualdad social.
Los autores han combinado datos históricos, modelos económicos y reconstrucciones demográficas para observar cómo se acumulaba la riqueza en estos dos gigantes imperiales. El trabajo, publicado en Nature Communications, concluye que ambas sociedades concentraban el poder económico en una minoría, pero lo hacían de formas diferentes. Los ingresos, los impuestos y las relaciones entre el centro y las provincias muestran patrones que todavía hoy resuenan.
Dos modelos distintos de concentración de poder
Una de las diferencias clave es cómo se articulaba la élite económica. En el caso de la dinastía Han, la extracción fiscal alcanzaba el 80% de la producción disponible, frente al 69% del Imperio romano. Esta cifra sugiere que la cúpula de la sociedad Han absorbía una parte mucho mayor de la riqueza colectiva, especialmente desde su núcleo político en la región de Sili, donde se concentraban funcionarios, aristócratas y propietarios favorecidos por el sistema imperial.
En Roma, aunque también existía una aristocracia poderosa, el modelo era más descentralizado. Las élites provinciales gestionaban parte de la recaudación fiscal y se beneficiaban del gasto estatal, especialmente el militar. Esta estructura generaba una desigualdad más dispersa territorialmente y facilitaba cierto equilibrio entre el poder central y las élites locales.

El papel de la desigualdad en el declive
Los investigadores plantean además si esta concentración extrema de riqueza pudo jugar un papel en el colapso de las estructuras imperiales. Poco después del periodo analizado, la China Han entró en una crisis política y social que incluyó rebeliones campesinas y guerras civiles. En cambio, el Imperio romano aún disfrutaba de una relativa estabilidad gracias a la pax romana y su red de infraestructuras.
“El acceso desigual a los recursos puede minar la resiliencia institucional”, señala el estudio. Las reformas intentadas por la efímera dinastía Xin para limitar el poder económico de las grandes familias fracasaron, y la redistribución apenas se materializó. En Roma, sin embargo, el peso del ejército y la construcción de obras públicas servían, al menos parcialmente, para equilibrar desequilibrios.
Lecciones para pensar el presente
Más allá del interés histórico, el estudio apunta a paralelismos con dinámicas contemporáneas. La desigualdad regional, la concentración fiscal en determinados territorios o la debilidad de los mecanismos de redistribución son elementos que también afectan hoy a democracias modernas. Los autores mencionan el caso del Reino Unido y el Brexit como ejemplo de cómo las tensiones territoriales incubadas pueden estallar décadas o siglos después.
El análisis también incluye comparaciones con otros imperios premodernos, como el azteca, donde la desigualdad y la extracción eran incluso más extremas. La conclusión común es que los sistemas que sobrecargan su base social en favor de una élite económica tienden a volverse políticamente frágiles, especialmente si esa élite deja de reinvertir en cohesión.
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