La noche del lunes 7 de agosto no será como otra cualquiera. Se produce el segundo eclipse lunar del año, el cual teñirá la Luna de un marrón rojizo. El evento no es solo una cita para los amantes de la astronomía, sino también para aquellos apasionados de la fotografía que encuentran una oportunidad única para inmortalizar el momento.
Como refleja el informe de la NASA, esta vez se trata de un eclipse parcial difícil de apreciar en países como España, ya que sucede cuando es de día y la Luna todavía no ha aparecido. No obstante, según publican en Planetario Madrid, el fenómeno quizá pueda verse en sus últimas fases a partir de las 21 horas, cuando “la Luna sale de la zona de penumbra”.
Por el contrario, el acontecimiento sí que se mostrará claramente en lugares como Australia, Asia y el este de África. Ya sea porque estamos de vacaciones en algún lugar desde el que se puede apreciar, o porque intentamos fotografiarlo desde la Península, resulta conveniente repasar algunos consejos para obtener los mejores resultados posibles.
Huye de la contaminación lumínica
Los núcleos urbanos no son buenos aliados de la fotografía nocturna. Las ciudades están llenas de luces que se reflejan en las partículas del aire y, de esta forma, impiden ver con claridad el manto estelar. Además, la cámara tampoco puede captar las distintas fuentes lumínicas de entornos afectados por este tipo de contaminación. Farolas, coches, rótulos… todo se cuela a través del objetivo difuminando la visión de los objetos celestes.
Un equipo adecuado
Hay que olvidar el smartphone. Aunque algunos móviles admiten accesorios, los grandes angulares y la falta de exposición manual en la mayoría impiden obtener algo más que un foco luminoso de baja calidad.
Por ello, hay que utilizar una cámara más avanzada, no importa si es réflex, compacta o sin espejo. Lo importante es que se puedan variar aspectos como la apertura, la velocidad de obturación o la sensibilidad para determinar la configuración óptima.
En cuanto al objetivo de la cámara, dependerá del tipo de imagen que se desee obtener. No obstante, si lo que queremos es apreciar la Luna con todo detalle y comprobar de cerca sus cráteres, lo ideal es tener una lente de gran distancia focal que permita ampliar el elemento.
La Luna es un foco de luz en movimiento
La Luna es un satélite que gira y tiene su propia órbita alrededor de la Tierra. Esto afecta al modo en que se tiene que configurar la cámara. Por ello, si la velocidad de obturación es demasiado lenta, el objeto estelar habrá cambiado su posición y aparecería una imagen de su estela borrosa.
Pero una exposición prolongada no solo genera problemas con el movimiento. El satélite está iluminado por el Sol y el resultado de exceder demasiados segundos sería una gran macha de luz sobreexpuesta en el cielo oscuro. Además, en el caso de utilizar un teleobjetivo, aumentan las vibraciones y el riesgo de obtener una instantánea desenfocada con una obturación baja.
Hay una forma de evitar tener que enfocar en cada toma: utilizar el autofocus para enfocar a la Luna y luego cambiar modo manual. Si no se varía la distancia con respecto al objeto, el satélite no debería aparecer borroso. No obstante, a veces el viento o incluso el espejo de la cámara pueden generar movimiento. Por ello, siempre es adecuado revisar cada toma y ayudarse de elementos como el autodisparador para evitar tocar el dispositivo.
El “punto dulce” del diafragma
Como muestran en Xataka Foto, el “punto dulce” del diafragma es la apertura con la que el objetivo trabaja mejor. De esta forma se pueden evitar aberraciones cromáticas y mejorar la nitidez de la imagen, factores muy importantes cuando se hace fotografía nocturna o de paisajes.
Según señalan en Dzoom, la apertura más óptima se suele situar a la mitad de toda la gama de diafragmas que ofrece del objetivo. Es decir, que si un teleobjetivo admite como máximo un f/22, probablemente su “punto dulce” esté entre f/8 y f/11.
La magia del formato RAW y un buen sensor
El formato RAW es un archivo en “bruto” que contiene toda la información de la fotografía. Al contrario que ocurre con otros como el JPEG, no está comprimido y tiene mayor cantidad de datos para editar en programas como Lightroom o Photoshop. De esta forma, se pueden recuperar muchas sombras y puntos luminosos que aparecen sin detalle en la foto original.
Tampoco significa que con el formato RAW puedan hacerse maravillas. Su capacidad también dependerá de otros factores, como la calidad y el tamaño del sensor. Una imagen capturada con un sensor APS-C no será igual que otra realizada con un Full Frame, ya que el segundo es de mayor tamaño y, por ello, tiene más superficie para para retener información lumínica del entorno.