Después del repunte de protestas por parte del movimiento Black Lives Matter tras la muerte de George Floyd, la comunidad afrodescendiente en España se movilizó en una manifestación cuyo objetivo principal era enviar un mensaje: “Aquí también hay racismo”. “Las hermanas y hermanos afrodescendientes nos hemos coordinado en distintas ciudades para pedir justicia por George Floyd, pero también para recordar que el racismo institucional y social no solo ocurre en EEUU, sino que es una cuestión global”, declaraba desde Madrid Yeison García, activista de la recién formada Comunidad Negra Africana y Afrodescendiente en España, una plataforma que aglutina a ciudadanos afrodescendientes que acumulan años de lucha antirracista desde pequeños colectivos.
Las formas de activismo también van mutando con el paso de los años y el uso de contenidos virales en redes se va complementando con las formas más clásicas de protesta: de la calle a Internet y de Internet a la calle. El viaje de contenidos y proclamas entre espacios digitales y analógicos es constante, difuminando cada vez más una distinción que quizás ha dejado de ser útil, especialmente cuando los nativos digitales conciben Ias redes sociales como el lugar natural en el que expresar sus preocupaciones y proyectar sus identidades. Y así en Internet está todo lo que hay en cualquier espacio de convivencia masivo: millones de historias donde se mezclan aspectos que mezclan los contrastes de la vida: lo banal y lo profundo. El statu-quo frente a la transformación. Y en Tiktok hay racismo pero también cada vez más la rabia antirracista se transforma en expresiones políticas creativas. Está ocurriendo en EEUU. Y también en España.
Esta es Hanan Midan, una joven marroquí que vive en Barcelona y que ha pasado en apenas un mes a acumular 50.000 seguidores en TikTok, 26.000 en Twitter y 10.000 en Instagram. El vídeo es un ejemplo de cómo usar de manera imaginativa la herramienta para hacer una crítica política a través del humor: usar un comentario para contestarlo a la vez que se muestra en la imagen sobreimpreso y la pantalla verde que permite poner de fondo cualquier imagen. Midan reconocía en una entrevista que está “tan acostumbrada a los comentarios racistas” que ya casi no le afectan. También cree que la mejor manera de combatirlos es “humor que no ofenda al otro”.
Los contenidos de Anna Ayorinde van desde una coreografía que le dedica irónicamente y en bata a alguien que le pone un fragmento del cara al sol en los comentarios a otros donde critica la doble moral de proclamas globales como “All Lives Matter” o no todos los policías son malos. Por supuesto también cuenta con otros tipos de contenidos donde hace bromas sobre cuestiones cotidianas. “Empecé Tiktok como todo el mundo: por probar y por aburrimiento con el tema del confinamiento, al principio solo miraba vídeos pero después me animé a crear contenido”, nos comenta Yorinde, que hoy cuenta ya con 239.000 seguidores en TikTok.
Reconoce que le gusta la app: “Lo que más me gusta de la app es que todos somos bienvenidos, todos podemos crear el contenido que queramos y disfrutar viendo vídeos”. Pero también cree que hay racismo estructural en el diseño del algoritmo: “No hay ningún creador de contenido negro que tenga más de 10 millones de seguidores, da menos visibilidad a la gente de raza negra”. Y con respecto a la discriminación en España lo tiene claro: “Hay racismo en cada esquina desgraciadamente”.
Thimbo Samb empezó a usar TikTok hace 7 meses: “En 3 meses conseguí 110.000 seguidores. Mis vídeos de TikTok usan la comedia para denunciar el racismo. Pero un día me cerraron la cuenta por hacer una broma. Hice un vídeo donde decía cuando empezó el coronavirus 'Ahora los negros descansamos, les toca a los chinos sufrir el racismo' y me desapareció la cuenta. Eso fue en marzo”.
