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Artistas que usan inteligencia artificial para amplificar su creatividad: “No nos interesa reproducir cosas que ya están hechas”

La bailarina Alicia Narejos en el espectáculo 'Neural Narratives' de Instituto Stocos

Clara Giménez Lorenzo

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Enmarcada por un fondo negro que contrasta con su figura inmaculada, la bailarina Alicia Narejos interactúa con efectos visuales generados por inteligencia artificial. Ningún movimiento se repite en el espectáculo creado por la compañía de danza e investigación Instituto Stocos, un espacio donde humano y máquina producen un mundo compartido. Frente a quienes advierten de que el software minará la creatividad, otras voces aseguran que máquina y artista pueden no solo convivir, sino “estimularse el uno al otro”.

Así lo cree una de las eminencias en la materia, Ramón López de Mántaras, director del Instituto de Investigación de Inteligencia Artificial. Algunos científicos ya están pidiendo la prohibición de ciertos usos de esta tecnología, como son los sistemas de reconocimiento emocional. Lejos de la peligrosidad de los sistemas de vigilancia, las cuestiones relacionadas con al arte y la inteligencia artificial giran en torno al cuestionamiento de la creatividad y los derechos de autor, que miramos con “un sesgo antropocéntrico”, según el experto.

“Yo insisto en la diferencia entre la creatividad general que tenemos en mayor o menor medida todos los humanos, y la creatividad reservada a unos pocos, la que rompe reglas, como inventar un nuevo estilo pictórico o musical”, matiza. Esos altos niveles de creatividad están fuera del alcance de las máquinas, pero también “de la gran mayoría de los humanos”. Hasta la fecha, una máquina puede captar la esencia de un estilo y generar originales, como hacen gran parte de los creadores humanos al inscribirse en una tradición artística.

Sin embargo, se están produciendo grandes avances dentro de estos dos campos de la inteligencia artificial: el machine learning o aprendiaje automático en el que los sistemas analizan grandes cantidades de datos y aprenden automáticamente a partir de ejemplos, y el deep learning  o aprendizaje profundo, un paso más allá que comporta el uso de redes neuronales jerarquizadas que, imitando el cerebro humano, transmiten información, la comparten y profundizan en su complejidad. 

El equipo persona-máquina

The Portait of Edmond Bellamy, el primer cuadro creado por una inteligencia artificial y programado por el colectivo francés Obvious Art, se subastó a finales de 2018 por 432.000 dólares. Unos meses después, Ai-Da, una humanoide ultrarrealista, se convertía en el primer robot del mundo en presentar su propia exposición en solitario y vendía cuadros por un valor total de 1,12 millones de euros. Las obras de ambas inteligencias imitaban estilos pictóricos existentes, indistinguibles del trabajo que podría haber hecho cualquier pintor.

López de Mántaras encuadra estos dos casos dentro del arte creado por ordenador. “Una cosa es la máquina en sí misma, de forma autónoma”, y otra “en colaboración con el humano como instrumento para amplificar su creatividad”, el arte creado con ordenador, que resulta mucho más “interesante”. Es una visión compartida con la de Muriel Romero y Pablo Palacio, fundadores de Instituto Stocos, una compañía de danza pionera en experimentar con inteligencia artificial en nuestro país. Palacio, compositor, Romero, coreógrafa, y Daniel Bisig, programador, unen sus destrezas para crear espectáculos cuyo proceso reflejan en artículos académicos.

“La inteligencia artificial en el arte está orientada a reproducir cosas que están hechas ya”, opina Palacio, algo que a ellos no les interesa. “Desde hace diez años utilizamos modelos de IA para hacer cosas nuevas, generar material coreográfico y musical inesperado. Nuestras primeras simulaciones fueron con inteligencia enjambre, un modelo computacional que imita el comportamiento de bandadas de pájaros o bancos de peces. Partiendo de eso, generamos música y visuales originales”, explica.

En su espectáculo Neural Narratives, redes neuronales generadas por IA crean estructuras corporales abstractas conectadas al cuerpo, amplificando la presencia corporal en escena mediante proyecciones holográficas. En Piano and Dancer, los movimientos de la bailarina se trasladan al piano en tiempo real; dependen uno del otro para concebir música y nuevos movimientos. “Tampoco hay que dejarse fascinar por el ordenador”, apunta Palacio. “Te puede ayudar a expandir tus ideas, no a suplir tus carencias”. Como compositor, lo más fascinante en su trabajo con inteligencia artificial es “la síntesis de sonidos, la posibilidad de crear sonidos que no se hayan escuchado antes”. 

“Imitar es la cosa más aburrida que puedes hacer con un ordenador”, opina la poeta y programadora estadounidense Allison Parrish en una entrevista con Vice. “Mucha investigación académica sobre la creatividad en la AI se centra en que un ordenador consiga lo que un artista normalmente hace”. Ella publicó en 2018 Articulations, un poemario realizado a partir de un programa informático que extrae características lingüísticas de más de dos millones de versos de dominio público, y luego traza caminos entre ellos.

El resultado son poemas con una coherencia intuitiva que se encuentra fuera de los límites de las restricciones semánticas intencionales. “Lo que trato de hacer como poeta es expandir el tipo de interpretaciones que la gente puede aportar al lenguaje”, explica. “Debido a que los ordenadores tienen muy pocas ideas 'incorporadas' sobre cómo funciona el lenguaje, te hacen inventar tus propias abstracciones del lenguaje, y se consiguen cosas inesperadas y bellas cuando estas abstracciones no cuadran”.

López de Mántaras cree que, a medio plazo, los avances en creatividad computacional permitirán que los sistemas sean capaces de evaluar lo que vayan generando. “Tendrán capacidad autocrítica”, afirma. Y aventura que, en futuro tal vez no tan lejano, la mayoría de creadores “no concebirá su trabajo creativo o artístico sin el uso de inteligencias artificiales”. “Aunque pensar en la sustitución del humano es absurdo”, zanja. “La aplicación de la inteligencia artificial al arte es algo fundamentalmente positivo, va a dar nuevas ideas”.

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