Dan Gillmor es profesor en la Escuela de periodismo Walter Cronkite de la Universidad Estatal de Arizona. Da clases de cultura digital, promueve el espíritu emprendedor en los medios de comunicación y participa en congresos internacionales sobre periodismo y tecnología.
A Gillmor se le considera uno de los pioneros del periodismo ciudadano desde la publicación en 2004 de We the Media (“Nosotros, el medio”, en castellano) otorgando protagonismo a quienes en principio eran receptores y no creadores de noticias. Participó recientemente en el GEN Summit, cumbre mundial de los editores de medios de comunicación.
“No hay forma de proteger completamente nuestras comunicaciones online”, dice Gillmor. Por eso, sus proyectos más recientes, como Permission Taken (Me tomo el permiso) están relacionados con la preocupación por la vigilancia online desmesurada, no solo de los gobiernos –¿quién no ha oído hablar del espionaje masivo por la NSA?– sino también de las grandes corporaciones.
Cuando las empresas nos controlan
En su conferencia en el GEN Summit, con el título “En la era de las grandes empresas de telecomunicaciones, Google/Facebook y el Gobierno, ¿quién controla los medios?” expuso varios casos en que grandes empresas tomaron decisiones, de forma ilegítima, sobre la libertad de expresión de la ciudadanía.
Por ejemplo, Amazon retiró de la venta miles de libros de iPg, una asociación de editores independientes ante su negativa a renegociar los precios (a la baja). Esta disputa, similar a la actual con Hachette, que ya se resolvió, dejó una temporada a los usuarios de Amazon sin acceso a libros como 1984, de George Orwell. Menuda paradoja.
También, desde que Facebook permite promover enlaces en el canal de noticias, al parecer, suprime parte del contenido gratuito que publican los usuarios. Facebook lo achaca a su algoritmo, que dispone en qué orden aparecen los posts.
A veces la censura roza el absurdo. Mark Fiore fue el primer periodista que trabaja solo online en obtener un premio Pulitzer por sus animaciones de personajes políticos en clave de humor. Pero Apple le impidió vender su app durante un tiempo, por “ridiculizar a personajes públicos”. Igual que, según he descubierto, una viñeta de Adán y Eva en el New Yorker no superó el criterio de “desnudez y sexo” en Facebook.
Otros ejemplos fueron la asfixia económica de Wikileaks por el bloqueo de Visa y Mastercard a aceptar pagos, el bloqueo en Twitter del periodista que, para protestar por la retransmisión de la apertura de los Juegos Olímpicos en diferido, publicó el email de un directivo de NBC, y el ataque de Google a la comunidad online Metafilter, tal vez por no contratar más publicidad.
El miedo de los gobiernos
Después, Gillmor se refirió a casos de censura puramente gubernamental, en países como Turquía y su bloqueo de Twitter, China y su filtro de Google, o Egipto, que encarcela periodistas por usar blogs y redes sociales. Y también a Estados Unidos, por su amenaza a denunciantes como Assange o Snowden, y al Reino Unido, que recientemente ha implantado filtros de contenido por ley.
Quizá lo más pérfido sean las alianzas corporaciones-gobiernos que Gillmor dejó para el final: la vigilancia electrónica indiscriminada por un acuerdo entre Vodafone y diversas agencias del Gobierno norteamericano y la posibilidad de que comunicaciones tradicionalmente seguras, como Skype, hayan dejado de serlo. “Esto sólo es la punta del iceberg”, señaló.
Contramedidas de seguridad
Gillmor aboga por Linux, “el último bastión de libertad digital”. Cree en “el software de código abierto. Ahora ya no hace falta ser un experto para utilizarlo”, dijo. Además, “todos los discos duros deberían ir cifrados de serie; es imprescindible usar Tor” (aquí tenéis una Guía para empezar a usar Tor). “Los usuarios deben poder hacer lo que quieran con sus propias plataformas –afirmó-. También hay que ser muy prudente con los móviles, especialmente los periodistas, para proteger a nuestras fuentes”.
Y ya que “nuestras contramedidas de seguridad nunca son bastantes”, Gillmor recomienda utilizar el buscador Duckduckgo, que no rastrea las búsquedas del usuario, y mantenerse informado en lugares como la Electronic Frontier Foundation, donde podemos leer: “La libertad de expresión es tan fuerte como el eslabón más débil de la comunicación”.
Merece la pena mencionar el proyecto ganador de la competición del GEN Editors Lab Hackdays de Berlín, de la Open Knowledge Foundation (también existe en España): un sistema para rastrear quién accede a nuestros datos mientras leemos noticias online: Quién nos lee mientras leemos.
Dan Gillmor escribe una columna en The Guardian y colabora con entidades sin ánimo de lucro como la Knight Foundation, Global Voices Online y el Digital Media Law Project del Centro Berkman de la Universidad de Harvard.