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ENTREVISTA

Carlos Santos, ingeniero del satélite español siniestrado: “Pese al accidente, cumplió su objetivo de capacitar la industria espacial española”

El satélite de observación de la Tierra SEOSAT/Ingenio era la misión espacial española más ambiciosa hasta la fecha. El Gobierno, múltiples administraciones públicas y centros de investigación iban a utilizar sus fotografías, de hasta 55 kilómetros de lado y 2,5 metros de resolución, para el análisis del agua, del aire, del suelo, de la contaminación de las ciudades, para el seguimiento de catástrofes como incendios o inundaciones y para la seguridad.

Ingenio era el primer satélite construido y ensamblado enteramente por empresas españolas, pero acabó en algún lugar del Círculo Polar Ártico, presumiblemente cerca de Canadá. El cohete de la empresa francesa que debía colocarlo en su órbita a 670 kilómetros de la Tierra se desvió de su rumbo a los 8 minutos del lanzamiento, el pasado 17 de noviembre, lo que supuso la pérdida irreversible del aparato. Pese al mazazo, la Agencia Espacial Europea, el Ministerio de Ciencia y las empresas participantes aseguran que los 13 años de trabajo y los 200 millones de euros invertidos en el satélite no se han volatilizado.

Al contrario, una parte de esa inversión no era el producto final, sino “desarrollar la industria espacial en España”, dice Carlos Santos, director del proyecto en SENER Aeroespacial, la empresa responsable de construir las dos cámaras de alta resolución que equipaba Ingenio. “Hay muy pocos países en el mundo con capacidad de producir este tipo de satélites”, explica. En entrevista con elDiario.es, el ingeniero defiende que aunque no ha llegado a estar operativo, Ingenio ha demostrado que España puede ser uno de ellos.

Trece años de trabajo y 200 millones de euros de inversión. ¿El accidente de Ingenio ha echado a perder todo ello?

Sé que la respuesta fácil es decir que no, pero esto tenía dos objetivos y la Agencia Espacial Europea lo ha explicado muy bien en sus comunicados oficiales. El primero era desarrollar la industria espacial en España y conseguir una capacitación que no tenía anteriormente. Ese objetivo se ha conseguido y es lo más positivo. Se han adquirido unas competencias tecnológicas y metodológicas que van a servir para el futuro.

Es evidente que había un segundo objetivo, que era el de suministrar imágenes a un grupo bastante diverso de usuarios finales. Desde la administración pública a centros de investigación. Iba a hacer misiones de cartografía, urbanismo y uso del suelo, agricultura, gestión del agua, monitorización de emergencias tipo incendios, inundaciones... Ese objetivo no se ha cumplido. Por desgracia, no se le puede dar muchas más vueltas. Ahora lo que habrá que ver si hay, es si el Estado está pensando en cubrir este vacío de alguna forma.  

¿Por qué fue tan importante que se desviara de la órbita del satélite? ¿Por qué no hubo vuelta atrás ya desde los 8 minutos de misión?

El lanzamiento es autónomo. El lanzador tiene su propio sistema de control, parecido al piloto automático de un avión. El problema que hubo, que por lo que sabemos, es que hubo un error con los cables de la tobera del motor de la cuarta etapa. El lanzador tiene cuatro etapas que básicamente son cuatro motores con su combustible. Según va alcanzando determinados puntos de lanzamiento y se le va agotando el combustible, va eyectando la parte que ya no le sirve. 

Los tres primeros motores funcionaron bien. Pero cuando llegó a la cuarta fase, hubo un error en el cableado del chorro de propulsión del motor y fue imposible mantener la trayectoria. Desde el momento en que eso está mal conectado, no hay vuelta atrás, no hay solución.

¿Dónde está el satélite ahora mismo?

El satélite estaba ya prácticamente fuera de la atmósfera, pero cayó. No tenía la velocidad ni la altitud suficiente para mantenerse en órbita. La información que tenemos de la Agencia Espacial Europea es que cayó en algún punto próximo a donde estaba previsto que cayese el motor de la tercera etapa, que es en algún punto próximo en el Círculo Polar Ártico. Se cree que cerca de Canadá. 

¿Qué sensaciones deja en la industria espacial española el accidente de Ingenio?

Se ha hablado de que esto es un fallo humano, pero yo creo que se tiene que ir algo más allá. Es decir, tiene que haber mecanismos para impedir que un operario se equivoque al conectar dos cables y que eso suponga la pérdida de los 200 millones de Ingenio, más otros 150 del satélite francés que también iba a bordo. No puede ser que eso pase porque se intercambien dos cables. Será muy interesante las conclusiones la comisión de investigación mixta de la Agencia Espacial Europea y Arianespace [la empresa que fabricó el cohete accidentado].

SENER se encargaba del elemento central del satélite, sus dos cámaras. ¿Cuál es el mayor reto a la hora de construir una cámara satelital?

Todos los satélites tienen dos partes principales. Una es la carga útil y la otra es la plataforma. La carga útil es lo que da sentido a la misión, el equipo que cumple la misión principal. La plataforma le da servicio a la carga útil, es la que lleva el sistema de propulsión para orientar el satélite.

Nosotros nos encargamos del instrumento óptico, la carga útil. Si hacemos el símil con una cámara de fotos corriente, también vemos dos partes. Una es la electrónica, que sería el equivalente al cuerpo de la cámara de fotos. Por delante de eso tenemos lo que en la cámara sería el objetivo, que en nuestro caso eran dos telescopios. El mayor reto que hay en todo esto, aparte ya del diseño óptico, es el alineamiento de los espejos del telescopio.

