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El Cosmonauta, una utopía real

El 14 de mayo se estrena El Cosmonauta. Parece que fue ayer cuando tuve las primeras noticias del proyecto de Nicolás Alcalá y Riot Cinema, y ya han pasado cuatro años. Por aquel entonces me pareció tan utópico y descabellado que resolví apoyarlo sin ningún tipo de reparos: las revoluciones triunfan precisamente porque no las creemos posibles.

En aquellos días, y antes de abrir la recaudación del crowdfunding, Nicolás colgaba en su web las cartas autógrafas de distintas personalidades apoyando el desafío a la industria del cine. Me pidió una carta que nunca llegué a escribir: me daba un poco de vergüenza aparecer junto a un pionero de la navegación aeroespacial como Luis Ruiz de Gopegui, ex director de programas de la NASA en España, que respaldó la aventura de Nicolás desde el primer momento.

Aprovechando que en aquellos tiempos había dado mucho que hablar el nombramiento de Ángeles González Sinde e Ignasi Guardans para el Ministerio de Cultura y el Instituto del Cine, respectivamente, decidí introducir un troyano en sus sedes oficiales. En esos días la comunidad internauta estaba muy revuelta, temiéndose lo peor: la censura de internet por vía legal, que acabaría concretándose en la Ley Sinde. Así que dentro de una conferencia sobre el conflicto entre propiedad intelectual y derecho a la cultura, introduje un excurso pedigüeño, pidiendo una subvención de un millón de euros para El Cosmonauta.

Pese al chorreo de millones que producciones como Mentiras y gordas recibían de instancias oficiales, el Instituto del Cine no soltó el millón de euros para El Cosmonauta. Únicamente se consiguió una subvención de 99.595 euros para el proyecto transmedia de utilización de nuevas tecnologías. El resto de la financiación ha procedido de aportaciones privadas de internautas mediante crowdfunding, merchandising, premios internacionales y el canje del sueldo de los promotores por porcentajes de inversión.

Sin multinacionales del cine detrás, y sin subvenciones públicas para el largometraje, El Cosmonauta se estrena el próximo 14 de mayo. Era una utopía, pero gracias al esfuerzo colectivo ya es una realidad. A partir del estreno los creadores podremos ser nosotros mismos: como cultura libre bajo Creative Commons, todos podremos remezclar las imágenes de la película y hacer obras derivadas. Contribuyendo con ello a su mayor difusión: las grandes ideas no se desgastan cuando se comparten.

El Cosmonauta no es un caso único en España. Resulta muy curioso descubrir, al consultar la entrada crowdfunding en la Wikipedia en castellano, que el primer disco de Extremoduro, Rock Transgresivo, se financió de este modo en 1989. El ganador del último premio Planeta, Lorenzo Silva, también publicó su libro Los trabajos y los días mediante micromecenazgo. Un sistema que ha sido utilizado por múltiples revistas y medios digitales, como la Hack Story de la periodista Mercè Molist. Hasta el #15M financió la querella contra Rato y el Consejo de Administración de Bankia mediante aportaciones populares.

En un mundo donde todo se puede copiar hasta el infinito, el copyright ha dejado de ser un mecanismo útil para financiar la creación cultural. Pero la industria del cine, como todas las industrias culturales, necesita sufragar su inversión. Es posible que el crowdfunding por sí mismo no sea suficiente, pero es un primer paso hacia otro modelo de relaciones sociales y económicas. Unido a sistemas de pago por visión cómodos y de precio razonable, como por ejemplo Filmin, quizás sea el futuro del cine.