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Por qué debemos evitar usar el término 'fake news'

Raúl Magallón

Profesor de Periodismo de la Universidad Carlos III de Madrid —

¿Por qué en este momento resulta más complicado reconocer la verdad si nuestro conocimiento sobre lo que somos es mucho mayor de lo que había sido nunca? ¿Qué papel tiene la comunicación en su (re)definición cultural? ¿Estar más informado significa hoy estar mejor informado?

Sugería Baudrillard que un concepto empieza a desaparecer justo en el momento en el que somos capaces de definirlo. Post-verdad, populismo o fake news se presentan como un arma informacional y pasional para definir todo aquello que el 'Otro' hace contra 'Nosotros' y que contorsiona nuestra noción cultural, social, política, económica y jurídica de verdad.

Junto al paraguas semántico que se ha ido construyendo en los últimos años en torno al concepto de fake news aparecen otros como desinformación, hechos alternativos, ciberpropaganda, clickbait (ciberanzuelo) o granjas de contenidos. Sin embargo, lo interesante es en primer lugar intentar comprender por qué lo consideramos como un fenómeno sin precedentes si el concepto de 'fake news' no es nada nuevo.

En 1925 Edward McKernon, editor de Associated Press, ya utilizó el término 'noticias falsas' para advertir en Harpers Magazine de que lo que “hace que el problema de distribuir noticias precisas sea cada vez más difícil es el número de personas, mucho mayor de lo que la mayoría de los lectores perciben, que tienen la intención de desinformar al público para sus propios fines”.

En la actualidad, el carácter ambiguo y vacío que ha adquirido el concepto de fake news está siendo utilizado por los actores políticos para deslegitimar las informaciones periodísticas que aparecen contra ellos. Donald Trump lo utilizó en Twitter al menos 210 veces en 2018. Sus ya celebres tuits a primera hora de la mañana tenían tres objetivos: marcar la agenda mediática de los programas de radio y televisión de primera hora, borrar mediáticamente las informaciones de los periódicos que pudieran no ser favorables para sus intereses y encender la polarización de la conversación en redes sociales.

En octubre de 2018, The New York Times publicaba un artículo de Jim Rutenberg con el título 'El ataque de Trump contra los medios está funcionando' en el que señalaba que según una encuesta de CBS News el 91 por ciento de los “fieles simpatizantes de Trump confían en que éste les proporciona información verídica; el 11 por ciento dijo lo mismo sobre los medios”.

En este sentido, el primer error de usar el término news es que este tipo de contenidos nunca quisieron ser noticias sino desinformación. Y como sabemos, la desinformación puede producirse por cuestiones económicas (clickbait), por tribalismo y refuerzo de nuestros prejuicios, para intentar cambiar la opinión de forma camuflada o, sencillamente, para dividir.

La complejidad de este fenómeno se encuentra en que se presentan de diferentes formas: con la difusión de informaciones y contenidos falsos en redes sociales y plataformas, la recolección (a)legal de datos, la elaboración de microperfiles políticos, la utilización de plataformas y redes sociales para operaciones de influencia extranjera, la amplificación de discursos del odio o contenidos ofensivos a través de cuentas falsas o bots así como contenidos de clickbait que buscan optimizar el consumo de las redes sociales.

Se ha impuesto el mensaje de que las fake news generan polarización, pero también puede ocurrir que sea la polarización estratégica ideada desde la política la que esté potenciando el desarrollo de la desinformación. Durante esta campaña electoral, el mensaje debería ser “en caso de duda, no compartas. En caso de duda, pregunta, comprueba y verifica”.

Raúl Magallón (1979) trabaja como profesor en el Departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid