Hay una nueva carrera espacial en marcha, pero va a ser muy diferente a la que protagonizaron la Unión Soviética y EEUU en el siglo XX. El ansia personal por llegar primero ha sustituido al afán nacional, y además va a tener un componente de testosterona importante. Una de las primeras etapas de esa competición se está dando este verano de 2021, con un pique entre dos millonarios para que sea su nombre el que más se mencione en los libros de historia y los documentales espaciales.
El protagonista de este capítulo iba a ser Jeff Bezos, el fundador de Amazon, que programó el viaje espacial inaugural de su compañía Blue Origin para este martes 20 de julio a las 8 de la mañana, las 13.00 horas en España. Una vez amasada la mayor fortuna del mundo (177.000 millones de dólares, según Forbes), Bezos ha dado un paso a un lado en Amazon para centrarse en su proyecto espacial. Entre el selecto grupo de multimillonarios que exploran las posibilidades de negocio de los paseos orbitales, fue el primero que se atrevió a dar el paso y anunciar que se iba a subir a una de sus naves de pruebas.
Entonces apareció en escena Richard Branson. Este excéntrico multimillonario (se estima que sus posesiones suman 5.900 millones de dólares) llevaba más de 15 años intentando esa hazaña con su compañía Virgin Galactic, así que contraprogramó a Bezos para salir nueve días antes. Y lo hizo: el 11 de julio montó en una de sus aeronaves y ascendió a 80 kilómetros de altitud acompañado de algunos de sus colaboradores.
Branson quería focos y los consiguió. A sus 71 años está acostumbrado a ellos: con su discográfica Virgin Records ha editado discos de los Rolling Stones, Britney Spears o las Spice Girls y es un habitual de los medios y la televisión. Pero su hazaña tiene algunos peros, ya que la Federación Espacial Internacional considera que la frontera de la atmósfera está en la Línea de Kármán, a 100 kilómetros de altura, 20 kilómetros por encima de lo que alcanzó su nave Unity 22.
Blue Origin no dudó en poner el dedo en la llaga, negando la autodeclaración de Branson como el primer millonario que autofinancia su viaje al espacio. “Sólo el 4% del mundo reconoce el límite inferior de 80 km o 50 millas como el comienzo del espacio”, afeó la empresa de Bezos mientras Branson y sus compañeros de viaje flotaban en el Unity 22. Blue Origin presume de que su nave sí llega a la cota necesaria.
Los expertos están con Bezos. “Subirte a 80 kilómetros de altura... no, eso no es un viaje espacial. Eso es un avión que vuela alto”, expone Víctor Rodrigo, fundador de la empresa Crisa (hoy integrada en Airbus), uno de los pioneros de la industria espacial española. “Si no pasas el límite de Kármán, no has hecho un vuelo espacial. Entre otras cosas, porque puedes seguir controlando el avión con instrumentos tradicionales. A partir del límite de Kármán necesitas sistemas de control de actitud, los pequeños cohetes que van orientando el vehículo en el espacio”, detalla.
La diferencia puede apreciarse en ambas naves. Mientras que la de Virgin Galactic es muy similar a dos aviones unidos por el ala que portan un tercer aparato que liberan al llegar a determinada altura, la de Blue Origin es un cohete que despega y aterriza verticalmente.
El pique entre los dos multimillonarios, con debate sobre qué es un viaje espacial y qué no incluido, tiene que ver con el posicionamiento de sus dos empresas en el incipiente negocio del turismo espacial. De hecho, si se elimina el apellido de “autofinanciado”, ni Bezos ni Branson son los primeros multimillonarios en viajar al espacio. Ese título se lo llevó Dennis Tito en 2001, cuando pagó unos 23 millones de euros por pasarse una semana en la Estación Espacial Internacional, a la que llegó en una sonda rusa Soyuz. La EEI orbita a 400 km de la corteza terrestre.
Virgin Galactic ha anunciado que un asiento en sus vuelos valdrá en torno a un cuarto de millón de dólares. Blue Origin por su parte se ha centrado en escenificar que el espacio exterior ya es para todo el mundo con los tripulantes que se han embarcado junto a Bezos. Al fundador de Amazon le han acompañado la astronauta más mayor (Wally Funk, de 82 años) y el más joven (Oliver Daemen, de 18), así como su hermano Mark. El viaje ha durado unos 15 minutos.
