Una de las consecuencias de la política activa contra la descarga de archivos ha sido la mayor especialización de sus usuarios. Así de apenas conocer unos instrumentos básicos de descarga, multitud de asiduos han ampliado su base de conocimientos en seguridad.
En paralelo, servicios como los de Redes Privadas Virtuales (VPN) se han multiplicado para poder ocultar nuestro tráfico, sobre todo cuando este pasa por redes P2P. Actualmente son muchas las empresas que prestan servicios VPN tanto por suscripción como de forma gratuita. Asimismo existen servicios gratuitos para saltarse el bloqueo a una dirección concreta como los proxies que resuelven la dirección web del sitio a modo de puente e incluso hay copias espejo de estos sitios, para mantener el directorio de enlaces activo frente a eventuales caídas de servicio o ataques.
Empresas y organismos dedicados al bloqueo de sitios no dejan de afirmar que los bloqueos son un instrumento funcional y efectivamente pueden serlo si no median métodos como los descritos. La contestación más clara a dichas afirmaciones es ver cómo el portavoz de The Pirate Bay confirma que un 8% de los accesos a su sitio proviene ya de redes VPN. La cifra está calculada a la baja, dado que solo cuentan las IP únicas reconocidas como tales servicios y no otras desconocidas o con acceso a través de nuevos proxies.
En Europa los bloqueos de los IPS británicos y la dureza de la Ley HADOPI en Francia o la ley Sinde-Wert, y la actualmente vigente Ley Lassalle en España, han potenciado la búsqueda de métodos alternativos de descarga por parte de los usuarios de estas redes. La paralela falta de una alternativa solvente que permita acceder a los contenidos desde las redes de una forma rápida y barata no ha hecho más que potenciar métodos por los que incluso se pagan suscripciones mensuales.
Los nuevos métodos : VPNs, Proxies y Seedboxes
Los nuevos métodos : VPNs, Proxies y Seedboxes
Las Redes Privadas Virtuales (VPNs), que en principio fueran usadas preferentemente como método seguro de comunicación entre equipos, sobre todo en redes separadas en entornos profesionales, se han convertido en una de las formas preferidas para encubrir y asegurar nuestra conexión. La multiplicación de estos servicios en la red ha configurado un abanico variado de servicios complementarios de suscripción. El uso concreto para las descargas y el empleo del protocolo BitTorrent suele rondar los 10 dólares mensuales en casi todas las suscripciones.
Sin entrar en la oferta comercial actual, fácil de encontrar a golpe de buscador, destacaremos la iniciativa abierta VPN Gate. Surgido a partir de un experimento académico japonés, el pasado 8 de marzo, esta red está siendo capaz de aunar una gran red de voluntarios en poco tiempo. Entre los servicios que ofrece nos brinda la posibilidad de saltarnos cortafuegos y bloqueos a cualquier nivel de red y encubrir nuestra IP con bastante eficacia. Al igual que las redes Tor, buena parte de este servicio esta soportado por la aportación altruista de una comunidad que se presta a formar una red de nodos.
Los proxies son otros de los métodos de acceso a páginas bloqueadas más empleados. Su sencillez de uso ha permitido que los bloqueos contra páginas concretas como The Pirate Bay o KickAss Torrents sea una tarea inútil. La enorme cantidad de estos, muchos de los cuales son listados en TorrentProxies hacen que tratar de cerrarlos apenas afecte a quien realmente busque la página concreta.
Algo parecido a los intentos de bloqueo de la dirección de algunas páginas, Como The Pirate Bay, ahora mudada a servidores caribeños después de todo un recorrido planetario desde el báltico a Corea del Norte. La persecución legal permanente de este tracker abierto ha llevado a que toda una comunidad de usuarios se haya implicado en mantener el servicio siempre activo y accesible. Entre los servicios de proxy más conocidos para dicha pagina de enlaces BitTorrent destacan Piratereverse o ProxyBay.
Por último los llamados Seedboxes son el método dedicado procesar enlaces BitTorrent más sofisticado. El funcionamiento de un Seedbox se asemeja en la mayor parte de los casos al de un cliente torrent común, con la única diferencia de que opera a través de una página de usuario y los datos son almacenados en un cliente remoto. A cambio de una suscripción mensual, que suele rondar los 6 dólares, en las opciones completas más baratas, se realiza una descarga en un servidor dedicado al que solo el cliente tiene acceso. Luego puede descargar el archivo de forma directa mediante varias opciones muy veloces, prácticamente al ancho de banda de nuestra conexión y de forma segura y privada. En estos casos no hay opción libre o gratuita, así que solo a modo de ejemplo apuntaremos Seed, o una opción mixta, con algo más de valor por las opciones que ofrece, llamado Putdrive.
¿Una “piratería” sin alternativas?
¿Una “piratería” sin alternativas?
Conociendo el éxito cosechado por muchos de los servicios por los que usuarios de redes pagan una suscripción para poder realizar sus descargas de contenidos con garantías deberíamos plantearnos en qué está fallando la industria de la producción y distribución de estos. Parece que no son pocos los dispuestos a desembolsar una cantidad fija por acceder a contenidos. Sin embargo, no hay un negocio de los contenidos en red que ofrezca estos de forma eficaz ni dándonos la libertad de disfrutarlos cuando y cómo nos parezca.
Afirmaciones como las de Ted Sarandos, de Netflix afirmando que la piratería desciende allí donde se establece su servicio, a pesar de carecer de una base real en la que apoyarse parte de un fundamento muy claro: la falta de disponibilidad de los contenidos en una sociedad acostumbrada a la inmediatez y acceso permanente no hace más que potenciar la búsqueda de métodos alternativos que lo permitan.
En paralelo, editoriales como Tor Books, afirman que la venta de libros sin las limitaciones del DRM (sistema anticopia) a lo largo de un año no ha afectado a sus ventas ni ha significado un incremento en la “piratería” de estos.
El horizonte parece apuntar más a que la criminalización de la ciudadanía por parte de los que se obcecan en modelos de negocio obsoletos y tratan de retorcer las legislaciones nacionales con su influencia es un error que no hace sino potenciar formas de acceso que ofrecen lo que realmente buscamos. Por mucho esfuerzo que le pongan, al usuario medio le resulta complicado convencerse de que es un delincuente y que la “forma correcta” de proceder es la que dicta la industria y que pasa por un absurdo y obsoleto modelo de negocio.