Samb se volvió a abrir una cuenta un mes más tarde “haciendo lo mismo pero más suave”. Ahora, tras varios meses, vuelve a tener 100.000 seguidores. Lo que ocurre es que el número de seguidores a veces es proporcional al racismo sufrido: “Me dicen de todo: negro de mierda, vete a tu país, eres un mono, conguito vete a tu país, algún día tendremos que matar a todos los negros, sobráis aquí, venís a quitarnos el trabajo...no sabes cuánta cantidad de barbaridades racistas recibo”. Y a pesar de todo, él tiene claro que va a seguir haciendo vídeos y usando el humor: “Voy a seguir denunciando el racismo y concienciando a la gente. A mí me parece que si usamos bien TikTok puede llegar incluso a cambiar muchas cosas. Porque es una plataforma donde hay muchísima gente joven”.
Hay muchos otros casos de migrantes o personas racializadas que están usando TikTok de forma creativa. Este es el caso de Jiaxin Lin, quien suele ironizar con los estereotipos acerca de los bazares, o el de Imelda Mangue: “Lo que más me mola es cómo ha desarrollado un nuevo lenguaje del meme, ya habíamos visto algo parecido con Vine pero para mí en TikTok le dan una vuelta de tuerca super chula, lo que menos es que como la mayoría de redes sociales hay mucho robo de crédito por creación de contenido a personas negras y apropiaciones de discurso un poco chungas para mí”. Para Mangue, negar el racismo es un grave problema: “Me fastidia que se diga que no hay racismo en España ya que eso niega las realidades de mucha gente”.
Para Miriam Hatibi, consultora de comunicación y figura reconocible del antirracismo en España, TikTok aporta algo que otras redes no tenían hasta ahora: “Creo que TikTok aporta algo que otras redes sociales no tienen y es una posibilidad de viralización muy bestia. En Tiktok no dependes del número de seguidores para el alcance que un vídeo pueda llegar a tener”. Para Hatibi, otra de las claves es el humor: “Hay muchas cuentas antirracistas que están haciendo contenido con mucha gracia. Además siguiendo las tendencias de TikTok, los sonidos de moda o los retos y lo aprovechan para hacer algo político y para llegar a otra gente a la que quizás no llegarían en esas otras plataformas”.
“TikTok es muy superficial”, “TikTok busca la viralidad por la viralidad”, “Tiktok muestra una imagen distorsionada de la realidad”, “TikTok es un peligro para la democracia”, “Tiktok ofrece una falta de transparencia preocupante con respecto a temas de privacidad y gestión de datos personales”, “TikTok es en realidad una forma de mejorar los sistemas de Inteligencia Artificial de la empresa que la desarrolló”... Muchas de estas frases se repiten con frecuencia en conversaciones en entornos académicos o periodísticos cuando surge el tema TikTok. Ninguna de ellas es falsa.
Tiktok se enfrenta a una amenaza por parte de Trump de expulsar la app del mercado estadounidense. Tal y como muestra un reportaje de The Guardian publicado hace unos días, TikTok colecciona más información que otras plataformas como Twitter o Facebook. Por otra parte, es cierto que el contenido que prima en la red social y que el algoritmo suele potenciar parecen estar envueltos de una idea chispeante y no problemática acerca de lo que es el entretenimiento.
Sin embargo, ninguna red social se populariza exclusivamente por ofrecer imágenes placenteras que se viralizan porque reproducen una realidad que solo exagera lo bonito y lo agradable. Tiktok cuenta con herramientas para editar imágenes que ninguno de sus competidores es capaz de igualar: búsqueda por vídeos que hayan utilizado un mismo sonido y posibilidad de añadir otro vídeo a la cadena, un editor que permite secuenciar distintas fuentes de vídeo, pregrabadas o grabadas en cámara, múltiples efectos y toda una arquitectura pensada para generar retos compartidos. Tiktok es una máquina de hacer memes audiovisuales. Y TikTok se usa como herramienta antirracista, en EEUU y aquí en España.