A diferencia de la mayoría de las cámaras comerciales, que están compuestas de lentes, este tipo de telescopios está compuesto de espejos y toda esta parte es muy sensible. El alineamiento de estos espejos tiene que estar en el orden de centésimas de milímetro o decenas de micras. El más sensible, por ejemplo, si se mueve 30 o 40 micras, hace que el instrumento pierda prestaciones de una forma significativa. [Un pelo humano tiene unas 50 micras de grosor].

Hay que tener en cuenta que durante el lanzamiento se producen unos esfuerzos mecánicos muy fuertes debido a las vibraciones. Cuando el satélite está en vuelo también se ve sometido a mapas térmicos muy distintos: donde le pega el sol se calienta mucho y donde queda en sombra se enfría mucho también. Lo más complejo es que los espejos no se desvíen debido a las contracciones y dilataciones de los materiales ni por las vibraciones.

¿Se sustituirá Ingenio con otro satélite tras su accidente? ¿Se piensa ya en un modelo más avanzado?

Puede ser. Ingenio formaba parte del Programa Nacional de Observación de la Tierra por Satélite, PNOTS, junto con Paz, otro satélite lanzado en 2018. Iban a ser compañeros en órbita. El PNOTS sigue en marcha. [Paz es un satélite radar de uso principalmente militar].

También hay que tener en cuenta que los satélites tienen una vida limitada. SEOSAT/Ingenio tenía una vida útil de siete años. Considerando que el período de desarrollo de una misión de este tipo es muy largo, lo habitual es que al poco de lanzar uno se empiece a pensar ya en el siguiente. Lo lógico sería pensar que va a haber una continuación. La decisión última es del Ministerio y del CDTI (Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial) pero en principio lo lógico sería pensar que el accidente de Ingenio acelerará esos planes para tener un sustituto, pero habría que preguntar al Ministerio.

[Preguntado por elDiario.es en la misma semana del accidente, el ministro de Ciencia, Pedro Duque, afirmó que a corto plazo España iba a intentar contratar las capacidades de Ingenio a otros países: “Hemos hablado con la Agencia Espacial Europea para ver cómo obtener imágenes de otros satélites parecidas a las que hubiéramos obtenido con el Ingenio y así ser capaces de hacer lo que queríamos hacer, que era ayudar a la digitalización del campo en agricultura, controlar mucho mejor el medio ambiente, las talas, los vertidos... Eso es cómo lo estamos planteando, tirar para adelante”.]

¿Cómo beneficia a un país tener una industria espacial desarrollada?  

Es una industria de alto valor añadido y los Estados la consideran estratégica. Es similar a lo que ocurre en el sector de Defensa. Por poner un ejemplo, cuando hace ya bastantes años tuvimos el conflicto del Islote de Perejil, España tenía comprado tiempo de uso de satélites franceses. Y curiosamente, cuando hubo este incidente, parece ser que el satélite francés no estaba funcionando. Había algún problema y no se pudieron obtener imágenes. Si el satélite hubiera sido español, pues igual sí que había habido acceso a esas imágenes en ese momento. 

¿Qué países europeos lideran esta industria? 

Hay muy pocos países con capacidad para producir este tipo de satélites. Francia es la gran potencia europea. Reino Unido también tiene capacidad, aunque lejos de Francia. Después ya nos vamos a Estados Unidos, que por supuesto, es otra potencia. Rusia y China también tienen satélites de este tipo, pero no son tan transparentes. Ningún país es demasiado transparente, pero Rusia y China lo son menos. Después la India y Corea del Sur también tienen. Este club de países son los que tienen capacidad para desarrollar este tipo de satélites y son a los que ahora se ha unido España.

¿Gracias a Ingenio, España se ha colocado en el tercer lugar entre las potencias espaciales europeas? 

Sí. También hay que tener en cuenta que los satélites de observación de la Tierra más potentes son los que tienen aplicaciones militares. En el caso de Ingenio, en España no teníamos esa capacidad y los usos a los que estaba destinado el satélite son otros, diferentes. No es lo mismo monitorizar un incendio o una inundación, donde tal vez es más importante tener una traza de imagen amplia, como podía hacer Ingenio, de 55 kilómetros, que para objetivos militares, donde a lo mejor te interesa ser capaz de diferenciar un camión de un vehículo militar. Aunque no es algo oficial, el límite está en un metro de resolución. Todo aquello que está por debajo del metro de resolución se considera de uso militar y los países protegen con mucho celo ese tipo de conocimiento. España no tiene esa capacidad y el objetivo de este satélite era otro. 

Francia produce y vende estos satélites a países que quieren contar con ellos. ¿Puede España hacerse un hueco en ese mercado?

España ha adquirido muchas capacidades. Por ejemplo, Airbus [el contratista principal de Ingenio], seguramente gracias a la experiencia que ha adquirido con Ingenio, ha conseguido ser el contratista principal de otro proyecto de la Agencia Espacial Europea. Nosotros en SENER estamos también ofertando y buscando potenciales clientes y proyectos para seguir suministrando instrumentos de observación de la tierra.

En los últimos años se han expresado temores sobre la privacidad por el aumento de los satélites con capacidad de vigilar la Tierra desde el espacio. ¿Están fundados?

No es un trabajo que estemos haciendo en SENER, pero es cierto que hay planes, sobre todo de empresas americanas, de establecer constelaciones de satélites de observación de la Tierra, de tal forma que haya una especie como de Google Maps en tiempo real. También es cierto que alguna de ellas ha quebrado. La viabilidad de ese negocio no está clara. Pero es verdad que a nivel técnico es perfectamente viable. En el caso de Ingenio, la finalidad era obtener imágenes, no tenía vídeo, pero sí que hay satélites con vídeo y que obtienen imágenes en tiempo real.