Alexa no encuentra su sitio en la fiesta de la inteligencia artificial

Esta semana ha visto la luz Amazon Q, la inteligencia artificial que la multinacional ha lanzado para competir con ChatGPT en entornos empresariales. Es un asistente que quiere ayudar a los profesionales a realizar informes, recopilar datos u optimizar tareas diarias. Amazon también está ultimando otro chatbot como el de OpenAI diseñado para todos los públicos, con el nombre en clave “Olympus”. Ha filtrado que será mucho más potente que sus rivales.

Todas las multinacionales digitales ven la IA como el área donde los cheques deben ir en blanco. Microsoft y Google fueron las primeras en poder poner productos en el mercado. Apple, Meta y Amazon están a punto de hacerlo. La multinacional del comercio electrónico no escapa a esa vorágine inversora y está poniendo miles de millones en sus equipos de IA para ponerse al día. Algo que solo remarca más que la primera que llegó a esta fiesta, Alexa, está ahora sola en un rincón añorando los tiempos en los que era ella la que acaparaba los focos y era vista como una tecnología de ciencia ficción.

Amazon ha vuelto a hacer un severo recorte en el equipo que desarrolla su popular asistente virtual. Es el segundo en menos de un año. Afectará a “varios cientos” de empleados que la compañía tiene trabajando en este dispositivo. Es el segundo en menos de un año, después de que Alexa ya fuera la gran perjudicada de los 28.000 despidos que Amazon realizó entre noviembre de 2022 y marzo de 2023, durante el gran recorte de plantilla de las tecnológicas.

“Si bien ha sido una decisión muy difícil, seguimos siendo muy optimistas con respecto al futuro de Alexa”, explica una portavoz de Amazon a elDiario.es. “A medida que avanzamos, Alexa continúa siendo una parte increíblemente importante de nuestro negocio, y seguiremos invirtiendo e innovando para cumplir nuestra visión”, añade: “Estamos realmente entusiasmados con el progreso que estamos consiguiendo con Alexa”.

La compañía no podría expresarse en otro sentido a pesar de los recortes constantes en el equipo de Alexa. El producto sigue siendo extremadamente popular entre los consumidores: aunque Amazon no da cifras oficiales de venta desde 2020, por aquel entonces las unidades de altavoces inteligentes vendidos en todo el mundo superaban ya los 100 millones anuales, un pastel del que Amazon se lleva más del 30%.

La estrategia de venta de los dispositivos Echo funciona muy bien, básicamente porque Amazon los vende a precio de saldo a través de su propia plataforma, una ventaja competitiva que no tienen los altavoces de Google o Apple, los máximos competidores de Alexa. Según los datos de Amazon, hay unos 500 millones de dispositivos conectados a Alexa en este momento.

El problema está en la segunda parte del plan: Amazon no gana dinero con ellos. Su estrategia es dominar el mercado de los altavoces para luego ingresar todo lo que pueda con servicios postventa por el uso de Alexa. Pero ingresa mucho menos de lo que tenía planeado.

Según documentación a la que tuvo acceso el Wall Street Journal tras la primera ronda de despidos, la división Alexa supone unas pérdidas anuales de unos 5.000 millones de dólares para Amazon. “Alexa no ha cumplido con las expectativas que se habían generado”, explica María Cerviño, responsable del Área de Startups y Derecho Tecnológico de Vento Abogados & Asesores.

Alexa debía ser más

La compañía esperaba que Alexa fuera mucho más que un altavoz musical que también puede encender lámparas. Esperaba que potenciara las ventas de su plataforma con una conexión directa con sus servicios, y que esto a su vez la convirtiera en una gran recolectora de datos personales que permitiera a Amazon convertirse en un rival de Meta o Google en el perfilado publicitario de los usuarios. Nada de eso se ha cumplido.

“Funcionalidades por ejemplo como la interacción con Amazon Fresh, que permitiría recibir la compra en casa interactuando con Alexa o incluso reponer ciertos artículos cuando se agotasen en la despensa, no han cuajado. Como tampoco lo han hecho otras funcionalidades que se esperaban y que potencialmente podrían haber hecho de Alexa un asistente virtual de gran arraigo a nivel doméstico. Un asistente con el que reforzar la posición de mercado en el segmento de la obtención y almacenamiento de datos de usuarios, al tiempo que se generaban negocios para las plataformas de retail u otros servicios”, abunda Cerviño.

“Lo curioso es que Amazon sí ha logrado colocar este dispositivo en millones de hogares a lo largo de todo el mundo, pero con una usabilidad que está lejos de lo que esperaban. A la hora de la verdad, Alexa es en la mayoría de las casas poco más que un altavoz al que le pides canciones o el tiempo que va a hacer hoy”, continúa la experta.

Integrar las nuevas tecnologías

La nueva serie de despidos en la división Alexa llega después de que Amazon anunciara en septiembre que va a acometer la reestructuración más profunda de su asistente desde que salió al mercado en 2014. Alexa integrará una inteligencia artificial generativa, la tecnología que impulsa ChatGPT o las herramientas que son capaces de crear imágenes a través de una orden de texto.

El objetivo es que los usuarios puedan preguntar por información en tiempo real más allá del tiempo o de las skills (como llama Amazon a las apps para Alexa) instaladas. “Pregúntale a Alexa si tu equipo ganó y te responderá con voz alegre si es así; si perdieron, la respuesta será más empática. Pídele una opinión a Alexa y la respuesta será más entusiasta, como si un amigo estuviera compartiendo un punto de vista”, explicó Amazon.

La integración de esta nueva tecnología en un producto deficitario para Amazon era obvia. Que sea la tabla de salvación del asistente es otro cantar. Las IA generativas aún buscan su espacio en la sociedad, pero los primeros datos de uso de ChatGPT en su primer año de vida indican que los usuarios la prefieren como una herramienta de trabajo y estudio que como un asistente para el día a día: es mucho más usada en ordenadores de sobremesa (donde la sesión media de cada usuario es de dos horas) que en móviles.

Los caminos de las grandes tecnológicas también van en ese sentido. La propia Amazon ha centrado sus esfuerzos en lanzar primero un asistente para empresas como Q que un competidor directo para ChatGPT. Lo mismo está haciendo Microsoft, muy centrada ahora en el desarrollo de los “copilotos”, sus asistentes de IA para sus famosas herramientas ofimáticas como Excel, Word o PowerPoint.

Alexa está a punto de cumplir su primera década de vida. ¿Conseguirá más beneficios para Amazon ahora que va a volverse más inteligente? Dependerá de si los usuarios quieren hablar más con ella. Un factor en el que también entra la privacidad. “Alexa se ha visto rodeada por numerosas polémicas relacionadas con la gestión y almacenamiento de los datos de sus usuarios. Un factor este que seguramente también podría haber tenido su peso en esta situación”, recuerda Cerviño.

Lo que parece claro es que el tiempo de las pruebas se ha acabado. Si Alexa no logra generar dinero, el capítulo del primer gran asistente de inteligencia artificial podría estar más cerca de cerrarse de lo que a Amazon le gustaría.

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