“Las barreras de entrada, sobre todo el aspecto de los lanzadores, están bajando. El espacio es más accesible y eso da un montón de oportunidades. El turismo es solo una de ellas”, afirma Isabel Vera, presidenta del Comité del Espacio del Instituto de la Ingeniería de España.
La nueva carrera espacial va más allá del turismo
Aunque Virgin Galactic es la que más tiempo lleva investigando la idea de los vuelos suborbitales para turistas y Branson adelantó por la derecha a Bezos, las dos empresas que tienen el punto de mira mucho más lejos de ese hito son Blue Origin y SpaceX, de Elon Musk. Esta última se ha comprometido ya a hacer la primera expedición privada a la Luna, programada para 2023.
SpaceX se ha hecho con un importantísimo contrato de la NASA para diseñar el nuevo módulo de alunizaje para la agencia espacial estadounidense a cambio de 3.000 millones dólares. Será el utilizado en el nuevo programa de la NASA para llevar astronautas al satélite en 2024, denominado Artemisa. En esa carrera también estaba Blue Origin, junto a una tercera llamada Dynetics (una de las tradicionales contratistas del sector aeroespacial de EEUU). El contrato se lo terminó llevando SpaceX, pero Blue Origin llevó la adjudicación a los tribunales debido a que el plan inicial era contratar a dos empresas para que trabajaran en sus respectivos proyectos para elegir posteriormente al mejor. La compañía de Bezos reclama ese puesto como segundo desarrollador.
“No puede levantarla (a la órbita) lol”, escribió Musk al enterarse de la demanda en un tuit que ayuda a definir los derroteros por los que discurre esta nueva carrera espacial.
Más allá de la testosterona y los dobles sentidos de barra de bar, el conflicto muestra hasta qué punto será importante el capital privado en la nueva oleada de tecnología destinada a llevar al ser humano fuera de la Tierra. “Toda esa inversión va a traer productos nuevos y más oportunidades. Lo están haciendo los países pero acompañados de un soporte más industrial, también para que esa sector que se va generando pueda exportar a países nuevos. Se va creando una industria del espacio que se va retroalimentando”, expone Vera.
El otro hecho es el liderazgo de EEUU en esta nueva carrera espacial. “Europa de ha quedado muy retrasada. Solo hemos hecho un lanzamiento en lo que va de año. EEUU ha hecho ya 28 y China lleva 27. Hasta La India ha hecho ya más que nosotros”, lamenta Víctor Rodrigo, que asesora a la Comisión Europea sobre cómo conseguir que la inversión privada vuelva a apostar por el sector aeroespacial europeo. “Necesitamos desarrollar un lanzador propio”, pide.
La Agencia Espacial Española
La serie de anuncios y vuelos espaciales de millonarios estadounidenses ha coincidido con un debate el sector aeroespacial español a cuenta de la Agencia Espacial Española, una propuesta de Pedro Duque que ha quedado en el aire tras su salida del Gobierno. La idea, además, no consiguió el mejor de los recibimientos.
“Somos prácticamente los únicos europeos que no la tenemos”, revela Vera, presidenta del Comité del Espacio. “Cuando hicieron el anuncio había mucha gente que no lo veía bien, pero creo que es un poco por desconocimiento. Es algo que desde el sector siempre se ha pedido, ahora mismo no hay una administración que haga de interlocutora única del espacio en España, ninguna que coordine y unifique todas las políticas y sea la encargada de diseñar la estrategia a largo plazo”, lamenta.
Somos uno de los pocos países europeos que no tenemos una Agencia Espacial
“Hay que tener en cuenta que esta es una industria muy importante y que ya es esencial para la vida diaria porque ofrece muchos servicios básicos como el GPS, la observación de la tierra, la climatología, las telecomunicaciones, que ha sido fundamental durante la pandemia...”, recuerda Vera.
Que los poderes públicos tomen posiciones respecto a la nueva carrera espacial será importante, añade la experta, por los debates que esta abrirá. La basura espacial, el impacto medioambiental de esta industria, el uso del espacio (la nueva constelación de satélites de Elon Musk ha molestado a muchos) o la explotación de los recursos de fuera de la Tierra son preguntas que la comunidad internacional podría tener que afrontar más pronto que tarde.