El material del que se sirven las impresoras 3D no es barato y esto constituye uno de los impedimentos para su uso y difusión. Se trata habitualmente de plástico ABS (acrilonitrilo butadieno estireno), resistente y de múltiples usos en la industria, desde la automovilística a la electrónica, pasando por algunos tipos de juguetes.
A pesar de que el precio de las impresoras 3D es cada vez más asequible, no se puede pensar en la compra de una de estas máquinas como una única inversión. Las cargas de plástico con las que se fabrican los objetos tienen un precio entre 30 y 60 dólares (23 a 46 euros) por kilogramo. Un equipo de científicos de la Universidad Tecnológica de Michigan ha creado una máquina capaz de reciclar el plástico que se consume en el hogar y convertirlo en material para la impresión 3D.
La idea es no sólo abaratar el proceso de impresión 3D sino reciclar residuos que se producen normalmente en el hogar. La máquina creada por el equipo de investigadores, liderados por el profesor adjunto de la Universidad Tecnológica de Michigan Joshua Pearce, especializado en materiales, ingeniería e informática, es capaz de procesar botellas o garrafas de leche, así como otros plásticos.
La cara ecológica de la impresión 3D
La máquina aún no está en fase comercial, pero se espera que pronto dé este paso. Su procesamiento de los residuos domésticos contribuye a la sostenibilidad, en tanto se produce un reciclaje real y se evita comprar otro plástico nuevo.
Para que el proceso se desarrolle adecuadamente es necesario llevar a cabo un proceso previo de preparación del material. Las etiquetas y otros accesorios que no sean plástico deben quitarse de los residuos. A continuación éstos se lavan y se cortan en tiras. Después se introducen en la máquina, que los comprime de manera que puedan ser utilizados por una impresora 3D.
Joshua Pearce afirma que con 20 envases de leche se consigue sacar alrededor de un kilo de filamento plástico. Hay, sin embargo, algunas dificultades. En el caso de las botellas o garrafas de leche, el polietileno de alta densidad que contienen hace que el resultado no sea óptimo para la impresión 3D. Para solventar este inconveniente, el grupo de científicos ha construido un ambiente frío y húmedo con el fin de desarrollar el proceso en él. A las mejoras que se han logrado hay que añadirles las que se conseguirán en el futuro. Como recalca Pearce: “La impresión 3D está donde los ordenadores estaban en los años 70”.
Los científicos calculan que la máquina utiliza la décima parte de la energía necesaria para desarrollar la misma cantidad de plástico comercial. Por otra parte, el reciclaje convencional de botellas de leche consumiría también más energía que el proceso doméstico.
Este tipo de máquinas promueven una alternativa a las opciones comerciales que se van conformando en torno a la impresión 3D. De la misma manera que iniciativas de código abierto, como Thingiverse.com, ofrecen gratuitamente diseños de objetos diversos, listos para ser introducidos en el software que envía la orden a la impresora.
Otra máquina creada con el mismo propósito es Filabot, un proyecto que ha obtenido un destacado respaldo en Kickstarter.
Imagen: kakissel